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#B16 La Vuelta Olímpica

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Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández

Sábado 10.08.2024

El 9 de junio de 1924 Uruguay consigue el título de campeón del mundo al ganar la final del torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos de París. La hazaña quedará grabada para siempre en la historia y en la camiseta celeste.

Colombes era una fiesta. Terminado el partido con la victoria celeste por 3 a 0 frente a Suiza, parte de los 40 mil espectadores se lanzaron a la cancha a intentar tocar a los nuevos ídolos del fútbol mundial.

Los jugadores uruguayos se abrazaban, gritaban y lloraban. Reían como niños, mientras recibían de las tribunas cercanas sombreros y flores que caían a su paso.

Poco a poco, sin quererlo, comenzaron a caminar alrededor de la cancha visitando cada una de las cuatro tribunas para agradecer tanto cariño. Unos metros detrás le seguían sus rivales suizos, también maravillados por la euforia.

Ese recorrido espontáneo sellaría para siempre el triunfo de Colombes porque más allá de las medallas de oro y del reconocimiento como campeón del mundo, iba a significar una ceremonia que repetiría una y otra vez por las canchas del mundo cuando se corona a un equipo como el mejor.

La vuelta olímpica había llegado para quedarse junto con la gloria de aquella tarde.

Héctor Scarone lo contaría así con sus palabras en una entrevista posterior.
“Nos abrazamos al final. Más de uno lloraba. Dimos la vuelta olímpica. Pero caminando, no como ahora, corriendo. El público quería vernos de cerca. Nos tiraban flores. Aquello fue inolvidable. Y después nos formamos para que levantaran en el mástil más alto, nuestra bandera. (…) Por fin, allá arriba, besada por el sol de París, flameó nuestro pabellón. Ahí sí nos costó a todos contener las lágrimas”.

El recuerdo de Pedro Cea también nos sitúa en el momento culminante.
“Nos parecía mentira. Pensábamos en Montevideo, en los familiares, en los amigos. Cuando vimos izar aquella bandera nuestra, enorme, entre la suiza y la holandesa, y subirla, subirla hasta quedar más arriba que todas, sentimos que algo grande habíamos hecho. Nosotros, humildes muchachos. Yo tenía apenas tercer año de escuela, era repartidor de hielo en Montevideo”.

En Uruguay al otro día los periódicos registraban el acontecimiento.
“Ayer, los bravos footballers uruguayos se cubrieron de gloria en el Estadio de Colombes, clasificándose campeones mundiales”, publicó El Día.

“El Uruguay es campeón mundial de football. Montevideo ha vivido ayer sus más intensas horas de emoción patriótica”, dijo El País.

En Francia no ahorraron palabras para celebrar el triunfo celeste.
“Ha triunfado el mejor equipo. Una vez más los uruguayos han seducido por la elegancia, finura, agilidad y belleza de sus jugadas”, comentó Echo des Sports.

“Felicitemos a los vencedores, soberbios jugadores del Uruguay, que han impuéstose ante los representantes de las más grandes naciones, afirmando que la vitalidad de su raza es debida en gran parte a la fecunda labor deportiva”, dijo L’Auto.

Esa misma mañana en el castillo de Madame Pain había cierta movilización, aunque muchos dormían todavía. Algunos de los muchachos que no habían jugado decidieron hacer un asado a lo grande, digno del festejo.

Consiguieron unos corderos, pero faltaba la parrilla. Lo solucionaron a la uruguaya, arrancaron un trozo de verja del muro del castillo y al fuego.

Para eso también eran unos campeones.

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