
La Tertulia de los Jueves con Cecilia Eguiluz, Gabriel Mazzarovich, Ana Laura Pérez y Daniel Supervielle
El fin de semana pasado Julia Paternain escribió una de las páginas más importantes de la historia del deporte uruguayo. Con apenas 25 años, se colgó la medalla de bronce en Maratón en el Mundial de Atletismo de Tokio 2025, la primera medalla que Uruguay consigue en un Mundial de mayores en esta disciplina.
Julia nació en México, hija de padres uruguayos, más tarde, acompañando a su familia, pasó buena parte de su vida en Inglaterra y recientemente se instaló a vivir a Estados Unidos, pero ella se siente uruguaya. Por eso, a la hora de participar en competencias internacionales, realizó las gestiones correspondientes para hacerlo representando a nuestro país.
La gesta y la historia de Julia han sido muy comentadas en estos días entre nosotros. Pero aquí, en el equipo de En Perspectiva, nos hizo recordar una columna que Daniel Supervielle escribió en El Observador en junio del año pasado a partir de su experiencia asistiendo a partidos de la selección celeste en la Copa América de Estados Unidos.
La nota se detenía en la realidad de lo que Daniel llamaba los “urugringos”.
Son decenas de miles de compatriotas que viven en Estados Unidos y que, desde la distancia, siguen con fervor la vida nacional, se emocionan con la camiseta celeste y muchas veces transmiten a sus hijos y nietos una uruguayez incluso más intensa que la de quienes permanecemos dentro de fronteras. Supervielle relataba cómo, en un estadio de Nueva Jersey colmado de camisetas de la selección, se vivía una identidad distinta: mezclada con inglés, más distendida, pero igualmente auténtica.
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