Foto: Philip Fong / AFP
Este domingo comienza el Mundial de fútbol Qatar 2022, un evento que ha estado rodeado de mucha polémica.
Qatar obtuvo los derechos para organizar este torneo en 2010, después de un proceso de votación en la FIFA plagado de denuncias de corrupción contra varios jerarcas e incluso integrantes de la monarquía qatarí, a la que se acusó directamente de haber “comprado” la designación.
Después de que se lo confirmara como sede, Qatar empezó a recibir otro tipo de cuestionamientos, incluyendo condenas internacionales, por las condiciones laborales en que se desempeñaron los obreros inmigrantes, que fueron los que en definitiva construyeron los estadios y la nueva infraestructura de la ciudad. En febrero de 2021, el diario The Guardian sostuvo que 6.500 trabajadores murieron durante las obras para el mundial.
Además a Qatar se le señaló la falta de respeto por los derechos humanos, particularmente los de la comunidad LGBT, ya que en ese país la homosexualidad se llega a condenar con pena de muerte.
Este año, varias organizaciones, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, reclamaron a la FIFA y al gobierno de Qatar que exista una reparación por los abusos sufridos por los trabajadores inmigrantes desde el año 2010.
Por otro lado, las selecciones de fútbol Inglaterra, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Suiza y Gales, anunciaron que sus capitanes van a utilizar un brazalete con los colores del arcoíris en apoyo a la comunidad LGBT.
El fútbol y otros deportes, ¿deben pasar por alto la realidad política, cultural, interna de los países? En términos futboleros: ¿la pelota está más allá de la política o los derechos humanos?
La Tertulia de los Viernes con Alejandro Abal, Juan Grompone, Susana Mangana y Gonzalo Pérez del Castillo.
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