Editorial

Sentimientos encontrados tras el acuerdo con Irán

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Por Susana Mangana ///

A la euforia desplegada por las cancillerías europeas y norteamericana tras la firma del acuerdo con Irán por su programa nuclear siguieron distintas reacciones entre los vecinos del país persa que merece la pena conocer. Mientras que la Administración Obama intentó vender el documento como un logro de negociación diplomática, Israel o Arabia Saudí vecinos recelosos de Irán no dudaron en manifestarse abiertamente en contra el primero y cautelosamente a favor el segundo.

Y es que las monarquías árabes suníes del Golfo Pérsico desconfían de las intenciones del régimen iraní que no ha dudado en el pasado en financiar y promover a grupos como Hizbulá en Líbano, Hamas en territorios palestinos o los Hutíes en Yemen. Aunque a regañadientes, portavoces emiratíes y saudíes aplaudieron el acuerdo pero advierten que esperan que el mismo signifique que Irán recompondrá la relación con sus vecinos del Golfo sin injerencias en su soberanía y asuntos internos. La larga guerra entre Irak e Irán (1980-1988) dejó un legado nefasto en el imaginario colectivo de millones de iraquíes suníes que también consumieron la propaganda del régimen de Sadam Huseín.

“Es el fin del mundo árabe” me espetó indignado Haidar, un estudiante iraquí de posgrado residente en Uruguay pocas horas después de conocerse la firma del acuerdo. Como Haidar son muchos los suníes que entienden que Irán está detrás de los grupos y gobiernos chiíes en la región, como el de Bashar Al Asad en Siria, y que ha contribuido a cimentar el confesionalismo y las divisiones sectarias como herramienta para expandir su influencia en Oriente Medio. No en vano, Al Asad se congratuló por la firma del acuerdo y destacó que era un mérito del régimen y del pueblo iraní por haber soportado estoicamente las duras sanciones impuestas a ese país.

En los hechos, poco ha cambiado tras el acuerdo. Israel y Arabia Saudí se mantendrán escépticos y reticentes a confiar en las buenas intenciones de Irán y con seguridad el reino árabe se dispone ahora a incrementar su abultado gasto militar (US$ 80.800 millones en 2014) A su vez Irán continuará jugando al gato y al ratón con las potencias que tutelan el acuerdo pues no piensa renunciar al desarrollo de un programa nuclear. ¿Por qué debería hacerlo cuando hay otros países en la región que ya poseen el arma nuclear?

Los ciudadanos árabes son tradicionalmente indiferentes hacia Irán. Salvo aquellos residentes en el Golfo Pérsico que se muestran hostiles hacia su vecino persa toda vez que lo perciben como una amenaza para su propia supervivencia. Después de todo Irán es una república y Arabia Saudí o Kuwait monarquías. Que Irán haya logrado pactar con las potencias desarrolladas el levantamiento de sanciones, aunque de forma dilatada en el tiempo, pone nerviosos a los líderes árabes de la Península Arábiga que culpan a Irán por haber apoyado a grupos y tribus chiíes y fomentar así la violencia sectaria que corroe hoy buena parte de los estados árabes. Así pues, no todo era una fiesta en Medio Oriente el fin de semana, y eso que coincidió el acuerdo con el fin del ayuno prescriptivo en Ramadán y la celebración del Eid (fiesta de la ruptura del ayuno).

El objetivo de Obama es bastante evidente, comprometer a Irán en el combate a la violencia desplegada por el grupo terrorista Daesh o Estado Islámico y en la reducción de tensiones que atenazan la salida de conflictos varios en la región, desde Siria, Sudán o Yemen.

En cuanto a Irán, la firma del acuerdo le da un nuevo respiro y le permite abandonar la etiqueta de “estado paria”. La larga tradición milenaria de un país que supo ser imperio le ayudó a la hora de negociar, demostrando así que el régimen de los ayatolá sabe nadar y guardar la ropa. Queda por ver si ahora que tiene una oportunidad para restituir su imagen y demostrar al mundo que no es el paladín del terrorismo islamista la aprovecha sabiamente. ¡In sha Alá!

 

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