Por Emiliano Cotelo ///
Una de arena y una de cal.
En mi editorial anterior, elogié con mucho calor el resultado de una de Las Mesas de En Perspectiva. No me dio pudor lo que podía parecer autobombo. Expliqué que escuché esa tertulia estando de licencia y quedé muy conforme como oyente con aquel intercambio de información y opiniones en un tema importante (el nuevo Código del Proceso Penal). Me había resultado estimulante y útil, y recomendé que quienes se la hubieran perdido, la buscaran.
Hoy, en cambio, me toca admitir y lamentar un error.
Estoy hablando de una nota de hace casi dos semanas.
Puede pensarse que para un espacio periodístico que sale “al aire” todos los días hábiles, lo que pasó, pasó y asunto liquidado. Pero acá tratamos siempre de evaluar lo que hacemos. Y a veces ese análisis requiere maduración.
Después de haberlo pensado y discutido entre nosotros quiero detenerme en aquella equivocación y tratar de sacar de ella algunas reflexiones que puedan resultar útiles.
Dos muertes
El miércoles 30 de enero los integrantes del equipo periodístico de En Perspectiva -personas con mucha y poca experiencia profesional, con visiones diversas y estilos diferentes- debatimos, como es usual, la agenda del programa siguiente.
En menos de 48 horas habían ocurrido dos asesinatos de policías vestidos de particular: el primero, el lunes 28 mientras el hombre entrenaba en bicicleta en el barrio Pérez Castellanos; y el segundo, ese mismo miércoles de mañana, una “ejecución” flagrante que abatió al agente de tres disparos cuando salía de un garage en La Blanqueada. A todos en el equipo nos pareció que esos hechos debían recibir especialísima atención.
Ese estado de sensibilidad y alerta también cundió en los sindicatos policiales y buena parte de la dirigencia política. Las reacciones ubicaban esas muertes en una escalada contra policías que en los últimos meses incluye homicidios pero también ataques para robarles –con violencia y sin ella- pistolas, municiones y chalecos antibalas. En un rato, la inseguridad que sentimos los uruguayos se expresó en declaraciones en los medios de comunicación y reiteración de furias y miedos en las Redes Sociales.
La entrevista
Decidimos, entonces, que al día siguiente, jueves, dedicaríamos a este tema tan sensible el espacio de la entrevista central. Elegimos para ello al comisario mayor (R) Sergio Guarteche, un oficial con una larga y respetada trayectoria. Guarteche aceptó enseguida; estaba conmovido por las noticias.
Luego, ya “al aire”, tanto en la introducción del reportaje como en algunas de las preguntas que planteé, al referirme a los dos asesinatos yo di como probados extremos que no lo estaban; no tuve la prudencia y la ponderación que siempre he preferido como estilo periodístico.
De esa manera hasta condicioné, de algún modo, al invitado. Es cierto que Guarteche terminó exponiendo aquel día una visión crítica sobre el conjunto de la política de seguridad ciudadana -que iba más allá de las novedades más recientes- y que ese planteo era interesante y a tener en cuenta; pero claramente lo hizo “movilizado” por dos hechos de sangre que afectaban a la Policía, esa institución a la que había dedicado buena parte de su vida.
La “sorpresa”
El problema fue que esa misma tarde la investigación fiscal y policial concluyó, con elementos de prueba contundentes, que el segundo asesinato había sido fruto de un espantoso diferendo familiar: un hermano del policía había contratado a un sicario para laudar un enfrentamiento por cuestiones de dinero. En cuanto al primer homicidio, por lo menos por ahora, no hay pruebas de que haya sido más que el resultado de una rapiña que se fue de madre.
Pasando en limpio
En definitiva, a las pocas horas el cuadro cambió: las dos desgracias habrían sido crímenes aislados, delitos comunes, digamos, y no efecto de una “guerra a la policía”. Era un giro de 180 grados con respecto al momento inicial, cuando saltaron las alarmas de una sociedad hiperconectada que se aleja de la comunicación genuina y se recarga de prejuicios. Y nosotros, acá, en esta radio, fuimos parte de ese problema que tantas veces hemos señalado: el de moverse en base a conclusiones apresuradas, difundir presunciones infundadas…
Algunos de nuestros oyentes nos escribieron, respetuosamente, manifestando su desconcierto y preguntando qué teníamos para decir.
Al ritmo de la ansiedad
Este editorial no apunta al entrevistado sino al equipo y a mí mismo como director de este programa.
La vorágine noticiosa suele ser mareadora; precisamente por eso, mantener el rumbo requiere oficio y análisis calmo. Cuando le erro como periodista no pierdo solamente la oportunidad de hacer bien mi trabajo; hay casos en los que contradigo los criterios que pretendo respetar.
Disculpas y más
Por eso, además de asumir el error de procedimiento y de pedir las disculpas del caso, me parece importante reiterar y advertir que este “ritmo tuit” que nos rodea multiplica de manera exponencial los efectos dañinos de cada gesto imprudente. Vale la pena reiterar que “esperar y ver” es mejor que “hablar antes de tiempo”; y que esa actitud debe primar sobre la urgencia artificial de pronunciarse, con esa ansiedad por intervenir antes de saber bien qué es lo que pasa.
El periodismo que nosotros desarrollamos busca encender lámparas, todas las que pueda, para iluminar la realidad desde enfoques diversos. La audiencia debe contar con más y mejores elementos para conocer y resolver los dilemas diarios.
Un “patinada” como la que cometimos el miércoles 30 y el jueves 31 es una señal de alarma; nos recuerda duramente sobre el peligro de dejarnos llevar por el coro inmediatista de las Redes Sociales. Las equivocaciones vienen muchas veces de la apuesta automática a ese provinciano engañoso y comodón que llamamos “sentido común”, cuando en realidad es, apenas, una bolsa de hábito y costumbre.
Adormecidos por el hábito o cegados por los juicios ultra veloces, no podemos hacer buen periodismo, ni nosotros ni nadie.
Para tener a raya el talante ansioso y hasta oscuro que parece afectarnos a todos, lo mejor, creo, es empezar por despejar la propia casa. Y mantener el aplomo… y la perspectiva, haciéndole honor al título de este programa.
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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, lunes 11.02.2019
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