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#B11 Nace la estrella celeste

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Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández

Lunes 05.08.2024

Había llegado el momento de demostrar en París para qué venido desde tan lejos. Enfrente estaba Yugoslavia. Uno de los dos quedaría por el camino de los Juegos Olímpicos.

Cuenta la leyenda olímpica que unos días antes del partido debut de Uruguay contra Yugoslavia, a sabiendas de que había espías europeos, los celestes recurrieron a la viveza criolla para esconder su poderío.

Algunos descalzos, otros chocando entre sí, fallando goles imposibles, errando con la pelota y cabeceando torpemente, dieron la imagen que querían que tuvieran sus rivales.

En Uruguay, mientras tanto, la expectativa del público uruguayo estaba totalmente dividida en dos. Los que querían el éxito, los que deseaban el fracaso.

Esto no era ajeno al cisma entre la AUF y la FUF. Las rivalidades identificadas con Nacional y Peñarol nublaban la unanimidad deseada. En la prensa El Día y el Bien Público respaldaban a la selección y La Razón la criticaba.

Era el 26 de mayo de 1924. En los vestuarios de Colombes, el golero Andrés Mazali se ataba los botines y se preguntaba, después de los equipos que había visto: “¿Es que hay alguno que juegue más que Nasazzi? ¿O más que Scarone?”

Cuando las escuadras entraron a la cancha de Colombes solo había unos 2 mil espectadores.

“Esperábamos a 50 mil personas. En España habíamos tenido hasta 30 mil”, rememoraría Pedro Cea.

Otras sorpresas se llevaron en la ceremonia inicial porque la bandera uruguaya estaba con el sol hacia abajo y en lugar del himno les pusieron una marcha brasileña.

“Yo seguí corriendo”, decía Cea, “pero Nasazzi gritó que nos paráramos, que los pocos extranjeros que había iban a creer que éramos indios de veras, que ni cuando tocaban nuestro himno respetábamos, porque ellos no sabían. Así que nos cuadramos y escuchamos la musiquita brasilera hasta el final”.

El juez francés dio la orden y comenzó el partido. El primer gol uruguayo llegó a los 20 minutos por intermedio de José Vidal, que así lo cuenta: “La tocaron los cuatro delanteros, vino el centro de Urdinarán, abierto porque teníamos viento en contra. La pelota rebasó a Scarone y a Petrone, y la ‘patié’ como venía. Ni se movió el arquero”.

El primer tiempo terminaría 3 a cero, sumando los goles de Scarone y Petrone. Cuatro más cayeron en la segunda parte: dos de Cea, otro de Scarone y Ángel Romano, que fue el mejor del partido mientras que José Leandro Andrade, el más admirado por su juego y por ser un jugador de raza negra, bastante inusual en esa época.

Lo que se vio en la cancha fue tal vez lo más sorprendente de esa inauguración olímpica y el resultado del partido lo representaba. Uruguay 7, Yugoslavia 0. El público entró a la cancha y cargó en andas a los futbolistas.

“He visto a los jugadores livianos, diestros y rápidos del Uruguay demostrarnos toda la pureza de las combinaciones posibles en el fútbol… Todos los que estuvieron en el debut de los desconocidos sudamericanos contra Yugoslavia tienen ese convencimiento; y muchos que no estuvieron ya quieren haber estado”, escribía el redactor Géo Lefebvre, creador de Tour de France.

A partir de ahora nada sería igual en París.

¡Nacía la nueva estrella mundial: la Celeste!

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