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"La familia real británica no es racista" dijo el jueves el Príncipe Guillermo, siguiendo con la contraofensiva lanzada después de que su hermano Harry denunciara converaciones en la Casa Real sobre el color de piel que tendrían sus hijos con la estadounidense mestiza Meghan Markle.
En una explosiva entrevista televisiva con Oprah Winfrey, vista por cincuenta millones de personas en todo el mundo, Harry y Meghan afirmaron que algún miembro de la familia -que no fueron ni la reina ni su esposo Felipe- había mostrado "preocupación" por el color de piel de tendrían sus hijos, ya que la madre de Meghan es negra.
Esta acusación provocó una grave crisis en la monarquía en un país donde la fuerza del movimiento Black Lives Matter llevó recientemente a revisar la historia colonial y su relación con la trata de esclavos.
Ahora el tema está bajo la mirada de todo el planeta, en especial en Estados Unidos, donde vive la pareja desde su estrepitosa salida de la monarquía el año pasado, y en la Commonwealth, un conjunto multirracial de más de 50 países en los cinco continentes unidos por sus lazos históricos con la corona británica.
En este contexto, la realeza lanzó una respuesta que, pese a su tono conciliador, dejó claro que estas acusaciones no serían aceptadas sin discusión.
Pero el posible racismo en la Corona no fue el único tema que la pareja expuso en la entrevista. La esposa del príncipe Harry dijo también que pensó en suicidarse y que no tuvo apoyo de la familia real. Acusó a la realeza de decirle que no sería bueno para la institución acudir en busca de ayuda psicológica.
Profundizamos en las repercusiones que generó esta entrevista en Londres, donde obviamente se instala una vez más el debate sobre el rol de la realeza, y la discusión "monarquía sí, monarquía no". Conversamos con Joaquín Thul, economista uruguayo radicado en Londres, colaborador habitual de En Perspectiva.