Editorial

Un ventanal en el rancho

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Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi

Cualquier relato necesita una organización. Cronológica, temática, en capítulos, en rúbricas, con o sin títulos internos, con o sin numeración, cada una de esas maneras de estructurar una narración, que pueden combinarse entre sí y que por cierto no agotan el repertorio, son también maneras de ordenar el mundo. Se trata de poner cada cosa en su lugar, aunque las cosas no tengan en sí mismas un lugar predeterminado, sino lugares que han sido diseñados para darles un sentido a esas cosas, o por lo menos intentarlo. La operación consiste, por un lado, en crear discontinuidades –tal cosa pertenece a tal categoría y no a otra– y por otro en suturar las discontinuidades que existen entre los fragmentos de mundo agrupados en una de esas categorías.

Porque así es el mundo, continuo y discontinuo a la vez – o, mejor dicho, así es para nosotros, necesitados de colocar fronteras para distribuir en provincias la realidad y de borrar o suspender las fronteras dentro de cada provincia. Para digerirte mejor, como habría dicho el lobo de Caperucita roja, que si no el caos aparente nos empacha. Desprovistos de cajones donde guardar los retazos no entendemos gran cosa, si bien los cajones en cuestión son artificiales, y lo sabemos.

Pero qué remedio, algún peaje hay que pagar para domesticar a la bestia de la realidad, contando su historia y haciéndonosla contar todos los días. Dándole forma, es decir informándola, transformándola en información, lo cual supone recortarla y despachar cada recorte a un casillero. Quien dice información piensa, tal vez ante todo, en medios de comunicación y en periodismo, seguramente porque allí es donde la visita con frecuencia, recorriendo sus compartimientos: agro, deportes, sociedad, cultura – o cultura y espectáculos –, política, economía, eventualmente ciencia – o ciencia y tecnología –, a veces rúbricas relativamente nuevas, como ambiente, o relativamente envejecidas, como policiales, judiciales o necrológicas, u otras, según las publicaciones, como sociales, diseño, consumo, viajes, gastronomía, y así. E internacionales, categoría complicada, quizá no más que otras, pero en todo caso más de lo que parece.

Cierto es que una porción de la realidad que se decide incluir en agro podría tener cabida en economía, y que sociedad suele tener un perímetro blando, donde de hecho casi todo puede ir a parar, pero en ninguna rúbrica el punto de vista y la relatividad que lo acompaña quedan tan de manifiesto como en internacionales. Pongamos un ejemplo, y se me disculpará que lo haga en primera persona: si En Perspectiva tiene la generosidad de difundir un comentario mío sobre algún asunto francés, será materia internacional, cuando para mí es doméstico.

Poca importancia tiene, se dirá, ya que lo que cuenta a la hora de definir la naturaleza de un material semejante es el espacio de difusión. Sea. Pero admítase, al mismo tiempo, que lo que ocurre en Francia es internacional en Uruguay siempre y cuando lo internacional abarque todo lo que se produzca fuera de fronteras, aunque sea un episodio doméstico de otro país, y no un tema propiamente internacional, que en sentido estricto refiere a las relaciones entre naciones. Demasiado estricto, probablemente, y además vago, hasta tanto no se defina con precisión qué son las naciones. Digamos geopolítica, entonces, aunque no es lo mismo, ni lo internacional tiene por qué limitarse a lo político, y menos aún a lo diplomático o a lo bélico, ni a lo comercial, que a menudo también asoma. Por no mencionar aquello que se ha ganado un estatuto global, al estilo del cambio climático, las migraciones o el terrorismo, sin reparar lo suficiente en que lo global es un criterio de escala y que por lo tanto cualquier asunto puede ser global si se lo observa en esa dimensión.

La represión en Birmania, la asamblea general de Naciones Unidas, la reforma laboral en Brasil, una hambruna en el cuerno de África, una cumbre del G7, las elecciones en México, el separatismo catalán: hay quienes prefieren llamar “mundo” a la sección donde hacer entrar todo esto y más. Pero no es sino un expediente, que no sólo no resuelve todos los problemas, sino que agudiza uno de ellos: el dichoso mundo parece ser lo que está afuera, menos ancho que antes, pero siempre tan ajeno. Y no. No hay rancho hermético. Estamos en el mundo, qué se le va a hacer. Mejor: el mundo somos también nosotros, y al mirar por la ventana, sí, cómo no, nos estamos viendo.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 23.04.2018

Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.

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