Por Susana Mangana ///
Los resultados de las elecciones legislativas celebradas ayer domingo en Turquía presagian vientos de cambio profundos para el sistema político de ese país. El triunfo de la izquierda encarnada sobre todo en el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), de extracción kurda, trunca los planes del Presidente Recep Tayyip Erdogan de convertir a Turquía en un régimen presidencialista. Por otra parte, aunque todavía un horizonte lejano y plagado de obstáculos, los kurdos continúan cosechando conquistas que les acercan a su anhelo histórico de concretar un Kurdistán independiente.
El viernes pasado Diyarbakir, capital del Kurdistán turco al sureste del país, fue escenario de explosiones que terminaron con la vida de dos simpatizantes del partido prokurdo e hirieron a más de un centenar de personas. En cambio, el domingo la ciudad era una fiesta. El HDP superó el umbral del 10% exigido, logrando 12,98% de los votos y 77 escaños.
El partido prokurdo logró conectar con los indignados turcos y aquellos grupos que constituyeron el germen de las protestas en torno al parque Gezi en 2013. Feministas y minorías étnicas y religiosas oprimidas por el ultranacionalismo turco prestaron su voto a la izquierda opositora del HDP. Otros kurdos de raigambre kemalista, que antaño votaban sin dudar al oficialismo, resolvieron ahora consolidar la identidad kurda tras los sucesos de Kobane, ciudad fronteriza con Siria, donde los peshmerga kurdos repelen el avance del Estado Islámico. El papel más que opaco del gobierno encabezado por Erdogan, que públicamente denuncia el terrorismo islamista pero en los hechos permite el paso de yihadistas o armas para los radicales del Estado Islámico (EI), indignó a muchos ciudadanos turcos, sean de origen kurdo o no, que desean terminar con las aspiraciones cada vez más autoritarias e inflexibles de un presidente cuyo carisma empieza a declinar.
Atrás quedaron los años en que Erdogan embelesaba a los líderes europeos, que lo citaban como modelo de liderazgo islámico para otras naciones musulmanas. Lejos quedaron también su rol y su influencia como mediador entre Israel y los árabes. Hoy son más los que denuncian el papel turbio que juegan las autoridades e instituciones financieras turcas sospechosas de involucrarse en transacciones financieras de compra-venta del petróleo que el Estado Islámico saquea del Kurdistán iraquí o la ineficacia en el control de sus fronteras por las que se “cuelan” milicianos y mercenarios que engrosan el delirio del califato islámico impulsado por esa organización.
Se estima que 15 millones de turcos son de origen kurdo, una etnia diferente a la árabe, con su propia lengua e idiosincrasia, y fieles del islam en su variante suní. Aunque una cifra difícil de cotejar, la nación kurda se compone de 46 millones y medio de personas distribuidas entre Turquía, donde ocupan 17 provincias que suman casi 200.000 kilómetros cuadrados, Irán, Siria e Irak. En este último país, fruto de la fragmentación política y descomposición étnica y confesional que se produjo tras la caída del régimen de Sadam Hussein, los kurdos gozan hoy de una autonomía que raya con la independencia. Controlan importantes yacimientos petrolíferos en el norte, Kirkuk e Irbil su capital, ocupan cargos de relevancia en el poder central de Bagdad con un presidente propio y son los responsables de luchar y frenar el avance de un Estado islámico implacable con las minorías: kurdos, cristianos y yazidíes.
Las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos han demostrado recientemente su apoyo a los kurdos, en especial en Irak, reconociendo que les son útiles en su lucha contra el flagelo de la violencia islamista y cuyos líderes resultan ahora más confiables para los intereses occidentales en la región.
Así las cosas, Erdogan consiguió una nueva victoria pero sufre un importante revés. Sus ciudadanos claramente no desean que continúe por la senda del autoritarismo y la imposición de cambios y leyes con cierto “tufillo” islamista conservador. El líder kurdo del HDP, Selahatin Demirtas, deberá ahora demostrar a los turcos más escépticos que su partido es inclusivo y que se aleja de la imagen de terroristas cercanos al PKK y la guerrilla kurda, muletilla que fue utilizada en su contra durante años por Erdogan y otros dirigentes del gobernante partido islamista AKP.
Habrá que esperar al desenlace del actual conflicto sectario instalado en Siria e Irak y las resoluciones que Occidente tome respecto de la contienda contra el EI para aventurar el nacimiento de un Kurdistán independiente. Por ahora, el resultado de las elecciones legislativas en Turquía perfila un escenario auspicioso pero todavía incierto para el aún oprimido pueblo kurdo.