El arpa, el oboe, el vibráfono, el flexatono…
Más solistas de nuestro tiempo y esta vez, de instrumentos un poco menos protagónicos que el piano o el violín.
Primero el violonchelo, acaso el «tercer grande», a juzgar por la atención que le han dedicado los creadores a lo largo de la historia. Y luego sí, instrumentos suficientemente individuales y de peso en la historia musical, pero de apariciones más bien discretas, como el arpa; o de fila en una orquesta, de madera o metal, y de suerte diversa: del clarinete, amado por Mozart y del que Brahms ha dicho que es «el ruiseñor de la orquesta»; al saxofón, identificado con el jazz y tal vez injustamente desestimado por los grandes compositores; y al singularísimo flexatono, mezcla de accesorio de percusión con objeto extraño a lo Les Luthiers, empleado y —por qué no— inmortalizado por el armenio Aram Khachaturian en su bellísimo Concierto para piano.
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