Por Ricardo Pascale ///
En los últimos 100 años se sucedieron tres Revoluciones Tecnológicas. Se desarrolló un crecimiento del conocimiento inédito en la historia de la Humanidad. Y también un crecimiento económico jamás visto. Pero fue un crecimiento desigual en los países.
Aparecen preguntas. ¿Qué es una revolución tecnológica? ¿En cuál revolución tecnológica se ubican la mayoría de los países emergentes? Esta última pregunta es importante. Pues según cuál sea la revolución en que esté ubicado el país, tanto mayor o menor será el alejamiento progresivo que tienen entre sí los países.
Las Revoluciones Tecnológicas estallan de tiempo en tiempo, y son un grupo de cambios tecnológicos de gran magnitud impulsados por innovaciones radicales, que producen cambios estructurales profundos en lo económico, lo social y lo político.
La Revolución Industrial (la primera) se ubica hacia 1771, teniendo como big bang, la hilandería de algodón de Arkwright en Inglaterra. Seguirán luego la incorporación del agua y el vapor a la manufactura, y luego aparecerán los ferrocarriles así como más tarde la electricidad, el acero y la ingeniería pesada.
Se llega al siglo XX. Allí aparece la Segunda Revolución Tecnológica en 1908, cuando Henry Ford produce su auto modelo T. Esta revolución se caracteriza por producción en masa estandarizada. Si alguien quiere tener una idea clara de ella, está excelentemente reflejada en la película “Tiempos modernos” donde actúa Chaplin.
En 1971 Intel desarrolla el primer microprocesador en su laboratorio de Santa Clara, en California, y se da comienzo a la Tercera Revolución Tecnológica, que es la era de la electrónica y las telecomunicaciones, en suma de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, interrelacionándose innovaciones radicales, tales como Internet y software. El conocimiento comienza a crecer, a impulsar la innovación, ésta da base a más productividad y de allí a mayor competitividad y, en definitiva, más bienestar de la población.
Las Revoluciones Tecnológicas suelen seguir etapas que comienzan con una irrupción. Después de la irrupción se dan dos o tres décadas de una etapa de instalación, que suele ser convulsionada, culminando en una reconstrucción del panorama institucional. De allí comienza el periodo de afirmación de la revolución, más ordenado, para luego terminar agotándose y dando paso a una nueva Revolución Tecnológica.
Este proceso lo expuso Joseph Schumpeter en 1911 con su concepto de “destrucción creativa”: Una innovación es sustituida por otra más productiva. Y en este proceso los países crecerán en la medida que tengan empresarios innovadores, es decir: que creen procesos, productos, formas de comercialización u organización nuevas y que sean explotadas exitosamente.
En este proceso aparece la Cuarta Revolución Tecnológica, hoy en irrupción. Ella está caracterizada por una interacción de tecnologías que hacen difusas las fronteras entre lo físico, lo digital y lo biológico.
Esta revolución cuenta con tecnologías que son un mundo de innovaciones, entre ellas la robótica, el Internet de Cosas, la Inteligencia Artificial, la nanotecnología, la biotecnología, la impresión 3D, las ciencias de los materiales, el almacenamiento de energía, la genómica avanzada y la computadora cuántica.
Esta revolución conocida como “4.0” ya presenta desafíos dada la velocidad impactante con que ocurre y la amplitud de campos que abarca.
A menudo los países en desarrollo han perdido los beneficios de algunas de estas Revoluciones. De hecho – exceptuando algunos sectores dinámicos – la mayoría de sus economías operan en la Segunda Revolución. Son fundamentalmente economías de cantidades (commodities) y productos de baja tecnología. Ello ha resultado en brechas negativas de bienestar y productividad entre los países emergentes y los desarrollados.
Uruguay no escapa a esta brecha negativa, no solo frente a países de larga tradición de tecnología, sino frente a otros que hace pocas décadas no tenían alto nivel de vida, tal el caso de Nueva Zelanda o Australia.
Eso es cierto.
Pero también es cierto que Uruguay, incluso por su tamaño, las características de su población, el territorio y sus instituciones tiene la oportunidad de reducir la brecha. Depende básicamente de los uruguayos.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 19.12.2018