Foto: STRINGER / AFP
En la ciudad argentina de Rosario ayer fue encontrada una nueva amenaza contra el gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro.
"Hasta que Pullaro no pare vamos a matar. El que avisa no traiciona", dice el texto que volvió a estremecer a la población rosarina, ya muy golpeada por una ola de violencia terrorista desatada por bandas de narcotrraficantes.
Recordemos: en menos de una semana fueron ejecutadas cuatro personas -dos taxistas, un chofer de ómnibus y un pistero de estación de servicio- elegidas al azar por sicarios enviados para reclamar contra el endurecimiento de las condiciones de reclusión en las cárceles locales. Las autoridades provinciales habían ordenado requisas en las celdas y había controlado a los presos forrmándolos en los patios arrodillados y con los torsos desnudos, lo que dio lugar a imágenes similares a las que se han visto en El Salvador gobernado por Nayib Bukele.
La serie de asesinatos derivó en una especie de toque de queda voluntario, con suspensión de las clases porque las familias no querían enviar a sus hijos al colegio, paro de transporte y afectación de servicios de salud, combustible y recolección de basura, entre otros.
El Ministerio de Seguridad nacional anunció que comenzará mañana jueves un operativo de saturación de las calles en coordinación con las fuerzas federales que fueron enviadas por el gobierno nacional.
Mirándolo desde Uruguay, ¿qué lecciones podemos sacar de este espiral de violencia en Rosario?
La Tertulia de los Miércoles con Leonardo Costa, Bruno Gili, Diego Irazábal y Eleonora Navatta.
Viene de: A cuatro años del inicio de la pandemia, ¿qué consecuencias llegaron para quedarse?
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