
Chile-Uruguay
Por Homero Fernández
Domingo 07.09.2025
El Estadio Nacional es histórico para el fútbol sudamericano porque es donde se han jugado más partidos de la Copa América por años ha tenido su propia leyenda negra, por culpa de los malos resultados y el abuso de poder.
Durante décadas la afición chilena le adjudicó al Estadio Nacional de Santiago la condición de ser un lugar de mala suerte. Y pensándolo desde la lógica del aficionado había suficientes pruebas como para declararlo culpable en ese rubro.
Fue inaugurado en 1938 en terrenos de la comuna de Nuñoa, muy cerca de la cancha del Campos Sports donde en 1926 la selección uruguaya había vencido a Chile 3 a 1 para coronarse Campeón de América. Un equipo uruguayo en el que ya destacaban José Nazassi, José Leandro Andrade, Lorenzo Fernández, Héctor Scarone y Héctor Castro.
De esas mismas tierras emerge la poesía del isabelino Omar Odriozola en la letra de “Uruguayos Campeones”, que originalmente se llamó “Dianas de Nuñoa”, y que recordaba las gestas gloriosas de la Celeste.
“Invictos en Europa, invictos en América /del mundo son campeones, /de América lo son/ lo mismo que en Colombes, /en campos de Nuñoa/ pasearon victoriosos el patrio pabellón”, cantaba la murga de los “Patos Cabreros” dirigida por José Ministeri, “Pepino”.
Según la leyenda de la maldición del estadio todo empezó en 1941 durante otra Copa América que entonces se llamaba Campeonato Sudamericano.
Chile había iniciado muy bien pasando por encima de Ecuador y Perú, pero el golpazo lo recibió contra Argentina y Uruguay. De hecho, contra los argentinos perdieron en el último minuto.
En 1945, en otro Sudamericano, Chile derrotó a Uruguay, Ecuador, Colombia y Bolivia.
Contra Argentina iba ganando 1 a 0 hasta que le volvieron a empatar inmerecidamente. Con Brasil, en el último partido, solo bastó un gol de los norteños, pese a las buenas ocasiones chilenas, para echar por tierra cualquier ilusión.
Brasil les volvería a ganar en los Juegos Panamericanos de 1952 aunque Chile había hecho una excelente campaña que volvió a incluir victoria sobre Uruguay.
En 1955, la Roja vuelve a perder una final esta vez ante Argentina. Un partido que estuvo rodeado de una tragedia en las afueras del estadio cuando durante una avalancha de público murieron siete personas y hubo más de un centenar lesionado.
La más importante de las derrotas se registraría en las semifinales del Mundial de 1962 cuando a pesar de un buen comienzo y de goles imposibles fallados, Brasil hizo lo suyo para golear al equipo dirigido por Fernando Riera y dejarlo sin la final deseada.
No había caso, la Roja no podía ganar nada jugando en el coloso de Ñuñoa.
A la leyenda negra del Estadio Nacional habría que agregarle una etapa trágica que escapa a la superstición y a las cábalas y se adentra en lo más profundo de la historia chilena y del mundo.
En las primeras semanas después del golpe militar del general Augusto
Pinochet, en septiembre de 1973, el estadio fue usado como un campo de concentración para los opositores al régimen. Se registraron torturas y fusilamientos contra decenas de personas y estimaciones de organismos internacionales afirmaban que habían pasado por allí unos 40 mil detenidos.
Después que regresó la democracia el estadio recibió la visita del Papa Juan Pablo II para unas jornadas con la juventud católica y que algunos interpretaron como un acto de exorcismo.
Dicen los chilenos que el mal destino del escenario empezó a cambiar en positivo cuando en 2008 convergieron dos elementos.
Primero fue el cambio de nombre del estadio que pasó a llamarse Julio Martínez Prádanos en homenaje a un destacado periodista deportivo.
Y, segundo, el partido del 15 de octubre de 2008 cuando Chile, ante 55 mil personas por las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica le gana 1 a cero a
Argentina con un gol de Fabián Orellana. Marcelo Bielsa era el entrenador.
Que esos hayan sido los factores que cambiaron dramáticamente la suerte del estadio sigue estando dentro del imaginario del hincha chileno, pero lo que es cierto, es que no hay mal que dure cien años… por lo menos en el fútbol.
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