EN PERSPECTIVA
Viernes 17.4.15, hora 8.19.
EMILIANO COTELO (EC): La calidad del agua de OSE ha sido puesta en tela de juicio a raíz de los problemas de contaminación que acaban de afectar a la laguna del Sauce, pero antes también por lo ocurrido hace un par de años en la cuenca del río Santa Lucía.
El ingeniero agrónomo Daniel Panario viene advirtiendo sobre estos riesgos desde la década del 90 y ha denunciado varias veces que “falta voluntad política” para abordar problemas como los que ahora aparecen.
¿Cómo observa él la actitud del nuevo gobierno?
Hay varias preguntas que vale formularle. Estamos con el propio ingeniero Panario, profesor grado 5 de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, director del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales y coordinador de la Maestría en Ciencias Ambientales.
Hace unos días el fiscal Enrique Viana sostenía que los problemas con el agua de OSE se producen por una cadena de omisiones. “El Estado se asocia a privados que contaminan y no ejerce controles ni impone límites, el Poder Judicial no interviene y los jueces no hacen lo que deben hacer, y los ciudadanos no ejercen su ciudadanía y esperan que alguien les resuelva el problema.” ¿Qué dice sobre ese paquete?
DANIEL PANARIO (DP): En general coincido bastante con el fiscal Viana. No es exactamente la situación actual, por lo menos en cuanto a declaraciones públicas. El tema fue puesto en la agenda política ya por el propio presidente de la República; más allá de lo que piensen las personas con relación al señor presidente, no cabe duda de su ejecutividad. Por lo tanto entiendo que estamos entrando en una nueva etapa con relación al problema. Pero la historia anterior es muy parecida a lo que dice el fiscal Viana.
Yo creo, con todo, que la gente se ha movido. Está preocupada, en la opinión pública este tema está en primer plano, y creo que parte de que esté en primer plano en la agenda política se debe a la preocupación de la gente. No creo que la gente se haya quedado pensando “que alguien resuelva el problema”. Están los comités de cuenca, allí hay participación de la sociedad civil muy claramente. Es cierto que hasta este momento a los comités de cuenca no se les estaba dando ninguna importancia con relación a las cosas que decían o que planteaban, porque su opinión no es vinculante. Eso es un error del plebiscito del agua. De todas maneras, da la impresión de que frente a las situaciones que se empiezan a dar la opinión de los comités de cuenca va a tener repercusión.
EC – Hace dos años el agua de las canillas de Montevideo tuvo gusto y olor desagradables, y eso generó una gran preocupación por los problemas de la contaminación del río Santa Lucía. Ahí estalló el tema del río Santa Lucía, pese a que ya se había hablado, por ejemplo en declaraciones suyas y de otros técnicos, en el tiempo previo. Ahora está en el tapete el caso de la laguna del Sauce. ¿Hay alguna otra cuenca sobre la que usted ponga un alerta en el corto plazo?
DP – Prácticamente todos los lugares de donde se está tomando agua superficial y que hay embalses tienen problemas.
EC – ¿Todos?
DP – Prácticamente.
EC – ¿O sea?
DP – Por ejemplo, todas las lagunas costeras, de varias de las cuales se saca agua potable están con problemas serios. Por ejemplo la laguna de Rocha, la laguna de Castillos, los lagos de Rincón del Bonete, Palmar, Baygorria, sobre todo Palmar es un desastre absoluto desde el punto de vista de su estado con relación a las cianobacterias. El río Uruguay está permanentemente así, el Río de la Plata; este verano hubo que crear, en parte por iniciativa mía en Canelones, la bandera roja con una cruz verde para avisarles a los bañistas que si bien las condiciones atmosféricas eran correctas no se podían bañar algunos días por la presencia de algunas de estas cianobacterias.
EC – Pone el acento en una novedad, un nuevo tipo de bandera, un nuevo tipo de prohibición de bañarse. No ya por el viento, no ya por el oleaje, sino por el estado del agua misma.
DP – Efectivamente.
EC – Usted dice que el agua de OSE no es confiable desde hace 15 años. Y además remarca que ha venido alertando sobre estas situaciones desde 1990.
DP – Así es.
EC – Entonces, ¿se puede decir que estos problemas en realidad no tienen su origen en el bum agroindustrial?
DP – Empezaron antes, no tengo ninguna duda. La primera floración de algas de este tipo, las cianobacterias, la presencié cuando trabajaba en Salto Grande, cuando se estaba construyendo la represa. Quiere decir que estos problemas vienen de larga data, lo que se ha incrementado es su frecuencia e intensidad.
EC – ¿Cuáles son las causas entonces? ¿Podemos hacer un repaso?
DP – Las causas son muy diversas y han ido cambiando con el tiempo. En algún momento en las ciudades del interior el tema del saneamiento era un tema crucial. La OSE ha venido generando planes para el tratamiento terciario en una cantidad enorme de centros poblados. Entonces por ese lado se empieza a prevenir, pero por el otro lado empieza el bum del desarrollo de la agricultura en todo el territorio, el aumento del área ocupada por cultivos en función de nuevas tecnologías, con lo cual mientras se previene por un lado con ciertas inversiones, se deteriora por otro.
Además hay un problema casi de mentalidad de la dirigencia técnica con relación a esta temática. Durante muchos años lo importante era la cantidad de agua…
EC – ¿Cómo que era la “cantidad de agua”?
DP – Claro, cuando no teníamos problemas serios de calidad lo importante era la cantidad para darle agua potable a una población cada vez mayor. Con eso Uruguay llegó al récord de tener el 90 y tanto por ciento de la población conectada a cañerías de agua potable. Pero cuando el tema era cantidad se apostó a las vías superficiales, ríos, arroyos, embalses, etcétera, y se fue abandonando el agua subterránea, que es más cara, se obtiene en menor cantidad, requiere muchos pozos, muchos motores, etcétera.
El tema es que cuando el problema deja de ser cantidad para ser calidad se requieren otros actores y un diálogo de igual a igual entre quienes trabajan en aspectos de cantidad, que obviamente son ingenieros, y quienes tienen que ver con la calidad del agua, que son otras disciplinas, fundamentalmente biólogos, pero también geógrafos, para determinar la distribución en el espacio de las distintas actividades, en fin. En eso todavía hay una cierta hegemonía, por el prestigio bien ganado, seguramente, de ciertas profesiones, entonces se sigue apostando como plan B a una alternativa similar a la que nos trajo problemas.
EC – ¿Qué es eso de “una alternativa similar a la que nos trajo problemas”?
DP – Por ejemplo, la represa de Casupá. La OSE dice “vamos a hacer otra represa”, va a hacer otra represa en otra área agrícola y en otro arroyo que ya tiene altos niveles de fósforo. Entonces vamos a tener otro paso Severino. Paso Severino está totalmente eutrofizado, a pesar de los esfuerzos en el saneamiento, etcétera, porque tiene los tambos, la agricultura. En esos 30 centímetros de barro que se sedimentaron en paso Severino viene todo el fósforo, ha quedado ahí; se resuspende cada vez que hay viento, etcétera, con lo cual es muy difícil volver atrás. Entonces la solución para el problema de calidad no es seguir aumentando la cantidad de embalses. A su vez, empieza a haber cosas contradictorias.
EC – Si entiendo bien, la solución es la regulación, para empezar, de una serie de actividades. ¿Qué más?
DP – Posiblemente buscar trabajar nuevamente con otras fuentes alternativas, por ejemplo el agua subterránea.
EC – En un repaso rápido, las causas de estos problemas de contaminación que después repercuten en el agua que sirve OSE son, en distintas proporciones, según el lugar y la época: agroquímicos utilizados en el agro, efluentes provenientes de los tambos, efluentes de actividades industriales, aguas servidas de casas de familia en zonas donde no hay saneamiento… ¿y además también el cambio climático?
DP – Sin lugar a dudas. Estas floraciones o “explosiones” de cianobacterias se producen en parte por un problema de temperatura y de luminosidad. Son organismos fotosintéticos; cuanto más sol, mejor para ellos, y a su vez, cuanto más temperatura dentro de ciertos rangos, también. El problema fundamental, de todas maneras, es la presencia de fósforo y nitrógeno.
EC – Y el fósforo y el nitrógeno, ¿de dónde vienen?
DP – Vienen de los fertilizantes de la agricultura, de los tambos, de una cantidad de formas de población que no están conectadas a redes con tratamiento terciario. Para este tipo de remociones se requiere el tratamiento terciario.
EC – ¿Qué es el tratamiento terciario?
DP – Es el que logra finalmente remover fósforo y nitrógeno.
EC – Ahí vamos al problema de los filtros, de qué tipo de filtros.
DP – No es solo un problema de filtros, es también un problema de tipo de tratamiento que se le hace al agua. Es un tema bastante complejo.
EC – ¿En qué medida está comprometida la salud con este tipo de episodios? Usted ha alertado por el aumento de casos de cáncer por ejemplo en las poblaciones cercanas a Rincón del Bonete. ¿Se ha podido establecer relación entre esa situación y la calidad del agua en el río Negro?
DP – No, en absoluto. Además eso fue hace muchísimo tiempo, había sido tratado en el Consejo de Facultad de Ciencias, pero luego los datos no confirmaron tal cosa.
EC – Usted también habló en determinado momento de que había que vincular estos procesos con aquel caso de muerte de ovejas en las costas del río Negro.
DP – Eso sí, sin duda esa es la relación causal de la muerte de ovejas en el embalse del río Negro, fue efecto de la microcistina. En ese caso no hay duda, pero el sistema veterinario no estaba preparado para observar este tipo de cosas. Si usted busca en la web, incluso en la de la propia Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, allí se dice que estas toxinas generan mortandad de animales.
EC – Hablemos de la microcistina. ¿Qué clase de impactos en la salud humana pueden provocar estos problemas de contaminación? Se lo pregunto sobre todo teniendo en cuenta lo que se dijo ayer durante la interpelación a la ministra de Vivienda y Medio Ambiente. El diputado Germán Cardoso habló de la “peligrosidad” de la microcistina, que es, advirtió, “diez veces más potente que el cianuro”, “es una toxina que afecta severamente la salud del ser humano. La microcistina es producida por las floraciones de cianobacterias tóxicas de aguas superficiales”.
DP – Efectivamente. Normalmente se filtra con carbón activado, como está haciendo la OSE en este momento.
EC – ¿Qué es la microcistina?
DP – La microcistina es una toxina generada por estas cianobacterias, a medida que van muriendo van liberando esas toxinas.
EC – Y acumuladas en el cuerpo humano, ¿qué producen?
DP – Son bioacumulables, se acumulan efectivamente, como otras sustancias, y son hepatotóxicas, carcinogénicas, teratogénicas…
EC – Traduzcamos todo eso. ¿Qué es “hepatotóxicas”?
DP – Que afectan el hígado de las personas y pueden producir problemas tumorales con el andar del tiempo… por encimas de ciertas dosis. Por algo se establecen límites con relación a lo que se puede tomar para que sea considerado tóxico. Pero una cosa es la toxicidad aguda y otra cosa es la que se puede generar bebiendo durante 70 años agua con toxinas. Afortunadamente no las tenemos durante todo el año, son cosas que ocurren con cierta frecuencia, en general en los meses cálidos. En el caso de paso Palmar el año pasado se mantuvieron durante el invierno, lo cual me dejó más preocupado de lo que estaba generalmente. Hasta ahí uno pensaba que esto ocurre en un período y después desaparece.
Mi preocupación fundamental no es general en los lugares donde la OSE trabaja con tan buena tecnología como Maldonado y Montevideo. Más allá de que se le escapen a veces el color, el olor y el sabor, creo poco que se le escapen las toxinas por encima de la norma. Claro, la norma es una norma. Yo siempre digo que estas cosas siempre cotizan a la baja, cada vez se decide volver a bajar los plaguicidas, todo ese tipo de cosas, porque siguen teniendo efecto, como ocurre con el caso del arsénico. Si uno revisa, la Agencia de Protección Ambiental americana para algunas sustancias pone “valor admisible tanto, valor deseable cero”.
Yo he dicho esas cosas, entre otras razones, para sacudir las cabezas. Es muy difícil establecer las relaciones causales, sobre todo para un país como el nuestro. Son las universidades de los países de primera línea en materia de investigación las que han logrado finalmente, con un complejísimo proceso de investigación, determinar relaciones causales en algunos de estos problemas.
EC – ¿Entonces lo que usted ha declarado en todos estos años no es alarmismo? ¿No se le va la mano en la exigencia, pueden sostener algunos gobernantes?
DP – Por supuesto que sí, además lo sostienen y pueden tener razón. Yo digo que la gente tiene que estar prevenida y que existen evidencias de que somos una población de riesgo. El Uruguay es una población de riesgo, estamos en los primeros lugares del mundo en materia de ciertos cánceres, algunos de los cuales tienen una relación con el agua. Eso es lo que yo puedo decir; soy un científico, lo único que puedo dar es una hipótesis para ser probada. Algunos científicos las han tomado, este tipo de investigación en algunos casos se está haciendo. Tampoco han llegado a demostrar que sea así, porque es muy difícil, las muestras tienen que ser muy grandes. Hay muchos factores predisponentes en la sociedad uruguaya, pero también los hay en la sociedad francesa, más o menos los mismos, y estamos por encima de ellos, claramente.
***
EC – Como se imaginará, hay cantidad de preguntas de los oyentes. Y algunas apuntan a que usted dé recomendaciones sobre qué hacer con el agua, teniendo en cuenta estos inconvenientes, estos riesgos de los que hablaba.
Por ejemplo, un oyente quiere saber si para cocinar se puede utilizar tranquilamente el agua de OSE. “¿Hervirla inactiva las cianobacterias?”
DP – No, en absoluto. No inactiva las toxinas de las cianobacterias. El agua se hierve para evitar patógenos, y el agua de OSE no contiene patógenos, por lo tanto hervirla o no hervirla es lo de menos. Y tomarla o no tomarla también es lo de menos.
EC – ¿Cómo que tomarla o no tomarla es lo de menos, si usted ha dicho que no toma agua de OSE?
DP – Digo que no tomo pero en realidad a veces tomo. Cuando uno toma un café toma agua de OSE, cuando toma un té por ahí, hasta un refresco muchas veces está generado con agua de OSE. En definitiva es un problema de cantidad y de tiempo.
EC – Pero toma menos agua de OSE que otra gente.
DP – Efectivamente, eso es así.
EC – ¿Por qué recomienda que incluso en épocas normales, sin que esté de por medio un incidente como este de Maldonado de ahora, es mejor no tomar agua de OSE o tomarla habiendo colocado filtros en determinadas canillas de la casa?
DP – Hay un problema que es inherente al tratamiento que se le hace, el ataque del hipoclorito de sodio, que es lo que se utiliza para desactivar los microorganismos. Eso genera compuestos peligrosos, llamados trihalometanos, y eso forma parte del proceso. En general se encuentran por debajo de la norma, pero el agua llega todavía con cloro remanente a las canillas. Quiere decir que si en su trayecto se agrega materia orgánica –por alguna filtración del caño, por las tuberías antiguas de hierro– ese cloro va a seguir actuando, atacando materia orgánica y generando trihalometanos. De eso no hay ningún análisis, porque la OSE analiza el agua en el momento en que la envía, pero no se analiza cuando se recibe. A su vez, una gran cantidad de conexiones de la OSE están bajo caños de plomo. En Ciudad Vieja, parte del Centro, en algunos lugares de Malvín.
EC – Eso puede ocurrir incluso en edificios, dentro mismo de un edificio.
DP – Dentro mismo de un edificio cañerías de plomo quedan pocas, y en todo caso eso es responsabilidad de los propietarios. Pero la conexión no es responsabilidad de los propietarios, es responsabilidad de la OSE, y hace un tiempo había 13.000 conexiones con plomo. En Londres se eliminaron las conexiones con pomo en 1936, cuando se descubrió que el bajo rendimiento de los niños en las escuelas estaba vinculado a la presencia de plomo en el agua potable.
EC – ¡Impresionante ese dato!
DP – En algunos lugares no habrá ningún problema. Yo en este momento estoy viviendo en San Luis, y la mayor parte del tiempo el agua de San Luis viene de pozos que hay en San Luis, la puedo tomar con total tranquilidad. A veces la gente se preocupa porque el agua sale blanca, pero cuando sale blanca casi siempre es agua de pozo, son burbujas que después desaparecen.
EC – ¿Qué tipo de filtros hay que utilizar?
DP – Depende de lo que usted quiera filtrar.
EC – Vamos para atrás, colóquese en el lugar del oyente que tiene que resolver el tema en su casa: ¿qué tipo de filtro tiene que poner?
DP – Pero yo no sé cuál es su casa y cuál es su problema. Porque las distintas fuentes de agua potable tienen distintos problemas.
EC – ¡La solución es más complicada de lo que parece!
DP – Por supuesto. Si tiene conexión de caño de plomo no lo va a arreglar con carbón activado. Si está en una zona de esas donde el agua de pozo naturalmente trae arsénico tampoco lo puede resolver con carbón activado, hay que usar otros sistemas de depuración, que por supuesto existen, no lo puedo explicar en 10 minutos, y lo puede hacer cada quien, además.
EC – ¿Las empresas que proveen filtros para uso familiar tienen en cuenta todos esos factores, o distribuyen filtros al barrer?
DP – Hay de todo un poco. Hay filtros al barrer que lo único que filtran es material particulado, hay algunos que son solo con carbón activado, hay otros que tienen casi todo lo necesario para filtrar casi cualquier cosa –digo casi, porque muchos no filtran el arsénico, por ejemplo– y hay algunos, los que tienen ósmosis inversa, que son carísimos, que por supuesto filtran prácticamente todo. Entonces no puedo dar una receta, cada lugar tiene un problema diferente. Qué le vamos a hacer, es un problema complejo.
EC – ¿Usted no está trabajando para las empresas importadoras de filtros?
DP – [Se ríe.] No, no.
EC – Se le ha dicho eso.
DP – Sí, me han dicho. O para las empresas que venden agua embotellada. Agua embotellada que no controla nadie, por otra parte. Debería controlarla el Ministerio de Salud Pública, pero nunca he visto un resultado de un análisis de las aguas embotelladas.
EC – ¿Desconfía también del agua embotellada?
DP – En algunos casos sí. Había un agua embotellada que traía en la etiqueta el análisis, y en el análisis venían dosis de nitratos que estaban por encima de la norma. Cuando dije eso por la prensa cambiaron la etiqueta; a lo mejor ahora además cambiaron la fuente. Pero sí, desconfío también del agua embotellada, desconfío de los filtros y desconfío de la OSE. ¡Qué le voy a hacer! [Se ríe.]
EC – ¡Usted es un agitador! Por lo menos, es un agitador.
DP – Llámele como quiera.
EC – Lo digo en el buen sentido del término: pone el acento en determinados aspectos que quizás no se están teniendo en cuenta con la seriedad que el asunto merece. Tampoco dice que estemos ante una catástrofe…
DP – En absoluto.
EC – … que nos vayamos a morir si tomamos el agua de OSE. Usted dice “ojo con esto, aquello y lo demás allá”.
DP – Efectivamente. A su vez, los gobiernos en general temen el escándalo público, y en Uruguay no existe escándalo público. Estamos en una sociedad madura, que sabe que tiene que preocupase de un tema, pero no he visto que a nadie le haya dado un ataque de pánico porque no puede tomar agua. La gente sigue tomando el agua de la canilla, si no tiene otra, porque a su vez económicamente la mayor parte de la gente no puede acceder a un filtro de primer nivel.
EC – Ese es un tema, ¿qué pasa con quien no puede pagar un filtro para su casa?
DP – Se puede fabricar un filtro, pero tiene que saber qué filtro va a fabricar, porque depende de dónde esté. Y algunos finalmente, aunque sean fabricados por la persona, empiezan a ser caros. Si tienen que llevar resinas intercambiadoras, por ejemplo, no son tan caras en grandes volúmenes, pero son carísimas si uno va a buscar un kilo. Mi preocupación va por esos lados también. En campaña la gente se puede resolver con agua de su pozo superficial, porque no está contaminado; en lugares donde no hay tanto tránsito se puede hacer una aljibe, recoger el agua del techo. Yo me crié tomando agua de aljibe en mi casa de Pando, después se empezó a tomar agua de OSE.
EC – ¿El agua del techo ahora no resulta también poco confiable, teniendo en cuenta las lluvias ácidas y todo ese tipo de fenómenos?
DP – El problema no es la acidez, el problema es cuando aparecen metales pesados, ese tipo de cosas.
EC – OSE invirtió más de 40 millones de dólares en la cuenca del río Santa Lucía. Usted conoce el detalle de esas inversiones, ¿le parece suficiente esa reacción que hubo en los últimos años?
DP – Sí, sí. Además OSE puede hacer lo que puede hacer; a OSE le llega el agua que le llega y tiene que hacer el mejor tratamiento posible, y eso lo ha venido haciendo.
EC – Concretamente, ¿OSE tiene los filtros de carbón activado correspondientes?
DP – En la cuenca del Santa Lucía sí, en Aguas Corrientes sí los tiene, en Maldonado el proceso es otro pero ha sido bastante eficiente, a un costo altísimo, por supuesto, que es parte de las cosas de que yo me quejo. Se privatizan los beneficios de los procesos productivos y se socializan los desperdicios, porque finalmente esos 300.000 dólares que le está costando a la OSE los pago yo, los paga usted, los paga el oyente.
EC – Esta crisis en Maldonado le está costando 300.000 dólares a OSE.
DP – Exactamente.
EC – Entonces lo que se ha hecho en Aguas Corrientes, lo que ha hecho OSE en su planta en la zona del río Santa Lucía está bien encaminado.
DP – Sin duda.
EC – ¿Cómo ve las otras líneas de acción que ha planteado el gobierno? En la administración Mujica se puso en marcha un plan relativo a la cuenca del río Santa Lucía a raíz del episodio de marzo de 2013.
DP – Efectivamente, pero después la ejecutividad de ese plan fue más o menos cero. Además ese plan tenía bastantes cosas muy bien pensadas y otras que estaban equivocadas por falta de una visión interdisciplinaria, de un diálogo franco entre disciplinas.
EC – Por ejemplo, ¿cuál medida estaba mal enfocada?
DP – Por ejemplo, los límites con relación a hasta dónde se puede plantar un cultivo sobre las vías de drenaje que alimentan a Aguas Corrientes. Ponían un límite fijo en función de los padrones sin tener en cuenta que el río Santa Lucía puede crecer y en algunos lugares avanzar, yo qué sé, un kilómetro tierra adentro, entonces lo importante es el área de inundación, no el borde.
Después hay una cantidad de planes relativamente contradictorios. El plan del Ministerio de Agricultura es hacer represas para riego por todos lados. Cada represa, según dónde se haga y según la calidad de agua que llegue a ese embalse, puede ser un foco de producción de cianobacterias que después vamos a lanzar hacia los lugares de donde se saca el agua para potabilizar. Hay que generar un diálogo interdisciplinario y explicarle después al sistema político cuáles son las interacciones que se producen entre ciertas actividades que se planifican y qué es lo que queremos. ¿Queremos agua potable o queremos producción de soja transgénica con glifosato, que ahora se sabe que a su vez es cancerígeno, etcétera?
EC – ¿O sea…?
DP – [Se ríe.] Hay que tomar decisiones políticas.
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EC – Hay que tomar decisiones políticas. Pero al mismo tiempo hay que cambiar la cabeza, parece.
DP – Sin lugar a dudas. A su vez hay que generar un diálogo interdisciplinario con relación a qué, cómo, dónde y cuándo. Cosa que puede ocurrir a nivel de las comisiones de cuenca, pero hasta el presente no estaba ocurriendo. Como sus decisiones no son vinculantes ni siquiera llegaban a las zonas de decisión, entonces las actas no eran conocidas por quienes tomaban la decisión. Ni siquiera conocidas, no digo que les hicieran caso. Hay que cambiar unas cuantas cosas para que esto funcione.
EC – ¿Los organismos que deben controlar tienen la infraestructura, el personal, están en condiciones?
DP – En algunos casos sí, en otros no. En el caso de la agricultura, por ejemplo, no hay ninguna duda de que no se tiene la capacidad de controlar el uso del suelo. Los planes de manejo, que son un paso adelante, sin duda, son un saludo a la bandera si no se controla cuál fue el plan. En primer lugar, nadie lee cómo se hizo ese plan, y los agrónomos en general no están formados en conservación de suelos. En segundo lugar, tampoco se controla si el plan se cumple. Y no se puede controlar, entre otras cosas porque tampoco se tiene la cantidad de personal para hacerlo.
En otro tipo de temas sí, la Dinama (Dirección Nacional de Medio Ambiente) tiene bastante personal y eventualmente puede recurrir a otros funcionarios para aumentar su capacidad de control. De todas maneras debería incorporarse más personal capacitado en materia de control.
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Transcripción: María Lila Ltaif