2021: EL CEMENTERIO DE LOS DISCURSOS
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DE DÓNDE VIENE ESTE NUEVO SIGLO
La Historia nos ha enseñado que su dinámica es poderosa y que de acuerdo al empuje de determinadas fuerzas su aceleración a veces resulta imparable. Más allá de años puntuales donde se ralentiza el cambio, casi como si se entrara en una escena cinematográfica en cámara lenta, cuando nos alejamos vemos una velocidad creciente de las mutaciones casi darwinianas de nuestra realidad, las evoluciones, las marchas atrás en algunos casos e incluso las reediciones de modas, actitudes o ideas pasadas. Las fuerzas del cambio son casi siempre giros psicológicos a nivel de las sociedades. Cambios de humor provocan revoluciones. Espíritus inquietos lideran tormentas tecnológicas que también (pero no exclusivamente) cambian el mundo, varias veces en poco tiempo. Ese ha sido el paisaje predominante desde inicios del siglo XX. Puntualmente, desde esa sociedad en plena mutación permanente que se engendró al fin de la Primera guerra Mundial hasta hoy, dos generaciones han visto varios mundos diferentes en una vida.
En el camino hemos visto el abandono del relato histórico lineal de la mano de Hobsbawm rescatando lo esencial sobre lo importante, la construcción de mitos geopolíticos durante todo el siglo anterior mientras el mundo se suicidaba cada veinte años, la muerte de la racionalidad de la ilustración y el sumiso transitar de la humanidad detrás de los flautistas que la guían a los ríos ideológicos para que se ahoguen en ellos.
El planeta se convierte en un puzle de estados, luego en una colección de naciones y llegamos a una sociedad global a pura evolución, no revolución como propone el mito.
El Sigo XX nos abandonó a caminando a 200 km por hora, ya maduro, despojado de inocencia a base de sucesivas guerras de todo tipo siempre justificadas por eufemismos, lanzando las utopías al contenedor de basura y portando el hombre postmoderno sobre sus hombros.
Ante el fracaso del modernismo con su humano racional, desarrollista, científico, rupturista con el pasado, pero sobre todo revolucionario, relativista al máximo; el péndulo volvió a moverse, alejando a los hijos de Bacon y Descartes del poder. Los postmodernos estaban dispuestos a inaugurar el siglo volviendo a la tribu, dinamitando el laberinto material en que vivíamos. El futuro había llegado. Ya no había espacio para discursos globales. Había comenzado la era de los pequeños relatos. la diversidad era bienvenida. Era la era del desencanto y al abandono de las cruzadas, pero a la vez de una inconsciente alegría irresponsable bajo el paraguas de las inclusiones y los derechos sin mirar fuera de las burbujas.
Todo tiene un costo, hemos dicho, y en este caso fue la banalidad. Dejó de ser importante en contenido a favor de las formas. La valorización del medio ambiente se mezcla hipócritamente con records de consumo. Se cuestiona la ciencia porque las sensaciones son lo verdadero y generamos seres sensibles, amables pero desprovistos de contenido y pasión por ideales que la relatividad condena.
La administración del planeta, la geopolítica, la gestión del poder no estuvo ajena a todo esto y más bien la alimentó, en la carrera desenfrenada de Occidente por exportar o imponer (lo que se pudiera) su sistema de vida y gobierno. Cuando hay tormenta arriba, los de abajo no tienen paz. Pero cuando todo se calma y sopla un viento en un solo sentido, hay que preocuparse.
Así terminamos el siglo, con un ganador en una guerra de noventa años en un campo de batalla que ignoro a dos terceras partes de la humanidad que no profesaba ni ese sistema en disputa, ni su esquema de valores, ni sus religiones. Cuando se subieron a los barcos a librar su cruzada contra el resto del planeta, empezaron los problemas.
EL TRONO TEMPORAL
La implosión soviética alimentó la idea del fin de la historia y el ascenso de una potencia hegemónica. El mundo se dejaba guiar por Washington. Pero el diez de febrero de 2007 (dieciséis años después de disolverse la URSS), un novel Vladimir Putin tomaba el micrófono en la Conferencia Internacional de Seguridad en Múnich y anunciaba que Rusia no reconocía un mundo unipolar y no renunciaba a la política exterior independiente que había sostenido luego de más de mil años de historia. Ángela Merkel, Jacques Chirac y Tony Blair bajaron la mirada con preocupación viendo alzarse en su mente el desafiante oso ruso en su futuro. Empezaba a morir la unipolaridad. Un año después, le bastaron cinco días en Osetia del Sur para que Rusia reapareciera en la escena mundial disfrazada de potencia global con una demostrable fuerza militar.
Dos años después, un detalle económico sacude la percepción mundial sobre los gobernantes del mundo. En el 2010, el PBI chino supera al japonés, convirtiéndose en la segunda potencia económica mundial. Es decir, desde lo alto del podio, si la Casa Blanca mira hacia atrás, solo ve a China acercándose.
El equipo de Barack Obama vio venir la ola, pero la torpeza de una administración tibia, ingenua e ideologizada en manos de una canciller improvisada solo alcanzó a intentar un giro obvio al Pacifico generando un pivote estratégico que quedo en una semilla a cargo de administraciones futuras.
En marzo de este año, en una gélida Anchorage, el canciller de una debutante administración estadounidense Anthony Blinken tragaba saliva mientras el funcionario diplomático chino Yang Jiechi le miraba a los ojos delante de la prensa internacional y le decía ¨…Estados Unidos no representa al mundo…¨ en medio de un dialogo tenso y desafiante. Blinken seguramente estaba recordando los comentarios de su antecesor Pompeo, quien advirtió que el mundo había cambiado hacia una nueva lucha por la hegemonía y que China iba en serio esta vez. Los meses que siguieron fueron testigos de una carrera frenética de Biden y Blinken por confirmar todas y cada una de las decisiones de Trump en materia exterior sobre conflictos secundarios para concentrarse en el Indo Pacifico y lograr una vuelta al pasado en el escenario europeo con un bloque solido enfrentando a Rusia, algo improbable. Sin pretender ser dramáticos, Washington parece acordar con la visión de Trump de que, a largo plazo, está luchando por su supervivencia.
LA GLOBALIZACIÓN QUE ALEJA Y LOS LIMITES IMPERIALES
¿Porque en un mundo globalizado a su medida, Estados Unidos desemboca en un escenario donde su hegemonía se diluye y corre detrás de los hechos en lugar de provocarlos?
Quizás hay una distorsión perceptiva generalizada con respecto a la globalización en sí misma.
Los fenómenos globalizadores siempre existieron y llegaron a su momento culmine el 8 de setiembre de 1522 cuando Sebastián Elcano anclo en Sevilla al término de su viaje de circunvalación. El mundo había sido completado y ya no existían tierras desconocidas, eso es lo que había, ahora solo restaba la conquista, el dominio y el desarrollo. Eso fue lo que sucedió en los siguientes cinco siglos. Solemos asociar la aceleración de los procesos de conquista y dominación a los avances tecnológicos que derivan en la reproducción de las comunicaciones. Eso es correcto. El mundo parece más cercano y lo vemos más pequeño, más a nuestro alcance. Ergo, para una potencia o un grupo de potencias dominantes, el transporte, el comercio y la dominación (incluso militar) de la mano de una supremacía tecnología es obviamente más factible y concreta.
Pero en forma paralela, los procesos de globalización, han descentralizado las fuerzas productivas, deslocalizado centros de concentración industrial y por ende la toma de decisiones productivas y comerciales se ha expandido horizontal y verticalmente por todo el planeta. Es una enorme transferencia de tecnología de las economías centrales a la periferia. Hoy se fabrican satélites, automóviles eléctricos, procesadores y hasta vacunas de última generación en países del tercer mundo en Asia, África y Latinoamérica. Países que eran verdaderas chanchas de futbol enormes con solo alguna extracción de petróleo, gas o mineral se transformaron en naciones con infraestructura, ciudades autónomas, transporte de avanzada y un entramado social más complejo e intelectualmente generador de conocimiento. De Sudan a Bolivia, de Sri Lanka a Etiopia, plantas de reciclado, extracción industrial automatizada y diversos niveles de tecnología industrial aplicada ya forman parte del parque industrial de sus sociedades a la vera de ciudades con rascacielos y trenes eléctricos.
En la escala superior de las pirámides nacionales, antiguos gobiernos verticales y autocráticos mutan hacia las enredadas madejas de la política republicana (con separación de poderes incluidos donde antes no existía ni siquiera un Poder Judicial). Una clase política, con todos sus defectos, se enquista en la realidad de cada nación.
Ese club de potencias del siglo XIX (cuya familia sigue en el poder) ya puede abrir sus ventanas y observar un planeta mucho, mucho más difícil de entender y dominar en pleno siglo XXI.
Alejandro murió muy cerca del punto límite de retorno para su conquista. Roma se ahogó en su propia grandeza encontrando los limites en la distancia. Los mongoles y rusos vieron diluirse su poder en estepas más amplias que el alcance de su imaginación. España expandió sus pulmones para soplar sobre todo el orbe, pero termino aceptando que su imperio estaba, incluso América, “demasiado grande, demasiado lejos”. El Imperio británico se especializo en el dominio a distancia, pero esa distancia creo lejanía, poca empatía. Nunca le fue posible internalizar sus dominios en las entrañas de los continentes, como lo evidencia la historia de Australia, India y aun Canadá. Solo dominó las rutas y los puertos costeros y vio diluirse el compromiso de pertenencia al imperio por colonias también demasiado grandes, demasiado lejos.
Esa máxima parece cumplirse con Estados Unidos. El mundo es demasiado ancho para uno solo porque los ritmos de desarrollo complejizan las sociedades de países menores y compensan las ventajas del avance tecnológico. Hoy el mundo está más cerca, pero menos estandarizado y más diferenciado. Por ende, más conflictivo, menos sumiso y más ingobernable.
La inclusión y la atención de culturas diferentes tiene un costo. La diversidad no facilita la toma de decisiones. Los imperios han encontrado sus límites en el mundo que ellos mismo han mutado y que ahora les demanda independencia de criterio cada parcela del planeta.
LA PANDEMIA DESCORRE EL VELO
En una era de globalización, también lo son sus defectos, sus miserias y sus holocaustos. Una epidemia mundial nos puso a la defensiva, nos mostró nuestra cara menos amable y dejo claro nuestras prioridades. Pero, además, puso fin a la postmodernidad. Esta liberaba al hombre de su pasado, ofreciéndole la oportunidad de vivir como un nómada en un mundo de dialectos, donde la verdad siempre es contingente, finita y relativa. La posmodernidad hizo retroceder el dogmatismo, es cierto, pero al doloroso costo de dejar al ser humano suspendido en el vacío. Ese hombre, despersonalizado, diluido en la masa, odiando el individualismo, autocomplaciente con sus defectos es el que recibe la cuarentena obligatoria, la violencia, la distancia y la manipulación. Ni siquiera está allí la religión, en retirada y escondiéndose, para ofrecerle ese saber absoluto que le permite afrontar la realidad desde la esperanza, pensando que hay un sentido objetivo en el universo. Allí estuvo el gran error, los pies de barro de las tradiciones son en definitiva… pies sobre los que pararse.
A falta de respuestas sobre hacia donde avanzar cuando ya no hay enemigos comunes, se agregó un enclaustramiento inmerso en economías muertas que pintaron un escenario donde la alegría perdió su vigencia y hasta su recuerdo. Las potencias administradoras de este planeta fueron fieles a si mismas, jerarquizando las ayudas, limitando los gestos solidarios para asegurar el blindaje de sus sociedades y no ejerciendo un liderazgo humanista sino uno autocrático, burocrático y egoísta.
A las mascarillas individuales, se sumaron las mascarillas de los Estados, en defensa del statu quo bajo la sombra de discursos solidarios sin sustancia ni consecuencia en la realidad.
Ahora, con mascarillas, todos mostramos nuestro verdadero rostro, los gobiernos y los ciudadanos.
Pero, la misma despreocupación que mostraron los gobiernos para no justificar sus atropellos confiscando insumos médicos o egoísmo no distribuyendo equitativamente las vacunas, se extiende a toda la cosmovisión. Ya no hay destinos manifiestos ni atisbos de defensa de valores civilizatorios.
En efecto, luego de dos décadas de ocupación para ser la frontera contra la barbarie en Afganistán, se abandona en un mes y con absoluto desparpajo se inician relaciones diplomáticas con los terroristas del discurso de la década anterior. Lo mismo sucederá más temprano que tarde en Irak
Naborno Karabaj, Libia, Tunez, Irak, Libano y también el Sahara Occidental son perlas en el camino de conflictos resueltos dentro de cuatro paredes, entre los patrones del orbe. En este 2021 ni siquiera se inician trámites de consulta en los organismos internacionales. Las naciones Unidas ven todo esto desde el balcón, como espectadores privilegiados.
Como observa la OMS la distribución arbitraria de vacunas sin ser escuchada ni consultada. En el mismo camino se abandonan los mecanismos de consulta sobre subsidios o malas prácticas comerciales en el interior de la OMC.
Joe Biden se volvió pragmático y traiciono sus discursos de campaña. Angela Merkel negocia con Rusia, avanza en un gasoducto y firma una mega acuerdo con China, dejando en un cajón los discursos sobre la identidad y soberanía de la Unión. Italia se muestra ambiciosa en el seno de Europa después de cederla la logística del puerto veneciano a Beijing.
Los discursos democráticos del último lustro empalidecen ante acuerdos de paz en Medio Oriente con monarquías del Golfo que más allá de la paz, garantizan un suministro estadounidense de armas a Arabia Saudita (y seguir su guerra en Yemen) o premia a la monarquía marroquí con el Sahara Occidental por su firma. Paz que asegura el suministro de armas que asegura la guerra … toda una ironía.
Los discursos multilaterales sucumben ante el apuro de consolidar bloques para que las decisiones puedan tomarse centralizadamente en Washington, Beijing o Moscú.
El discurso medioambiental, verdadera estrella de la dialéctica política de este siglo, también se tiñe de vacuidad, simple dialéctica funcional a la desesperación por mantener el statu quo en un mundo caótico. Planes improbables, fechas que no se cumplirán y una mise-en-scène obscena tanto por si irrealidad como por su falta de sentido común.
Discursos, discursos y realidades que los desmienten. Esa fue la música de fondo del 2021.
2021 Y LA OTREDAD: DESPUÉS DE LA PANDEMIA, MÁS PANDEMIA Y LA DESCONEXIÓN
Y allí empezó la conversión de la sociedad global. La Pandemia puso un manto de opresión económica sobre el planeta sin distinciones y los costos políticos de los gobiernos eran inevitables. Miles y millones levantando banderas contra el orden social establecido fueron el argumento histórico-real contra estas tesis quietistas del presente histórico. En muchos países el aroma romántico de las revoluciones impregnó el aire
La disconformidad al poder – El asalto del poder por el pueblo es una falacia en si misma desde el mismo momento en que se empieza a construir un nuevo gobierno. Así es, en ese instante la clase política formada para ocupar cargos se transforma en algo diferente y sus decisiones serán cuestionadas (o pueden serlo) y ya dejarán de ser pueblo. En Latinoamérica Chile, Ecuador, Perú y la propia Bolivia aprenderán esa lección en el 2022, aunque ya dejaron huella en el 2021 por reverdecer viejos mitos. La ley del péndulo, tan vigente en el continente, atenuará los discursos antisistema, otorgará caminos intermedios de proponer políticas sociales en entornos de mercado (como siempre) y nos llevará a otro lustro oscilante política y económicamente.
En otras geografías menos amables, militares o políticos recurren a herramientas sesentistas en Mali, Guinea y Chad, mientras Sudan cruza una tormenta para llegar a algo que llaman democracia. Níger logró resistir las tentaciones por ahora. Asia tuvo su propio ejemplo en Myanmar. La democracia también parece tener límites, demuestra no ser el remedio para todo y está más débil que nunca.
La naturalización de la pandemia. – El planeta entero ha comenzado a desarmar los controles inmovilizadores de la economía, a liberar la movilidad y comportarse con un ánimo pos pandémico. La epidemia no ha pasado, ni siquiera ha remitido, pero hemos decidido naturalizar su presencia, convivir con ella y tratar de seguir adelante. La fuerza de la economía como motor vital otra vez ha quedado en evidencia. El mundo vuelve a moverse al ritmo de los motores. Las energías renovables, en ese entorno, son más una lejana utopía usualmente mencionada pero no es corpórea, no es creíble a corto plazo. Una ola tras otra en el 2021 mostró preocupación, luego alarma, luego esperanza y después resignación para terminar con este hastío de reglas, confinamientos y derrumbe de expectativas económicas tanto individuales como familiares. Fue el año de las vacunas, pero no el de una salida alegre de la pandemia, sino un triste retorno a una vida peor, más cercana a una distopía que a un futuro mejor.
El desacople de los bloques económicos – Acorralar a China y rodear a Rusia es una idea prevalente en las estrategias de política exterior estadounidense desde hace una década. Aceptada por Obama, implementada por Trump y acelerada por Biden, esta hoja de ruta demuestra por ahora tener algunos ruidos difíciles de disimular. Rusia no ha podido aún ser rodeada. China está lejos de ser acorralada e incluso ha vuelto minoritarios los regímenes asiáticos dispuestos a optar por una alineación militar con Washington en lugar de una floreciente relación comercial con Beijing. Aún más, todo el vasto territorio ¨del medio¨ compuesto por economías medianas y pequeñas, parece ir sucumbiendo a las amables inversiones chinas que contrastan con las malhumoradas imposiciones estadounidenses. El crecimiento sostenido de la economía china, sus ambiciones geopolíticas y principalmente la capacidad del capital chino de disputar las áreas más sensibles de la próxima revolución industrial (5G, robótica, automatización, Internet cuántica, etcétera) han trastocado y modificado las percepciones de los actores empujando a Estados Unidos a una gigantesca logística de desacople de sus procesos productivos con los proveedores y fabricantes asiáticos. Trump inició un camino directo a la repatriación de dinero y factores productivos mediante excepcionales incentivos tributarios. Biden aparece con dudas y menos herramientas. Los ataques mediante sanciones al riñón tecnológico chino (Huawei) ya perdieron efectividad. Beijing recordó a sus empresas (Alibaba) quien manda y mantiene un control de la oferta tecnológica que pacientemente instala e implementa en países medios y pobres.
La idea es que cuando China estornude, el mundo ya no se resfríe. El 0.9% que implica la influencia de la economía china en demás del planeta, se trasformó en un 0,2% en pocos meses. El “desacople” representa un camino desconocido en la historia moderna. El 2021 ha sido el año en que ha tropezado también con límites, no tanto por imposibilidad de ¨salir de Asia¨ sino por la triste realidad de que no hay muchos lugares a donde ir. No hay en Latinoamérica (salvo Colombia) terreno fértil ni energética ni tributariamente fértil para relocalizar rápido complejos industriales. China se ha adelantado en África. Las fábricas norteamericanas se quedan sin opciones tratando de evitar producir con los obreros más caros que existen: ellos mismos.
Un desacople exitoso implicará la creación de burbujas económicas donde los bloques se convertirán en mundos diferentes y diferenciados, menos conectados y con una dinámica culturalmente divergentes. China y Rusia están ya mencionando el área más sensible a la complementación financiera global: la moneda de referencia. El dólar es claramente hoy la línea de flotación del sistema financiero internacional. Una moneda alternativa será el mejor paradigma de sistemas que desafíen el dominio de Estados Unidos. Las criptomonedas, sin comerla ni beberla, pueden ser increíblemente funcionales a esta idea. Nada bueno, mucha inestabilidad y un retroceso en el relacionamiento global. Todo mal, pero posible e incluso probable.
El canto de sirena medioambiental – El siglo anterior nos abandonó mientras buscábamos ser ese hombre nuevo que prometieron las ideologías, pero ahora fruto de una nueva ideología, quizás de hasta una nueva religión: el hombre armónico. Un ciudadano responsable, injerencista en denunciar políticas estatales no políticamente correctas, consumidor de productos naturales, dietas equilibradas y portador de una moral geométricamente creciente en su adquisición de derechos reales, potenciales o simplemente operacionales. La confusión entre los destinos de la especie humana y el planeta que habitamos (asuntos diferentes) lleva a una dramática espiral de estimaciones apocalípticas, ensayando fechas de caducidad del mundo una tras otra sin correlación ni contrastación ni base de sustento racional. Otro discurso explotado a full pero cada vez menos incidente en las decisiones ya que la tecnología mostró sus límites: no es posible una transmutación energética aceptable a energías renovables a corto plazo. Aún más, está en debate la posibilidad de acometer estrategias de crecimiento y reconversión industrial sin la utilización de hidrocarburos. Áreas criticas como el Sahel , Centroamérica , el sur del Cáucaso y el cuerno de África no verán aceptable posponer estos procesos , sacrificar una generación en las fauces del hambre, la desocupación, la deficiencia educativa, desnutrición y violencia regional en aras de una medalla de preservación medioambiental.
Los derechos humanos – Las implicancias morales, la mochila cultural y nuestra sensibilidad postmoderna nos guiaron a poner el tema de Derechos Humanos al tope del mástil de nuestro barco ideológico. Otro discurso que sucumbe a su obsolescencia planificada y a los hechos que contradicen la teoría. No se tiene, me parece, la costumbre metodológica de contrastación de lo factico con lo declarado. Quienes opinan teorizan de una manera peligros. Además, los analistas actuales tienden a subestimar los tremendos costos de la guerra fría. Si hoy los voceros de la cultura occidental carecen de credibilidad cuando defienden los derechos humanos y la democracia (Hong Kong y China incluidos) no es solo resultado de una generación de intervenciones militares desastrosas en Oriente Próximo. En los años en que EEUU consideró que libraba una batalla existencial con la URSS, derribó gobiernos democráticos en Irán (1953) y Guatemala (1954) y dio apoyo a feroces dictadores como Joseph Mobutu en República Democrática del Congo y Augusto Pinochet en Chile, por lo que cruje demasiado el sistema de valores declarado.
Las herramientas de la nueva normalidad – Todos saldremos peor de lo que entramos a la pandemia. Todos seremos menos inocentes, menos crédulos, menos idealistas. Hemos visto a la gente ser egoísta según su edad, despreocupándose de contagiar a otros o no. Todos hemos visto la prioridad de las reuniones, festejos y actividades lúdicas por encima de los regímenes de internación, aislamiento y distanciamiento. También hemos visto la estrategia de distribución de las vacunas basados en las burbujas geopolíticas de las potencias. Como ya he dicho: las mascarillas de los Estados. Según algunos, hemos retrocedido en la construcción de una sociedad internacional. Según otros, volvemos a la realidad, pues la competencia entre estados, el sistema de áreas de influencia y los mecanismos de protección de intereses por encima de los globales nunca dejaron de existir.
HACIA DONDE VAMOS
El año 2022 se inicia en pleno proceso de bifurcaciones estratégicas donde las potencias empiezan a construir sus vecindarios donde mantienen apoyos diplomáticos, militares y estratégicos, pero sobre todo donde establecen una estructura de provisión de insumos para sus actividades productivas por separado. Es particularmente interesante como Beijing firma el RCEP, el mayor acuerdo de libre comercio de la historia, y cuando vemos un mapeo de los insumos, importaciones y exportaciones recíprocas, descubrimos la posibilidad china de abastecerse del 90% se los insumos requeridos por su industria de la región que la circunda. El disciplinamiento que intenta Rusia con sus vecinos exsoviéticos, apunta a algo similar, aunque más enfocado en los sistemas de defensa y seguridad. La relocalización de fábricas asiáticas de parte de Trump en Latinoamérica buscando economías de cercanía, nunca concretado se inscribe en la misma dirección.
Europa no crece y se empieza a acostumbrar a la idea de que se verá en la periferia del mundo futuro, ya mudado al Indo Pacifico. La cultura occidental encuentra sus límites y esta vez hay un sistema de suma cero que no permite avanzar porque el otro no lo permite.
América Latina, en el pretil de planeta, está más allá de la periferia y será aún más irrelevante.
En los bordes de los Imperios, tal cual sucede con las placas tectónicas, se producirán los sismos geopolíticos, en Europa del Este, el corredor euroasiático y el mar meridional chino.
El repute económico será dirigido a la medida de las bifurcaciones estratégicas y las potencias se encargarán de hacernos participe de sus desencuentros y aspiraciones.
Sin duda, el enorme avance tecnológico que tuvo lugar entre las cuatro paredes del confinamiento dará sus frutos, pero la gran pregunta que todos nos hacemos es …
¿Somos los destinatarios de esos avances, o solo el campo de pruebas de los experimentos que vienen, meta verso incluido?
¿Qué tipo de individuo recibirá esta olla a presión planetaria?
No podemos ser ilusos, ya lo hemos sido.
No podemos ser materialistas, ya lo hemos sido.
No podemos edificar nuestras creencias en base a religiones o ideologías (otra forma de religión)
Estamos de vuelta de tantas cosas que quizás es bue
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La Hora Global: 60 minutos para comprender el nuevo desorden mundial
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La Hora Global:
Este nuevo programa de Radiomundo busca analizar los hechos internacionales, no solo las noticias. Es un momento de profundos cambios de índole social, político y económico en todo el planeta, que incluyen desde la presidencia de Donald Trump en EEUU, el Brexit y la crisis de los refugiados en Europa y el viraje ideológico en América Latina, hasta una China protagonista como potencia mundial. Nada surge de la nada: la objetividad y un enfoque descriptivo serán en este programa buenas herramientas para llegar a conclusiones, entendiendo causas y consecuencias.
Conduce: Gustavo Calvo. Con Leo Harari
Emisión: Martes y jueves de 15 a 16 hs.
Escuchar también…
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Foto en Home: Discursos. (El Confidencial)