Galgomundo

Diario de una muerte anunciada

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Foto: Galgomundo.  26 del mes de la navidad del año 2016, Jools lee "El palacio de la luna" en Los cardos.

Diario de invierno #1

Diario de invierno de Paul Auster para despedir el invierno en el buen año.

«Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eras la única persona del mundo a la que jamás ocurrirían esas cosas. Y entonces, una por una empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro.

Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes seis años. Afuera cae la nieve y en el jardín las ramas de los árboles se están poniendo blancas. Habla ya antes de que sea demasiado tarde y confía luego en seguir hablando aunque no haya más que decir. Después de todo se acaba el tiempo. Quizás sea mejor dejar tus historias de lado y trates de indagar lo que ha sido vivir en el interior de este cuerpo desde el primer día que recuerdas estar vivo hasta hoy. Un catálogo de datos sensoriales. Lo que cabría denominar fenomenología de la respiración…»

Los que cantaron:

  • Every Breath You Take de The Police
  • The Body Breaks de Devendra Banhart
  • Handle with Care de Stephen Stills & Judy Collins
  • Silvia de Jens Lekman
  • The End de The Doors
  • What Goes On de The Feelies
  • Sea Stories de Sturgill Simpson

Diario de invierno #2

El galgo quiere que lo acompañes con esta lectura. Que la disfrutes y que disfrutes de la música.
El escritor que quiso hacer Lulú. El escritor que corría ensangrentado.

«No, no te sale, te emana a borbotones. Así que te sacas la camiseta blanca y te aprietas sobre el punto sangrante, y en cuestión de segundos la camiseta blanca se vuelve completamente roja…»

Los que cantaron:

  • Burnin’ Streets – Joe Strummer & The Mescaleros
  • The Amazing Malcolm Smith (And His Off-Roading Motorcycle) de The Trouble With Sweeney
  • Ain’t Talkin’ de Bob Dylan
  • I Try de Macy Gray
  • The Rambler Vs. The Vulture/ Devils Dance de Matt Suggs

Diario de invierno #3

Chau al invierno. Chau diario de invierno de P. Auster. Que venga la primavera a la casa del galgo.

«Nieva. Tanta nieve en los últimos días y semanas que han caído 142 centímetros en Nueva York en menos de un mes. Ocho o diez tormentas, ya has perdido la cuenta. Y a lo largo de todo el mes de enero la música más frecuentemente escuchada en Brooklyn ha sido la melodía callejera orquestada por las palas que raspan las aceras y las gruesas capas de hielo. Frío inclemente, 20 bajo cero una mañana…»

Los que cantaron:

  • In the Neighbourhood de Tom Waits
  • Grumpus de Lambchop
  • Factory Girl (Baseball Park Sessions) de Whiskeytown
  • When You Wake Up Feeling Old de Wilco

Diario de invierno #4

Prólogo de una muerte anunciada

En el caso de que no lo quisiéramos hacer imposible, tiene que ser un calco de lo que es un día en Galgomundo. No es la marmota, no te despertás todas las veces con la canción de Sonny and Cher en la radio-despertador. No vas a llegar tarde a ningún remate de solteros, por más que te fueras a enamorar, porque tú lo vales de Andie Macdowell.

La cantidad de veces que me lo dijiste que si encontraba agua, que te pegue el grito. Qué tamaño de grito es necesario para que aparezcas por acá, Kevin Morby, silenciosamente pero no tanto como los Magic Numbers. Que si lo ven, le dicen que tienen una buena invitación de everyone que ama su disco con el nombre de Singing Saw, y que eventualmente diría el que conduce el programa: podría ser de interés ir a ver ese concierto. ¿De qué tamaño de público estamos hablando? Yo para saber eso debería de ir hasta el parador en la carretera cuando ese giraba verde entre ver pasar los autos, no recuperar el hábito de frenar, y dejarse pinchar por esos cardos.

– Casi freno el otro día – Dijo más de uno.
– La próxima vez tocá bocina o levanta el pie del acelerador. ¿A dónde ibas tan fast friend?

El que dice que es gratis tocar el freno es Kevin Moby, que es de somewhere Kansas, y hay que esperar un montón para saber si alguna vez tiene una bio pic con su nombre, tampoco la tiene Lou Reed, or Tom Waits.

Diario de una muerte anunciada

Los que saben hacer el baile moderno, puede que vivan lejos de donde a Paul Auster, que se hacía pis, se lo llevó puesto una Van que no manejaba de Man, such angry woman, venía sin documentos de nada, pero nunca debería de haber pegado ese giro ¿viste lo fuerte que te golpeo lo que te había dicho tu padre? Qué cerca se te viene todo lo de smoke y te explota en la cara. Nadie quiso que tuviera un final no feliz, nadie muere a los 77 luego de tanto andar de panza por los pisos recién pulidos, dejarlos brillantes con el pecho, hasta darte con ningún clavo remachado, ese te hubiera matado o sacado uno de los ojos de las gotitas a los casi 50.

¿Cuántos ataques de pánico tuviste hasta que tuviste uno en el corazón?

Fuiste feliz, Paul, cuando ella te abrazó por un segundo pensabas que veías fantasmas o eras uno de la invención de la soledad y la muerte, al menos el amor de tu vida te abrazaba y no era como le pasó a tu padre. Que no creíste que era Dios, pero le hubiera gustado no verte tragar el polvo.

En cuántos inviernos escribiste el diario. Estaba visto que esos camellos y la máquina de escribir te iban a tirar más fuerte del puente que a Lulu.

Es bueno recordar el Palacio de la luna como algo menos divertido que La conjura de los necios. No tiene un caño de escape puesto en ninguna parte. Lo más cerca del guante de baseball de Ignatius, son las cuantas noches que dormiste con ese viento que venía del norte en el Central Park.

La novela de los libros que heredaste de tu tío, no es para nada tan rápido que te la vas a olvidar. Es bueno volver las veces que quieras. No voy a olvidar nunca de las veces que hermosa Jools, antes de la lluvia y con el sol radiante del último verano, en la ruta fue leyendo las páginas mientras algunas mesas llegaban, eso no fue un sueño, eso lo viví.

No me voy a olvidar tampoco, no lo voy a querer borrar nunca, el tiempo de leer "La música del azar" con ese disco de Lambchop que tan bien le quedaba, no es un secreto, no lo fue nunca. Cada vez que pienso en el compacto de anagrama con los bordes verdes como esas camperas de lluvia inglesas, pienso que ninguna enfermera de St. Mary la hubiera salvado, como le hubiera gustado a otro escritor con una banda de alternativo country decir, que la vez que la llevaron al hospital o sanatorio más próximo en Brooklyn el que dijo que no tenía nada roto, dijo que tenía un cuello hermoso, pero ese fue el doctor, no el enfermo que justo pasaba por ahí. Que ganas de ponerte celoso, después de que casi la matas.

No puede haber tantas maneras de poder dejar a Paul Auster descansar en paz. ¿Por qué puede ser tan Smoke biográfico el cuento que no es el de navidad? Es cierto que ese, alguien lo publicó con el alter ego de Paul Benjamin. No era que se había quedado sin esposa, porque en un asalto a un banco, en un tarde de perros en Brooklyn le hayan disparado a ella, sin que haya cámaras por ningún lado para verlos venir a los chicos malos. Qué ganas de salir a comprar cigarrillos, no es culpa del tipo que está atrás del mostrador, que sí hubiera demorado menos en darle el cambio, de ese modo se hubiera salvado.

Como el de la Música del azar, si ese justo no volvía con lo que le quedaba de plata de haber heredado de su padre y haber dejado la plata del funeral en casas de apuestas legales, hasta que entraste a un casa que era distinta a la del sol naciente, pero buen tiempo tuviste que quedar en esa.

Ya sabes que puede no ser cierto eso de que sabías cuentos piratas como los que tenia Sturgill Simpson para contarle a tu hija. Eran solo cuentos de hadas que los tenía enamorados en vela, haciendo el amor todo el tiempo que puedan hasta que venga toda esa cantidad de cosas y pastillas que tuviste que tomar, que te sacaron las ganas de volver a manejar, por más que eras un buen piloto, dejaste las llaves en la puerta de un auto que fue destruido la vez que giraste el destino que venía bien, pero la no ficción quiso meterse más rápido y mejor que las siete maravillas.

No hay séptimo arte para vos. No hay Sra. Sorvino que te salve en esa última escena fácil de una película mala. Si estas en Irlanda, tenés que conocer la locación, ese productor no era bueno, te hubiera pasado unos guantes y no hubiera dejado que te fueras a embriagar tanto de whisky en el final de la película que no iba a ser nunca nada más que no existir, como la novela esa del perro que tenía un nombre con la T.
Había un hombre en la oscuridad, no quería que le fueran a leer libros de nada. Si había un vecino que era vos, no tengo idea. Creo que algunos intentos, no fueron tan buenos. Me gustaría saber qué tan bueno te quedó ese que vino después del libro de los números, iban para abajo del 4 al 1, creo que era de ese modo. Por un rato pudiste capturar mi atención y la del viejo, o nuevo contrato para la vieja piel de escritor de Nueva York.

Me voy a meter otra vez en qué apartamento en Brooklyn, o te vas un tiempo a un campo en Vermont, donde el vecino más próximo tiene a los Travelin Wilburys grabando un disco. El problema con no ser Stephen King, es que tenés que al menos superar la historia de Lou Reed de cuando fueron a tirar el estadio de lo Mets, o que hubo una vez uno que era músico, y además, inventó unos lentes para ver despegues de cohetes que no van a ninguna parte que diga la luna o palacio en Marte.

No creo que haya nada malo con decirle nos vemos pronto a P. Auster. Él hizo todo lo que pudo por un tiempo largo, no importa si pudo haber dejado de fumar antes. Ser menos alcohólico cuando fuiste un buen escritor. Ella, que estuvo con vos todo el tiempo, debería de salir corriendo en busca de los libros que te pueden haber inspirados a vos, a ella, o los que iban a venir después. Quienes pudieron ver la luna entera son los Waterboys.

En Brooklyn, en el barrio ese italiano donde eran unas viejas chusmas que dejaban de hablar cuando pasabas, salvo que fuera con tu hijo, que nada sabían ellas de lo confuso que iba el de tu mano, quién puede haber confundido a quién. Ese mismo barrio donde parecían filósofos los hombres cuando metían sus cabezas en los motores, hablaban de bujías empastadas, de vejigas sin inspiración; todo iba bien, hasta que viste en ninguna visión de nada cómo cruzaban para pegarle mucho a uno que se equivocó de barrio en el que meterse con la música de Coolio convencido de que nada le podía pasar, no creía que eso fuera caminar por el lado áspero de un barrio italiano, infierno de pequeña Italia que te metiste. Pero ya venías vos de cualquiera antes. Qué invento era ese de mudarte lejos de la manzana que no duerme.

Ese puede haber sido el chiste, de no tener nada que probar, subirte a ese auto que va rápido, salir a volar plazas. ¿Qué era lo que pasaba cuando el libro se llamaba Levitan y no era de levitar? Era algo mucho más divertido que salir a dar una vuelta con Peter Fonda, el otro que era Hopper, y quién puede ser mejor escritor que Jack en el asiento de atrás de una Harley Davidson, o alguien en un side car que puede ser ese perro que Zoey quiso adoptar, o a lo mejor tú querías adoptar a alguien de la calle, que no fuera el hijo de aquel mecánico que había perdido a su mujer en un accidente y nunca vuelto a encontrar a su hijo como quince años más tarde con pasteles pintando la fachada del lugar de trabajo de su padre, el del juego de las lágrimas y no poder creer lo que está escuchando, la vez que llegan los dos en un auto clásico y se le cuenta de una. El hombre que hizo su vida otra vez, pero el que no puede darle la espalda al pasado tiene la secuela del capitán Hook y cómo hacer para abrir latas de cerveza.
Si ordenas ese cuarto en pocos días, te lo quedás y me das una mano. Que ninguna lava a la otra, se saludan atentamente como si se hubieran conocido antes.

Es apenas triste, pero no puedo seguir hasta la eternidad con esto. No porque se me haya agotado qué hacer con la página en blanco. No porque dijo en una de esas historias que ahora aparecen más veces, que no se puede conseguir más de 3 páginas buenas con suerte en una jornada de ocho horas. Disculpe Paul, la próxima prosa puede ser, pero este tiene que ser su lado dulce de Lucinada Willams de decir adiós. No iba a morir en los brazos de tu amada, o haciendo el amor con tu novia. Todos vimos tu lado dulce y hermoso y amable en tu escritura. Tú viste cómo una cicatriz en un espejo después de setenta años iba a desaparecer. No te preguntes con quién esta noche. El amor, supiste siempre, es algo que sucede todas las veces, algunas veces dura hasta la muerte que está a la vuelta de esa esquina, la que tu padre te había dicho siempre, que puede venir alguien y se la lleva o te la devuelve porque justo era un enfermo que pasaba cuando la mujer insultaba todo lo que era su culpa y no la tuya.

Finalmente que sean pasos gigantes en el palacio de luna los que estés dando. No creo que Mr. Vértigo nos pueda llevar tan alto. Es una cuenta regresiva que empieza en 4 y termina en 0 cuando morís.

Los que cantaron:

  • I Got You Babe (Soundtrack Version) de Sonny & Cher
  • Water de Kevin Morby
  • Moon Palace de Luna
  • The Man Who Loved Beer de Lambchop
  • Seven Wonders (Remastered) de Fleetwood Mac
  • Simple Twist of Fate (Live) de Bob Dylan
  • The Whole of the Moon de The Waterboys
  • Sweet Side de Lucinda Williams
  • Space Oddity de David Bowie

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