Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández
Domingo 28.07.2024
El equipo uruguayo campeón sudamericano de 1923 había recibido la promesa del presidente de la AUF de llevarlo a los juegos Olímpicos de París si salía campeón.
¿De dónde sacarían el dinero para financiar el viaje a París?
¿Y los jugadores deberían renunciar a sus humildes trabajos para ausentarse a una aventura?
¿Tendrían los apoyos locales en medio del cisma que vivía el fútbol uruguayo?
El entonces presidente de la AUF, Atilio Narancio, ya había empezado a despejar algunas incógnitas.
Como político del Partido Colorado, donde había sido diputado y senador, fue miembro del Poder Ejecutivo.
Logró que el Ministerio de Exteriores uruguayo encargara al embajador en Europa Enrique Buero, otra figura importantísima en esta historia, la afiliación de la AUF a la FIFA.
En el congreso de Ginebra, en mayo de 1923, Uruguay fue aceptado. Se había superado un escalón básico porque la FIFA organizaba el certamen futbolístico de París.
¿Y ahora que ya somos campeones sudamericanos y la FIFA nos acepta, de dónde sacamos la plata?
A nivel del Parlamento había un proyecto para financiar la posible participación, pero el trámite no prosperó como consecuencia de las posiciones de varios legisladores que estaban en contra de la AUF.
Era el cisma futbolero.
Narancio decidió vender una propiedad suya. Pero no fue suficiente.
Entonces, un viejo amigo empresario le dio lo que se necesitaba sin pedirle garantías.
Ahora estaba el dinero para viajar, pero ¿cómo resolvían el resto?
De la labor realizada por Buero resultó también la base de una posible gira por España. Entonces, entra en escena el dirigente maragato Casto Martínez Laguarda. Enviado por Narancio va a España para sellar los partidos. Culto y viajero había participado como seleccionador del plantel de Uruguay para el
Sudamericano. Conseguiría nueve partidos en Vigo, Bilbao y en Madrid.
Algunos por un precio fijo, otros por un porcentaje de la recaudación.
La valía de Martínez Laguarda quedaría reflejada en varios reconocimientos. El Celta de Vigo lo nombraría Presidente Honorario y el Gobierno francés Caballero de la Legión de Honor. Pero, tal vez el más valioso, el de los jugadores que quedaría plasmado en las palabras de José Nasazzi en un homenaje a su memoria años después.
“Casto Martínez Laguarda y sus compañeros no fueron a Europa a hacer turismo. Fueron a cumplir una misión difícil, extraordinariamente difícil. Por primera vez en la historia del fútbol de América salía una representación hacia el Viejo Continente. Iba a abrir caminos, a cumplir misiones de pioneros”, dijo el Mariscal.
T
enían el dinero para el viaje, tenían los partidos concertados para financiar la estadía. Ya estaba todo, ¿no?
No… No estaba todo. Supuestamente, por la influencia política de los adversarios de la AUF, el Comité Olímpico Uruguayo negó la autorización a la selección celeste. Entonces, solo quedaba un recurso: lograrla directa con el Comité Olímpico Internacional.
Hubo luz verde.
Ahora sí parecía que el barco celeste ponía proa a Europa.
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