Desde que salió a la luz en los últimos días de noviembre, el Chat GPT ha provocado ondas expansivas en varios mundos: la tecnología, la educación y hasta la democracia. En realidad, las posibilidades y amenazas que abre siguen descubriéndose.
Por ejemplo: la semana pasada, Microsoft presentó una nueva versión de su motor de búsqueda y de su navegador online que traen incorporada esta herramienta basada en inteligencia artificial que imita la conversación humana.
La novedad causó sensación; ya se habla de que estamos ante un punto de inflexión en un área donde no hay grandes cambios desde hace décadas y que es dominada por Google, que lo vio como una alerta roja.
Luego están las posibilidades que traen estos modelos de lenguaje para el mundo del empleo: casi que de un día para el otro se aceleró la posibilidad de automatización para puestos de trabajo que quizás hasta ahora ya no se veían tan amenazados.
Si uno ya no tiene que escribir posteos en redes sociales porque puede pedirle al chat que lo haga, tal cual hicieron los ejecutivos de Microsoft en su exposición de la semana pasada, ¿qué sentido tiene contratar community managers? Si uno puede pedirle a ChatGPT que escriba código con determinadas instrucciones, ¿tienen que ponerse en alerta los programadores? ¿Qué pasa con los escribanos, con los contadores públicos?
Si vamos a un futuro cercano donde todos esos puestos de trabajo y más se pierdan o al menos se reduzcan, ¿qué hacer con esas personas que se queden sin empleo? ¿Qué pasa con la seguridad social en particular?
La Tertulia de los Lunes con Miguel Brechner, Martín Bueno, Pablo Carrasco y Ana Laura Pérez.
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