Foto: En Perspectiva
En los últimos años, la violencia sexual –y en especial las violaciones grupales– se ha manifestado como un problema alarmante y recurrente en distintas partes del mundo.
Más allá del impacto devastador en las víctimas, estos crímenes suelen generar una carga adicional: la estigmatización y el silencio impuesto tanto por la sociedad como, a menudo, por el propio entorno de quienes han sufrido esa violencia.
Ese estigma perpetúa el sufrimiento, disuade la denuncia y dificulta el camino hacia la justicia y la recuperación.
En los últimos meses, el tema ha recibido la atención internacional por un caso ocurrido en Francia: el de Gisele Pélicot, una mujer que fue sometida a abusos sexuales colectivos por su esposo, que la drogaba con ese fin.
Además, aquí en Uruguay nos impactó recientemente el caso de Milagros Chamorro, la joven que se quitó la vida el pasado 25 de octubre, después de mucho tiempo de buscar justicia por la violación grupal que sufrió cuando tenía 15 años de edad.
En este contexto, se acaba de publicar un trabajo titulado “El estigma de la violación grupal”.
Conversamos En Perspectiva con su autora es la doctora en Ciencias Sociales Teresa Herrera, coordinadora de la Cátedra de Género y Generaciones de la Universidad CLAEH e integrante de La Tertulia.
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