Por Daniel Supervielle ///
El narcotraficante mexicano Chapo Guzmán y el empresario multimillonario norteamericano Donald Trump son las caras de una misma moneda. Parece que sus destinos estuviesen condenados a encontrarse; uno al norte y otro al sur del Río Bravo. Ambos han sido los personajes mundiales de las últimas semanas, lo que es un claro síntoma de las contradicciones con las que el continente americano se adentra en el siglo XXI.
El mexicano más famoso volvió a cobrar notoriedad por una de las fugas de cárcel más espectaculares de la historia y el estadounidense más rico por las apreciaciones más ofensivas, hirientes y racistas desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Mientras que el Chapo Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, se fugó por un túnel de un kilómetro y medio en una motocicleta tras bajar por un agujero que daba al piso de la ducha en la cárcel de alta seguridad llamada el Altiplano donde estaba preso, Trump, que corre por la presidencia de los Estados Unidos, soltó una frase que lo relanzó a las tapas de los diarios y al liderato de las encuestas de opinión: "Cuando México [nos] manda a su gente, no manda lo mejor. Envía gente con un montón de problemas y nos traen esos problemas: traen drogas, traen crimen, son violadores", sentenció.
Tras las reacciones indignadas de millones de hispanos y el aplauso de los conservadores norteamericanos, Trump arremetió con más fuerza y dijo: “No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable”. Y no solo eso, sino que se fue a la línea divisoria a visitar a las temibles patrullas fronterizas que persiguen como a ratas miserables a los mexicanos y centroamericanos que se juegan la vida cruzando el desierto en búsqueda de un futuro viable.
La misma frontera que el Chapo Guzmán conoce como nadie y que atraviesa a piacere desde hace varias décadas para introducir mensualmente toneladas de marihuana y cocaína, heroína y ahora metanfetaminas para el principal mercado consumidor de drogas del mundo, ¿el país de quién?… de Donald Trump.
Durante su visita a Laredo, Texas, el magnate dijo: "Un muro en la frontera nos ahorraría muchísimo dinero. Tenemos que levantar un muro". Que Trump esté utilizando un discurso provocador y polémico no quiere decir que no esté tocando una herida abierta precisamente en la frontera –mucho más que geográfica– que existe entre los norteamericanos y los latinoamericanos.
La fuga del Chapo Guzmán, demostrando la magnitud de la inoperancia del Estado mexicano, no hace otra cosa que alimentar la fogata prendida por Trump, lo que a su vez le quita argumentos a los mexicanos para contrarrestar la forma y el fondo del pensamiento del magnate. Y detrás de toda la polémica, la figura omnipresente del Chapo Guzmán, que se agiganta como mito popular. Un fuera de la ley que se yergue como símbolo de modelo alternativo al mundo absurdo que presenta Trump.
Ironías del destino o casualidades de la vida, Trump y el Chapo Guzmán alimentan lo peor de cada una de las dos sociedades, que encuentran en estos personajes voces o actitudes que los hacen pertenecer y enfrentar los miedos de la modernidad. Ambos tienen seguidores, aduladores, gente que les teme y gente que los odia, pero ambos, sin quererlo, le muestran a sus países a qué punto puede llegar la barbarie si no se enfrentan los problemas en serio y a su debido tiempo.
Foto Donald Trump: Scott Olson/Getty Images/AFP
Foto Chapo Guzmán: Procuraduría General de la República, Estados Unidos Mexicanos