Galgomundo

Siempre llueve y algunas veces lloramos

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Foto: Galgomundo

Algunas veces lloramos, canta Van Morrison, y no me quiero adelantar en nada de cuánto lo vamos a extrañar los que amamos el amor loco de sus canciones de su corazón irlandés, sonando en cualquier parte donde no obligatoriamente sirvan Guinness como siempre. Pero qué bueno que eso estaría. Escucho en el programa vecino a este, que no está pensado que le puedan hacer una biopic. Pero cómo estará saber algo de Van the man, cuando era joven, cuando con ellos que se llamaban Them estaban bien lejos de estar talando árboles. No tengo idea cuándo fue que naciste, o si eso te pasó en Belfast.

Todas las películas que vengan de por esos celtas sitios en el mundo parecen ser más humanas de la manera irlandesa, que no se puede explicar mucho cómo sería sin haber nunca estado, siempre querer ir, imaginarlo, llegar a ese pub donde lo mejor que tiran es cerveza negra. Es el color de la espuma de las cosas más asombrosas que he visto, no me quiero imaginar cómo le puede quedar eso en un lugar, que se supone, no puede nunca romperse. ¿Qué tan imposible puede ser fundir esa canilla de cerveza? Qué tan posible, como que se funda la ONDA en este pequeño país, salvo que le hagan la cama al galgo y lo pongan a dormir.

A Van the man me lo imagino en cenizas, como las de Angela, puede que el divino Ned se vaya a quedar con la fortuna de todas las canciones del baile de la luna. No hay ninguna muchacha de los ojos tristes que no vaya a reírse cuando vea a la que tenía los ojos marrones, que no se parece en nada a la hija de un granjero de ojos de un color que a Neil Young le hubiera gustado tener.

Este no hizo ninguna canción para la luna de la cosecha. Hizo unas melodías buenas para bailar a la luz de alguna luna, en donde al principio del disco hay una de dos buenos, pero buenos amigos, que tienen que volver a dedo a alguna parte que llovía parejo, pero no donde habían prendido el contento. La camioneta que los levantó les prestó la caja para empaparse en el movimiento de las ruedas, nunca se pudieron olvidar la letra que no tenía cinco letras o decía GLORIA en la voz de los que la iban a cantar después; el Rey lagarto del mismo apellido pero en los estados alterados del último waltz, o la versión todopoderosa donde Jesús murió por algunos pecados cuando la P de Patti Smith canta esa que era de ellos, la banda THEM dónde Van el joven hombre empezó. En el disco de los caballos, en su debut, deja el primer single de VAN con todo lo inmortal y nada de lo icónico. Me gustaría que nada se convierta en eso, capaz cuando le hagan la biopic, si la hacen mala, van a decir de VAN que fue un icono. ¿De qué cosa? De la música del alma de Irlanda. Porque se precisa hacer algo así, se pueden ahorrar eso que en una canción de la piedra filosofal le dicen maravilloso, REMARK.

Por qué hacer eso, dice Van Morrison en una canción de ocho minutos de un CD doble. Que tal cosa pudo haber sido una afirmación maravillosa, y después de escuchar esa canción, capaz te puedes aproximar un poco a lo que significa estar más cerca de curarse en el juego. Hay un disco de por ahí, como los noventa, de esa década cuando ya iban como tres de no haber nunca detenido la canción, pero sí haberse afeitado esa barba de las semanas astrales. De cuando el rojo irlandés pelo capaz quería cambiar a gris.

En el Healing game, en ese disco donde un dios puede ser áspero al principio, vienen otras después como esa, de algunas como fuego en el ombligo, algunas veces llueve y otras lloramos, y pueden pasar otras cosas como el suelo estando en llamas, a donde te gustaría que te lleven justamente por eso. Porque algunas veces bailamos y todo alrededor nuestro suena tan Van bien, sabe the MAN. Que no es otra que un milagro irlandés que haya estado todo este tiempo vivo para poder demostrarlo. Hay que pagarle al diablo por eso, mandarle saludos al divino Ned, y rezar para verlo antes del hola y adiós. En un pueblo, en un bar irlandés donde tiren de la cerveza negra del libro de los records, voy corriendo con mis sueños, o podés llevarme vivo o también muerto, o pongo los labios en la espuma, o tirá las cenizas en la pinta, bebe, que el resto está pago por el VAN on demand en la rockola de las canciones que corren sangre por las místicas venas, de llovía, y llovía, no lloraban, cantaban hasta que las gargantas quedaban secas, pero abrían bien grandes sus bocas, cerraban los ojos y bebían de la lluvia hasta llegar a alguna feria donde haya otra vez cerveza.

No contradigas eso nunca si andas por Belfast, Dublin o la isla donde uno se cortaba los dedos. Nunca lo intentes entender o comprender, son costumbres irlandesas que dicen algo más que la otra noche te esperé bajo la lluvia mil horas, por la sencilla razón que por allá siempre llueve, y cada tanto frena. Éramos tan irlandeses que daba miedo.

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