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#B17 Bienvenidos Campeones

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Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández

Domingo 11.08.2024

Después de la consagración como campeones olímpicos, los jugadores celestes se dieron un descanso particular y regresar casi dos meses después a un país que los reclamaba para homenajearlos. Cerraban así un ciclo mágico.

Después de consagrarse campeones olímpicos en París, el 9 de junio de 1924, los jugadores uruguayos se quedaron en Francia varias semanas.

Los homenajes se sucedieron al igual que las invitaciones a fiestas y a restaurantes. Todo el mundo quería conocerlos y, en algunos casos, hasta conquistarlos.

Dicen que José Leandro Andrade era el más requerido por las damas francesas y vivió mucho tiempo a sus expensas.

Eran la atracción de la noche parisina que podían disfrutar sin gastar un centavo porque todos los querían tener en sus mesas.

Desde el punto de vista deportivo hubo algunas propuestas para realizar una gira por algunos países europeos, pero de común acuerdo decidieron que ya había sido suficiente y que en cuanto tuvieran la opción del viaje de retorno, embarcarse a Montevideo. Pero tampoco parecía que hubiese dinero disponible.

Finalmente, el Parlamento votó esta vez una partida para el rescate. Regresaron a bordo del paquebote “Valdivia” de la naviera francesa Societé Generale de Transports Maritimes, una embarcación que había sido buque hospital británico en la Primera Guerra pero que había sido devuelto al transporte de pasajeros en 1920.

El 31 de julio de 1924, cuando el barco entró a las aguas uruguayas se empezaron a sumar embarcaciones que lo acompañaron hasta la entrada al puerto donde también aguardaba una multitud de personas.

La ciudad estaba vuelta loca y el gobierno de José Serrato había decretado feriado nacional para darle la oportunidad de concurrir a la mayor cantidad de gente.

Algunas publicaciones hablan de movilizaciones de cien mil personas.

“Si el anuncio del triunfo olímpico llegó a subvertir el orden de todas las actividades diarias, desbordando entonces el entusiasmo en una forma elocuentísima, lo que es la recepción –casi nos atreveríamos a decir – superó en mucho a aquellas explosiones del regocijo público”, publicó la revista El Gráfico del 9 de agosto de 1924.

La emoción de los campeones al encontrarse con sus familias era proporcional con el galardón histórico que habían conquistado. Aunque los días seguían teniendo 24 horas, los recuerdos corrían más rápido y todo parecía que acababa de ocurrir ayer.

Las ilusiones de Narancio, la promesa del sudamericano de 1923, el esfuerzo económico de Numa Pesquera, la gran diplomacia en Europa de Enrique Buero, el poder negociador de Casto Martínez Laguarda, el interminable viaje en barco; la gira triunfante por España; el liderazgo de Nasazzi, la magia de Scarone, la contundencia de Petrone … y muchos más.

Llegaban portando no solamente el triunfo olímpico, la gloria deportiva. Nueve partidos jugados y nueve ganados. Veinte goles a favor y sólo dos en contra.

Acababan de dar una cátedra de fútbol en Europa, y en Uruguay de unir un fútbol dividido y a una afición también distanciada. De poner al país en el mapa mundial.

Ese 31 de julio de 1924 en Uruguay se abrazan todos. Todos se sienten campeones, campeones olímpicos, campeones del mundo.

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