Por Alejandro Bluth ///
En Rusia no hay libertad de prensa. Entre 180 países, figura muy abajo en la tabla, en el lugar 148. Cada año, la organización Reporteros Sin Fronteras arma y publica ese “ranking” mundial y al mirarlo volvemos a enterarnos que antes, durante y después del campeonato de fútbol que terminó ayer, los periodistas rusos trabajan severamente vigilados por el régimen de Putin.
Muchos sitios web han sido bloqueados, los blogueros rusos que disienten sufren hostigamientos sistemáticos y se censuran los mecanismos de búsqueda de datos. Fueron a la cárcel personas que le dieron “Me gusta” a noticias que al gobierno, evidentemente, no le gustaron. Los sistemas VPN, que habilitan la existencia de comunicaciones reservadas entre usuarios web, están prohibidos. Decenas de periodistas fueron asesinados en la era Putin, a muchos les propinaron golpizas graves y otros debieron exilarse. Las emisoras televisivas, mayormente manejadas por el gobierno, emiten acusaciones de traición para erosionar la popularidad de reporteros notorios y justificar su escarnio.
Los gobiernos “putinistas” han generado y aprovechado leyes con artículos y reglamentaciones de sentido equívoco y redacción ambigua, que funcionan como herramienta para criminalizar el trabajo de los cronistas bajo la tutela sombría de las “ofensas” al sentir religioso o patriótico. La fabricación de “evidencias” contra periodistas que hacen cabalmente su trabajo no es extraña ni nueva, pero ha arreciado en estos tiempos.
En este panorama de cercenamiento de la libertad de expresión subsisten medios de prensa que difunden información rigurosa y opinan con coraje; los anunciantes no se acercan demasiado, la publicidad no alcanza y solamente alcanzan a consumidores de “la inmensa minoría”. Esa es la gente que se entera y divulga los hechos “incómodos”.
A Vladimir Putin lo votó la mayoría del pueblo ruso. A propósito de esto, al verlo solamente a él protegido de la lluvia del cielo ruso mientras, en el mismo escenario, se empapaban los invitados, autoridades de similar rango de países extranjeros, pensé cómo titularía yo una notita dando cuenta del desliz revelador. Y recordé a James Madison, el político y presidente de Estados Unidos, apodado el “padre de la Constitución” que según me dicen inspiró a Artigas. En una carta, hace casi unos trescientos años, puso: "Un gobierno popular, sin información popular, o los medios para adquirirla, no es más que el prólogo de una Farsa o una Tragedia; o tal vez, ambas".
¿O hubieras preferido que terminara citando a algún autor francés?
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Sobre el autor
Alejandro Bluth (Montevideo, 1959), es editor, periodista, columnista y docente. Ganador del Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España-Agencia EFE y del Premio Latinoamericano de Prensa Vladimir Herzog. Trabajó en diversas publicaciones: Opinar; Jaque; Punto y Aparte y Revista tres. También fue director de Acción Cultural en la IMM, coordinador de programas sociales como Un niño, un libro e Infancia Patrimonio Nacional. Docente en Ucudal y en Ferrere/CPA Ferrere.