Imagen: Pxfuel
Por Marcelo Estefanell ///
El 7 de octubre de 2021 se cumplen 450 años de la batalla de Lepanto, hecho bélico más difundido por haber participado Miguel de Cervantes Saavedra —siendo un simple soldado— que por la importancia histórica que tuvo el resultado.
Integrantes de la extrema derecha española, como el diputado Javier Ortega Smith, sostienen, que de haber ganado la flota turca, con el almirante Alí Pachá al mando, “todas las señoras que están en esta sala (por el parlamento europeo) vestirían el burka”.
Afortunadamente, en historia no se puede experimentar como en otras ciencias. Suponer qué hubiese sucedido en caso inverso, no pasa de meras conjeturas y especulaciones sin sentido.
De todas formas, si aquel conjunto de reinos y repúblicas cristianas, reunidas en la Liga Santa, no se hubieran juntado para enfrentar, en el Mediterráneo, al imperio Otomano, seguramente el Gran Turco hubiese dominado los mares por largo tiempo.
Un año antes, en febrero 1570, cuando el representante del Sultán Selim II se presentó ante el gobierno de Venecia exigiendo que le entregaran Chipre, la amenaza otomana llegó a su máxima gravedad. Estaba claro que Selim “el Rubio (o el beodo”) estaba dispuesto a dominar todo el Mar Mediterráneo, costara lo que costara. La derrota sufrida cuando intentó tomar la isla de Malta, en 1565, no pesó a la hora de exigir Chipre y otras prebendas.
La respuesta no se hizo esperar. Si bien Felipe II no estaba muy interesado en la liga, no pudo hacerse el distraído. Así pues, a la influencia del Papa Pío V y sus Estados Pontificios, se le sumaron las repúblicas de Génova y de Venecia, el Ducado de Saboya, la Orden de Malta y el Imperio Español; crearon la Santa Liga con Juan de Austria (hijo natural de Carlos V) al mando de aquella enorme flota. Más de doscientas galeras se reunieron en Mesina y uno de los 36 mil soldados que componían la infantería, fue Miguel de Cervantes.
La enfrentamiento comenzó temprano, en la mañana de aquel 7 de octubre de 1571.
Dicen que tendría que haberse denominado La Batalla de Scrofa o del Golfo de Pateras, para ser fiel al lugar exacto donde se encontraron ambas flotas, pero es en vano, Lepanto fue y Lepanto quedó. A don Miguel no podemos llamarlo “el Manco de Scrofa” y, menos, de “Pateras”.
La batalla duró pocas horas. A media tarde el Turco ya estaba vencido y los muertos y cautivos se contaban por miles. De las 200 naves turcas se perdieron 160. Las fuerzas cristianas liberaron ocho mil galeotes, tanto de un bando como del otro, y, entre ellos, había numerosas mujeres (es la primera vez que encuentro mujeres remeras y esclavizadas).
Quien 34 años más tarde escribiera el Quijote sobrevivió a las fiebres que lo aquejaban previo a la batalla y a dos disparos de arcabuz que recibió en la refriega, uno en el pecho y otro en el brazo, dejándolo tullido para siempre. En el hospital de Mesina se recuperó de sus heridas y continuó por tres años más integrando el Tercio Español junto a su hermano Francisco.
Muchos envidiosos correrían chismes mal intencionados sobre nuestro escritor cuando lo alcanzó la fama. Incluso el autor del Quijote apócrifo, quien siempre se escondió detrás de Alonso Fernández de Avellaneda (nombre falso y personaje aun misterioso), duda que don Miguel haya estado en la batalla más importante de su tiempo. Y don Miguel, con gran estatura moral y literaria, le responde el el prólogo de su auténtica segunda parte:
“(…) Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las miras, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron (…)”
Don Quijote de la Mancha, segunda parte, 1615.
Aún hoy, cuando recorremos lugares que recibieron tanta influencia de Venecia como del Imperio Otomano, sea Sicilia como la costa Dálmata, Creta como Andalucía, la historia se impone, las culturas se mezclan y, como una presencia sutil, adivino al autor del Caballero de la Triste Figura en aquella batalla decisiva, cautivo más tarde en Argel por piratas sarracenos y, al fin, después de tantos intentos de fugas y de traiciones, desembarcó en Denia par comenzar otra vida insólita (recaudador de impuestos) y regalarnos su obra.
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Marcelo Estefanell es escritor, apasionado de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Fue encargado de informática del semanario Búsqueda durante varios años, ha sido columnista de EnPerspectiva.net y ha participado como invitado en La Tertulia.
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