El impacto en las adolescentes del algoritmo de TikTok, que premia la belleza y la sexualización
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TikTok es hoy la tercera red social más usada en Uruguay, detrás de Facebook e Instagram.
Según el Perfil del Internauta Uruguayo 2021, publicado este año por Grupo Radar, 31% de los usuarios de internet en nuestro país usa esta aplicación de origen chino. Es particularmente fuerte en el segmento más joven: entre los 14 y los 19 años.
Pero hoy no vamos a hablar de TikTok en sí, sino de su impacto en los y sobre todo las más chicas: no solo por los estereotipos de belleza idealizados que allí se encuentran, sino también por la hipersexualización que fomenta.
TikTok es un torrente de videos cortos que la aplicación le recomienda a los usuarios en función de a qué le ponen me gusta, qué videos se quedan viendo hasta el final y cuáles descartan rápidamente, y en cuáles ponen comentarios, aunque son secretos los criterios que explican con más detalle qué contenidos son destacados en la página Para Ti de la app.
Es la eficacia del algoritmo de TikTok lo que lo diferencia del resto de redes sociales: ha sido descrito como que casi que tiene la capacidad de leerte la mente.
Eso vuelve a la aplicación tremendamente adictiva y explica por qué ha crecido tanto: superó los mil millones de usuarios mucho más rápido que sus competidores y no se detiene.
Pero se sabe, por documentos internos de la compañía filtrados por el medio The Intercept, que TikTok instruyó a sus moderadores para que el algoritmo muestre menos a las personas consideradas feas o pobres, dado que podrían atentar contra el objetivo de retener el mayor tiempo posible a los usuarios. Es decir: la belleza, la ostentación y la sexualización son premiadas, algo que es notorio al usar la aplicación.
¿Qué efecto puede tener esto en las y los adolescentes? En la autoestima, por ejemplo, en la generación de trastornos de conducta alimentaria, incluso en la afectación de la performance sexual de los más jóvenes…
Para conversar sobre esto, recibimos en nuestro espacio Disrupción, Tecnología e Innovación a la socióloga Ana Laura Gudynas, que se dedica a investigar estos temas en la empresa Id Retail, de la que es gerenta de Insights y Analítica.
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Hoy día uno escucha repetidas veces que «hay estudios» para darle autoridad a las apologías públicas más diversas. ¿Quién sabe exactamente cómo funciona el algoritmo de Tiktok? ¿Tiktok define qué es lo que a la gente le gusta o la gente ya venía así y alimenta al algoritmo con sus preferencias? ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? ¿Muestran los mismos ideales de belleza en USA, en China o en Argelia? Los ideales de belleza a los que hace referencia la entrevistada, en occidente vienen por lo menos desde la posguerra y Hollywood ha hecho bastante más por ellos que tiktok. Más aún, el ideal de belleza masculino y femenino que se menciona en esta entrevista tienen mucho de la cultura grecolatina clásica: el equilibrio, la musculatura, la fuerza, la juventud.
Otras cosas a veces me asustan, porque en los hechos uno escuchando la nota queda al borde de la idea de que el mostrarse de una forma sexualizada está mal, que es algo que aún quien en uso de su libertad lo hace porque quiere, debería ser «protegido» de su propia voluntad. Y lamentablemente, aunque lo neguemos, la adolescencia no es una etapa fisiológica, sino una creación cultural. La gente en la adolescencia se va sexualizando sola, porque fisiológicamente ya maduraró y normalmente está con sus niveles hormonales en el máximo de nuestra vida. Sin dudas esos adolescentes requieren ser tutoreados por los adultos, porque socialmente todavía son inmaduros. Pero la búsqueda de mostrarse sexualizados la tuvimos todos en la adolescencia, por mucho que los adultos se escandalizaran y desearan con todas sus fuerzas que siguiéramos siendo niños. Las redes en esto no inventaron nada, excepto la facilidad para difundir y ver contenidos. Tampoco es nuevo que los adultos tiendan a ver a los adolescentes como niños que deberían ser indiferentes a la sexualidad.
Hay también una apología de la fragilidad de la gente, que según esta perspectiva, si ve cuerpos diferentes a los suyos se «quiebra» moralmente. Esta moral siglo XXI que tiende a responsabilizar a unos por la fragilidad emocional de los otros no sirve para regular la convivencia entre adultos ni para preparar a los jóvenes para la vida adulta. Mucho más útil es hablar con los jóvenes acerca de cómo vivir con el cuerpo que les tocó en suerte. Templar el carácter de los jóvenes es mucho mejor que pretender rodearlos de algodones. Personalmente siempre disté mucho de parecerme a la réplica del David que está en la intendencia y lo llevé bastante bien.
Por último, hay también una suerte de apología a la obesidad como característica identitaria. Nadie tiene derecho a burlarse de la obesidad ajena, como no tiene derecho a burlarse de ninguna enfermedad o trastorno de salud. Pero eso no significa que esté mal que quien es obeso –sea inspirado por una recomendación médica o por seguir a alguien en las redes– decida hacer dieta para regular su peso. La obesidad es un derecho, como lo es fumar, ser alcoholico, cocaínómano, etc. Pero no es saludable ni deseable ninguna de estas cosas, que siempre tienen que ver con problemas de autorregulación emocional, ansiedad, depresión. Esto es bastante curioso además en un país en el que celebramos hacer sentir reprobación social a los fumadores.
En los 80, Jane Fonda en USA hizo un programa en el que hacía gimnasia por la televisión. Con el tiempo, quizá por ser a una figura pública, Fonda generó en la cultura popular de ese país la propensión a hacer ejercicio para mantenerse en forma. Esto en un país en el que el tema de la alimentación y mantener un peso saludable es un drama nacional. Tiktok no inventó tampoco esto. ¿Era dañino lo que hacía la sra Fonda? Yo creo que no.