Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández
Sábado 22.06.2024
Sí, tal vez podemos recordar casos de futbolistas que, tras algún choque de cabezas han quedado gravemente heridos o con secuelas posteriores, como el mexicano Raúl Jiménez del Wolverhampton inglés. U otros como el danés Christian Eriksen del Inter de Milán que hizo un paro cardiaco de cinco minutos en plena cancha durante la Eurocopa 2021.
El rol de los goleros es volar por los aires y estirarse más allá de sus músculos para evitar que la pelota entre en su valla. Las consecuencias comunes: Un esguince, un rompimiento de ligamentos, una o dos costillas rotas… pero nada que roce con la muerte.
Roberto era un flaco alto, de pura fibra que se divertía a principios del siglo XX en Montevideo sacando balones fuera de los tres palos de maderas torcidas en canchas llenas de pozos y de poco pasto, con redes rotas, si es que las había.
Al principio lo hacía en el barrio pobre mezclado con sus amigos, muchos de los cuales después serían jugadores consagrados.
Pero cuando lo descubrieron y lo llevaron al club de sus amores su vida se realizó.
También hay que contar que sus momentos protagónicos fueron producto
de la casualidad.
Primero, con una titularidad en un clásico del futbol uruguayo cuando el portero principal de Peñarol llegó tarde a la cancha porque se perdió.
Y la segunda ocasión, fue en una tarde calurosa, el 17 de mayo de 1919 en la antigua cancha del Fluminense de Rio de Janeiro durante el segundo campeonato sudamericano de fútbol, pospuesto por un año a causa de una epidemia de gripe en 1918.
Después del triunfo ante Argentina, por 3 a 2, el entrenador uruguayo decidió sustituir al golero Cayetano Saporiti para el partido contra Chile porque había sufrido mucho el calor de las tierras brasileñas.
Entonces lo pusieron a él, al Flaco Roberto Chery.
Pese a su juventud, no era un improvisado. En Peñarol había tenido muy buenas actuaciones en los clásicos y para muchos era una gran promesa. Su nariz era tan larga como su estatura que coronaba siempre con una gorra de paño de esas que ahora todos identificamos como de la serie Peaky Blinders. Tenía 23 años.
Contra los chilenos los uruguayos terminaron ganando 2 a 0 y la actuación del joven golero había sido destacada. Inclusive, tuvo una brillante atajada al final del primer tiempo donde se estiró más centímetros de los que podía para evitar el gol.
Como resultado de ese esfuerzo, Chery se quedó en el suelo manifestando algún dolor, mientras los jugadores adversarios protestaron al árbitro por la supuesta maniobra para perder tiempo.
Al final se recuperó y pudo irse a los vestuarios tras el silbato del árbitro y volver a jugar el segundo tiempo y completar el partido.
Aunque comenzaba otro más importante.
La selección uruguaya regresó a entrenar al otro día, después de un buen descanso.
Pero Roberto comenzó a sentirse mal y guardó cama durante unos días hasta que la situación fue insostenible y lo trasladaron a un hospital carioca.
Allí, ya medicado, tuvo alguna mejoría durante el día, pero a la medianoche los dolores aumentaron y los médicos decidieron operarlo de urgencia.
Lo cierto es que ya habían pasado más de 10 días desde sus primeros síntomas.
Mientras Chery jugaba su partido más importante, su equipo perdía la final del campeonato con Brasil, el 29 de mayo, en un encuentro memorable e interminable digno de una crónica aparte.
Lamentablemente, Chery moriría a las pocas horas, el 30 de mayo de 1919.
Una hernia que padecía desde tiempo atrás se había estrangulado como resultado de la extraordinaria atajada de aquel partido contra Chile, su primer y único con la celeste, y le había producido una peritonitis fatal.
Los restos embalsamados llegaron a Montevideo, casi un mes después, el 15 de junio de 1919. Miles de personas se agolparon en las calles para despedirlo al paso de un carruaje tirado por caballos.
La vida deportiva de Roberto Chery fue como una estrella fugaz.
Su lamentable desenlace logró lo imposible: que Argentina y Brasil jugaran en Río un trofeo en su nombre, vestidos con la camiseta celeste y la de Peñarol, respectivamente.
¡Argentina de celeste y Brasil de aurinegro!
Terminaron 3 a 3.
En Uruguay, al domingo siguiente el Parque Central fue la sede de un clásico amistoso también solidario.
Eran, sin duda, otros tiempos. Tal vez, los más grandes triunfos del Flaco Chery aunque fueran a costa de su vida.
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