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El análisis de la guerra entre Rusia y Ucrania revela que el enfrentamiento trasciende lo puramente militar, desarrollándose también en el terreno discursivo y propagandístico. Efectivamente, cuando cesa la acción bélica directa, emerge con fuerza la narrativa, cargada frecuentemente de desinformación, noticias falsas y representaciones sesgadas destinadas a favorecer intereses nacionales específicos.
En este contexto, la maquinaria propagandística del Kremlin opera activamente, modificando de manera estratégica su relato sobre los actores internacionales involucrados. Así, conceptos previamente estables, como la percepción del denominado "Occidente Colectivo", experimentan cambios discursivos notables. Si antes Estados Unidos se presentaba claramente como el enemigo principal, la retórica reciente ha comenzado a minimizar esta posición, atribuyendo a la Unión Europea un papel predominante en la continuación del conflicto. Específicamente, Rusia identifica a la Unión Europea como "el Partido de la Guerra", aludiendo a sus planes de fortalecimiento militar frente a la incertidumbre derivada del compromiso de Estados Unidos con la seguridad europea.
Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, expresó explícitamente esta postura al señalar la militarización europea como una tendencia peligrosa que aleja cualquier posibilidad real de distensión y no contribuye en absoluto a la seguridad continental. La narrativa oficial rusa sugiere, por tanto, que el peligro para Europa no proviene de las acciones militares rusas en el Donbás, sino de una estructura burocrática europea supuestamente belicosa y ávida de infligir una derrota estratégica a Rusia.
Sin embargo, desde una perspectiva sociológica y mediante encuestas recientes, se revela que la percepción social rusa de la guerra en Ucrania es compleja. Si bien una mayoría significativa aún apoya formalmente las decisiones del Kremlin, según diversos sondeos independientes como los realizados por el Centro Levada (considerado como el último centro de encuestas independiente en Rusia), existen resultados de opinión que no están atados a valores occidentales o siguen la misma hija de ruta raiconal que Occcidente.
Es importante señalar que estos resultados están también condicionados por el limitado acceso a información alternativa dentro de Rusia, lo que sugiere que la aprobación pública podría reflejar parcialmente los efectos de un entorno mediático restringido y controlado por el Estado, antes que un auténtico respaldo consciente e informado.
Rodrigo Melgar y José Antonio Saravia nos acercan a estudios serios, análisis de fuentes y conclusiones que nos hacen pensar en “modo ruso” , enriqueciendo nuestra comprensión del conflicto.
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