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#A19 Dos tragedias muy diferentes

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Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández

Lunes 08.07.2024

El campeonato sudamericano de Chile de 1955 puede recordarse por dos acontecimientos extraordinarios, diferentes en sus consecuencias, pero igualmente dignos de revivir cuando se trata de repasar la historia de la Copa América.

Argentina y Uruguay han sido durante el siglo de existencia del torneo los principales ganadores de la Copa América.

El primer clásico del Río de la Plata se jugó en Montevideo el 16 de mayo de 1901 y el triunfo fue argentino por 3 a 2. A partir de ahí lo jugaron unas doscientas veces, decenas en el marco de la Copa América. Las estadísticas de ambos países, con mínimas diferencias, muestran 91 victorias de Argentina sobre 58 de Uruguay.

A la Copa América de Chile de 1955 la albiceleste había llegado con una delantera que daba miedo y que, según decían, jugaban con los ojos cerrados. La particularidad es que eran del mismo equipo, de Independiente, a los que se le sumaba ni más ni menos que el talentoso jugador de River Plate, Ángel Labruna.

Uruguay, a cinco años de transcurrida la gran hazaña del Maracanazo, todavía conservaba en sus filas algunas figuras como Matías González, Oscar Míguez y Julio Pérez.

Argentina venía de golear a Paraguay 5-3 y a Ecuador 4-0. Los uruguayos habían rescatado dos empates y la goleada obligada ante Ecuador 5-0.

El partido se jugó el 23 de marzo en el estadio Nacional de Santiago. El primer gol lo hizo Uruguay por intermedio de Míguez, pero los argentinos terminaron ganando el primer tiempo por 2-1 con una anotación de Labruna. En el segundo tiempo los albicelestes fueron incontenibles y cuando ya estaban 5-1, y faltando 10 minutos para terminar, el entrenador Guillermo Stábile quitó a Labruna, que ya tenía 36 años y un doblete en el partido.

Le dio entrada a Norberto Conde y la historia dice que cuando pasó junto al defensor uruguayo Matías González le dijo: “Señor, ¿Cómo va el partido?”. La respuesta fue una trompada que lo dejó noqueado.
González expulsado. Y como Conde no se recuperaba Labruna tuvo que volver al campo de juego. Le dio tiempo para hacer su triplete.

“Jamás le dije una palabra a González. Estando aún en Chile, casi nos agarramos a las piñas y le exigí que lo desmintiera y nunca lo hizo. En 1958, me pidió disculpas y me dijo que él estaba caliente con Labruna y Borello porque lo estaban cargando”, se defendió Conde ya con 80 y más años.

Argentina conseguía lo inédito en la Copa: goleaba a Uruguay por 6-1. Los uruguayos debieron esperar a la copa de Ecuador para su venganza. Cuatro años después ganaron 5-0.

Tras aquella extraordinaria goleada los argentinos allanaron el camino hacia el título y solo Chile tenía posibilidades de quitarles la copa. Las dos selecciones llegaban con 7 puntos cada una y con los chilenos muy animados por las goleadas 7-1 a Ecuador, 5-2 a Perú y 5-0 a Paraguay, y del empate con Uruguay 2 2.

La noche antes del gran partido, el 29 de marzo, el público desafiaba el frío reinante y acampaba en las puertas del estadio. Esperaban comprar las últimas entradas. Autobuses, camiones repletos de gente iban llegando durante la madrugada y la multitud ya la engrosaban miles a primeras horas del día 30.

Las rejas del estadio se abrieron sobre las 6 de la tarde y apenas entraba la genteen tropel se escuchó por los altoparlantes un mensaje que advertía que solo quedaban unas mil entradas. Esto provocó nerviosismo en la muchedumbre que intentó entrar a como diera lugar. Muchos cayeron y fueron aplastados por la avalancha incontrolable. Los bomberos lanzaron fuertes chorros de agua contra la gente para disuadirlos.

La medida los contuvo, pero ya había más de 150 heridos y personas muertas.

Adentro del estadio era otro mundo. Entre los 60 mil espectadores presentes circulaba la información de que en las afueras habían muerto centenares de personas. Nadie se movió. No querían perder su asiento porque estaba por empezar el partido en el que Chile podría salir campeón de la Copa América.

En la cancha, a los 14 minutos del segundo tiempo, Ángel Labruna había hecho de las suyas en una jugada maravillosa con un gran remate que el portero chileno logró rechazar. Pero, allí estaba Micheli, el goleador del torneo, para meterla adentro y darle un nuevo título a Argentina.

Las investigaciones posteriores del caos mortal culparon a la asociación chilena por la mala organización y a la policía por no intervenir a tiempo.

No hubo sancionados, aunque se habían perdido siete vidas. Una tragedia.

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