Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi
La criatura nació en Santiago de Chile, el viernes pasado, y pesaba ocho Gobiernos. La llamaron Foro para el Progreso de América del Sur, pero, para abreviar, en el barrio se la conocerá como Prosur. Otros tres gobiernos, entre ellos el de Uruguay, asistieron al alumbramiento, pero solo a observar, según se aclaró. Por cortesía, quizá, para dar al menos los plácemes asomados a la cuna y que no se diga que uno es totalmente indiferente o insensible, tan luego cuando se trata de la llegada al mundo de una entidad concebida al calor del deseo integracionista.
Una nueva entidad. Una más. Parió la nona, se dirá, mientras a su alrededor se recitaba, como antes, como siempre, el mantra cansado de la integración. Por ahí andan las hermanas mayores de Prosur, Asociación, Alianza y Unión, vegetando o agonizantes, con el respirador a cuestas cuando no muertas, aunque la familia lo quiera ocultar maquillando los cadáveres, y un varón, Mercado, un bueno para nada que ya va para los 30 y que cuando sale a la calle le gritan fracasado.
Pero Prosur es otra cosa: va a ser ágil, flexible, liviano, desprovisto de horrible burocracia y por lo tanto barato y eficiente, con lo cual se abriga la esperanza de que no termine a su vez en el cajón del papel membretado. Es más, sus progenitores aseguran alborozados que nació sin ideología, lo cual es falso, por supuesto, pero parece que queda bien decirlo. La ideología es cosa sucia, nociva, se dice que enceguece a la gente, en especial a la gente tonta, es decir a los otros. Los demás tienen ideología, nosotros no; a veces, cada tanto, tenemos alguna idea, pero ideología jamás.
Solo que, por ejemplo, en el nombre del neonato aparece la palabra “progreso”, y aunque se sabe que sirve tanto para un barrido como para un fregado, un poco ideológica es, para qué negarlo. Suena antiguo, por lo demás, tiene polvo del siglo XX, incluso del XIX, y cualquiera diría que le dieron el gusto a la tía vieja, que lo había visto en la bandera de Brasil, le gustaba, y de tanto insistir se salió con la suya.
Pero en fin, si bien el nombre importa, lo fundamental, después de todo, es el propósito, que figura en la “Declaración de Santiago para la renovación y el fortalecimiento de América del Sur”. En ese documento, y después de decirse conscientes de nuevos desafíos etcétera, de ratificar, asentar, destacar, reafirmar, reconocer y expresar, los firmantes terminan efectivamente declarando, en seis puntos, cosas nunca antes dichas, como la voluntad que los anima “de construir y consolidar un espacio regional de coordinación y cooperación” en aras de “avanzar hacia una integración más efectiva” que “permita contribuir al crecimiento, progreso y desarrollo”.
Quien considere que esta prosa no es del todo convincente y que en el fondo algo de pereza hubo a la hora de redactarla, o quien se muestre severo al punto de creer que hasta Francisco de Asís quedaría impresionado por tanta pobreza, puede remitirse al cuarto de los puntos de la declaración, donde encontrará lo que busca, concreción: Prosur, se subraya allí, abordará “con carácter prioritario temas de integración en materia de infraestructura, energía, salud, defensa, seguridad y combate al crimen, prevención y manejo de desastres naturales”.
Tomá para vos, escéptico, que casi abandonás la lectura antes de llegar a esa frase y tenías dudas de lo que es capaz de encarar un espacio flexible, liviano, ágil y sin ideologías. Descreídos habrá siempre, que vean el vaso medio vacío y señalen, por ejemplo, que el acta de nacimiento no dice una palabra sobre los asuntos ambientales más allá de los “desastres naturales”, que si hay algo que requiere coordinación, cooperación, integración o como quiera llamársele son precisamente esos asuntos, y que esta gente vino a firmar su dichosa y ambientalmente muda declaración justo el Día Mundial del Agua.
Con una mentalidad así no se hace patria, y mucho menos Patria Grande, pero a no amilanarse, que de todas maneras, si esto no funciona, ya engendraremos otro. ¿Otro qué? Otro engendro, ¿qué más?
***
Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 25.03.2019
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.