Editorial

Volando con el enemigo

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Por Rafael Mandressi ///

El domingo pasado se cumplió la segunda vuelta de las elecciones regionales en Francia. Una semana antes, en la primera vuelta, el Frente Nacional de Marine Le Pen había quedado primero en seis de las 13 regiones, así como en la cantidad total de votos en todo el país.

Siete días después, el juego de alianzas, el retiro de algunas listas y la movilización de muchos electores que se habían abstenido de votar dejaron a la extrema derecha sin ningún Gobierno regional. Gran susto y final con alivio, a un mes de los atentados en París y al día siguiente del cierre de la conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático.

Al cabo de ese mes movido y turbulento en Francia, ese mismo domingo, a las once de la noche, embarqué en un vuelo a Montevideo, con escala en Buenos Aires. Me dirigí a mi asiento, coloqué mi equipaje de mano en el compartimiento superior, dejé los diarios que llevaba conmigo en el piso y comprobé que tenía el somnífero en el bolsillo.

En el pasillo, una señora argentina, de mediana edad y vestida con calzas floreadas, intentaba hacer entrar su valija en el compartimiento. Sin éxito: su estatura y el peso de la valija le impedían completar la operación. Allí supe que era argentina, cuando renunció, extenuada, y se dio vuelta para vociferar en porteño, pidiendo ayuda.

Un azafato acudió presto al llamado y resolvió el asunto, sin darme tiempo a intervenir. Impedido de hacer gala de la proverbial caballerosidad uruguaya, permanecí en mi asiento reflexionando sobre las diferentes maneras de encarar un viaje semejante: yo iba con mi somnífero gatillado, y la señora con sus calzas, la vestimenta que con seguridad le parecía más cómoda para atravesar el océano sentada.

Entretanto, habían llegado los ocupantes de los dos asientos vecinos al mío. Una pareja. Franceses, sesentones de aspecto afable como suelen tener los recién jubilados del primer mundo. El señor se acomodó en el asiento del medio, la señora del lado de la ventanilla. Él tenía en sus manos una guía de América del Sur, que apoyó sobre su falda para abrir una revista que también traía consigo: Valeurs actuelles, un semanario cuya línea editorial consiste en propalar las tesis de la extrema derecha francesa.

A todas luces, habían seguido como yo las elecciones de ese día, pero no estaban al corriente de todos los resultados. La señora interrogó al azafato al respecto, queriendo saber quién había ganado en la región parisina, donde los circuitos cierran un poco más tarde que en el resto del país. El azafato lo ignoraba, de modo que me tomé la libertad de responder: ganó la derecha, dije, por poco. Y añadí, simplemente para sacarme las ganas, que el Frente Nacional no había ganado en ninguna región.

“Ya vendrá”, comentó el señor, con la tranquilidad del nuevo votante ultra, satisfecho y optimista, sabedor del predicamento creciente de que goza la señora Le Pen, en ancas de la versión francesa del “que se vayan todos”. Más de seis millones de electores votaron por su partido, que por cierto no atrae ya únicamente a neonazis de cabeza rapada, a racistas inveterados y a nostálgicos de la guerra de Argelia, sino también a una multitud de desconformes que de todas partes vienen, como el apacible jubilado con el que me aprestaba a volar durante trece horas y media.

Me dije que si fuera estadounidense, el señor votaría a Donald Trump y que en Europa tendría a quien votar en casi cualquier otro país. Me dije también que se equivocaba en su pronóstico: difícilmente la extrema derecha pueda ganar algún día. Habrá seguramente nuevos sustos, seguidos de nuevos alivios. Miré hacia el lado de la señora argentina, que ya tenía puestos los auriculares y el antifaz, y decidí que lo mejor era tomarme el somnífero cuanto antes.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, jueves 17.12.2015, hora 08.05

Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.

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