Foto: Galgomundo
Eso de que el perfume le puede haber quemado los ojos es de la canción de Romeo y Julieta, no la que te hace bailar como en un video de Dire Straits. Es en el disco de la ciudad que no duerme. Lou Reed ya había dedicado una canción a una isla que no conozco, ¿pero quién soy yo para conocer Coney Island? Las islas en que algunas veces estuve son las que no tienen el nombre de Martin García, pero la G de Gorriti, aunque nunca estuve de la gorra. Iba en un bote sin motor y fuera de borda, con ninguno de los pocos caballos de fuerza que hubieran alcanzado para no remar. Íbamos a la isla en un barco de unos amigos de mi madre, padre, cuando por esos años no había mucha noción de lo que estuviera pasando todo alrededor. De la calle de las palmeras de King Sao (casa de tortas que pudo haber sido el mejor bar para tener a media cuadra del edificio que era de mi abuela).
Me siento tan solo, cantaba Sting, que con dos más era la policía. Volviendo a Coney Island, que nunca estuve, es al final de esa canción de una letra imposible de querer entender, porque había un entrenador metido, uno para el tipo que canta y que dice que no iba a jugar para ese. Qué puede tener que ver eso de Coney Island con coach -se le dice de ese modo- cuando no es maestro o fiera.
Está al final de la canción de la isla, hay algo que Lou le jura a Rachel, aparecen las fotos de ella en la tapa de un CD que me pasaron hace una cantidad larguísima de años. Lo mejor de Lou Reed tenía el nombre de la conocida canción de caminar por el lado salvaje, sacarse los rastros de varón de las piernas y poder ser ella. El amor de Lou no era Laurie, en esos días en los que Nico podía estar lejos del terciopelo subterráneo, en Chelsea quién sabe, y la heroína a la vuelta de la esquina. Después de un viaje a Berlín, a perder el tiempo y no me acuerdo si dejar las drogas en un lugar donde no encontrarlas, eso que dicen que deje las drogas, pero no se sabe dónde. Algunas veces pienso que escribo unas notas que van en un semanario, donde nadie vive en mi mente. Mi cabeza está llena de rock, desde la época en la que esa era una colección de hits espantosos de los ochenta, -nunca digan horrible, salvo que esa palabra quede para la tapa del disco con ese nombre-. No me acuerdo qué canciones venían, no quiero concentrarme en eso. Prefiero ir a ese CD donde en teoría estaba lo mejor de Lou Reed. El sello que editó ese era uno que tiene un perro con la oreja pegada a la parte que sale el sonido de la vitrola. La noche que fui más pobre, me pusieron el nombre de vitrola man, iba de un lugar a otro en una fiesta en Sauce de Portezuelo, de un domo con una vitrola, a otro domo con una vitrola distinta. Conseguí unos discos de pasta que un amigo me llevó hasta ahí. Había que cambiar la púa cada no me acuerdo cuántas canciones, todo fue una experiencia traumática.
RCA editó este disco compacto donde la primera era la del satélite del amor, y la que venía después era la de alguien salvaje, el nombre de la canción más famosa de los troggs. Wild Child de Lou Reed es una en la que habla con Chuck, que no tengo idea quién puede ser ese más que uno que estuviera metido en una película, en la que siempre vuelven a hablar de la lluvia. Y hablamos de la lluvia, y otra vez de la lluvia dicen.
De los datos para chequear el día que nace el que muere, que no era en Hollywood, San Francisco, en los estados alterados de América del Norte, en una casa donde la familia era de donde ahora las cosas se pusieron peores. A qué colegio pago o escuela pública, puede por supuesto encontrarse eso en la lluvia, otra vez en la lluvia de datos de las cosas con wiki, no me interesa, pedía leerte. Puede haber al final una nota que diga esas cosas, que si la vida fue al principio feliz, que la infancia no fue tan entreverada, que los padres nunca eran los mejores, pero buenos.
La historia de lo joven que era cuando escribió la canción esa que dice que lo iba a intentar por el reinado. Que en ese momento era muy joven para haber escrito esa canción, que si fue después de la high school, cuando no quería jugar fútbol para ese entrenador. Que tenía que pararse derecho y no pincharse, que esa droga iba a llevarse a unos, a Sid y matar a Nancy, o Rotten quemarse no oxidarse, o quien fuera a quedarse en la medianoche en el hotel de la canción que dice somos feos, pero tenemos la música. Just Kids lo escribe Patti, y lo describe todo. Cómo eran las cosas en la manzana en las partes que estaban jugosas para morder. En New York estaba Lou Reed dando vueltas varias en una fábrica de arte experimental, que te iba a destruir la cabeza, con las proyecciones en las paredes y los screenshots en la casa de los que eran buenos para la visita divertida al circo de Warhola.
Me vienen ganas de escuchar esa Galgo Conversation con el de la Hermana menor y los hijos de Jaime en la derecha y afuera. Nadie iba a comerse a nadie. Solo íbamos a masticar masticables de carne, de pollo, y de vegetales la vez que estos dos últimos quebraron stock, y la cocina subterránea que tanto nos quería dijo, de ahora en más digan que solo hay de vegetales. Eran buenos, después le pusieron el hummus, y no estaba abierto el disparo de esa comida shawarma en la calle convención donde la parrillada estaba para fundirse y ellos por hacerse millonarios.
Otra llamada en Nueva York, y a quién le importa canta Lou, cuando esas eran breves, pedían de las monedas que iban en jukeboxes, máquinas que escupen la coca cola clásica, antes de que se inventara una nueva que era peor que la Cherry Coke.
Cuando la lluvia cae, ¿quién canta ahora?
Me doy cuenta que son los que dicen acá voy otra vez, dejo mis visiones en mi alma.
Pero esto no está terminado. Digo que Lou Reed tocó en el teatro de verano y llovía, como cuando llueve cuando el concierto es bueno en el teatro de verano con lluvia.
En la parte de dulce Juana, hay alguien que me discute que el baterista la apuntó a ella, pero no le creo eso, ella no estaba tan cerca de caer en la fosa con todo su cuerpo, porque cantaba, gritaba a ningún calzón quitado, más que las ganas de entrar en tiempo y forma. Cada vez que llevaba el estribillo de esa dulce Juana, le quedaba un brazo libre para apuntar al público, al baterista, cada vez que llegaba el estribillo. Después de haberla visto en una esquina a ella, la que es protagonista de la historia. Son buenas historias las canciones de Lou Reed, las va mejorando, no con la abstinencia de nada, es con el tiempo de maduración, de meterse en otros bulevares más sucios sin ensuciarse tanto. Esa de que Pedro sueña con que va a poder volar, salir de ese lugar donde está todo mal. Quién quiere vivir en ese lugar donde alguien vive en algo como una pensión donde la violencia y los robos en la noche se repiten en cada esquina donde no hay un desfile de Halloween pasando. Solo navidad en febrero y la última gran ballena viva que vio a Cary Grant pasar con la intriga internacional de un misterio de un entrenador que no era fiera o maestro para el que Lou no quería jugar.