

Por Gustavo Calvo
Uno de los elementos de análisis y debate más relevante en el ecosistema académico de las Relaciones Internacionales ha sido, desde 1991, la transformación de los mecanismos de gobernanza mundial.
La imparable marcha triunfal de Estados Unidos y el imaginario popular coincidiendo con la ingenua propuesta de Fukuyama creyendo en el fin de la Historia parecían validar la existencia de un dominio global basado en un único hegemón.
A riesgo de repetirme, vuelvo a centrarme en Febrero de 2007 y la conferencia de seguridad de Munich donde un novel Vladimir Putin sube al estrado con los focos concentrados en una posible adhesión rusa al entorno de seguridad europeo. Una OTAN con Rusia dentro sería un giro copernicano a la geopolítica de la post guerra fría.
No sucedió.
Putin elaboró un discurso para la reivindicación de la visión geopolítica rusa, interpretando críticamente la concentración de poder en Washington, negándose a reconocer un mundo unipolar y reclamando un papel protagonista en la política mundial.
Allí terminó el orden mundial unipolar de 1991.
Este relato es muy útil para ver en perspectiva los movimientos siguientes en el entorno euroasiático que aceleraron el pulso histórico. La OTAN en 2008 sugiere que Georgia y Ucrania podrían integrar la OTAN en un futuro. Era un guante en la cara del líder ruso espèrando su respuesta. Putin actúa rápido y Georgia, Chechenia y Moldavia ven de primera mano la dura mano de hierro de un Putin mimetizado con el pasado ruso.
Para entender lo que sigue hay que comprender que a partir de allí, el mundo ya no hablaría con Vladimir Putin. A través de él hablarían con la Historia de Rusia., para bien o para mal.
El año 2010 fue el debut de China en la primera línea de la gobernanza global y todo el planeta, riéndose de Fukuyama, empezó a adivinar el próximo orden mundial emergente del colapso del anterior.
Hay que evaluar ese renacer ruso y la proverbial ayuda de China en momentos de su crecimiento dubitativo ante un Occidente oliendo sangre y acelerando en su avance sobre zonas de influencia del pasado sovietico. Si eso no se entiende, no se entiende dónde estamos hoy.
Ya pocos discuten el avance europeo sobre la seguridad rusa, la manipulación de la opinión pública sobre evaluando convenientemente el relato del poderío ruso que existe pero no calza los puntos que se pretenden y la no aceptación occidental del abrazo del oso ruso.
En tiempos de una fulgurante aparición de China en el podio, Rusia claramente percibió en el acierto o el error que su destino podría ser el de un plato del menú en la futura configuración del nuevo orden que llegaba. Para Putin, la historia de su país no permitía la inacción y rápidamente llegó a conclusiones geopolíticas.
En primer lugar, no había una nación destinada a la pobreza e irrelevancia por su valía en cuanto a poderío militar, nuclear, disposición de recursos naturales y su propia matriz cultural.
En segundo lugar, tampoco había una familia amigable europea que los vea como futuros socios y claramente la persistencia de la OTAN demostraba que existía un ellos y nosotros en esta relación. Hay una intelectualidad rusa aún hoy sentada sobre el grupo de creencias que declara su adhesión a la mirada de Catalina sobre la integración con Europa como una evolución superadora. Pero los tiempos la han licuado, Europa muestra sus lindos ojos pero se perciben sus arrugas y su atractivo desaparece lentamente.
Finalmente, luego de casi una década en el poder, Putin pudo re-enamorarse de su propio país. Los equilibrios militares mostraban una Rusia con potencial muy atendible junto a una Europa desnutrida y dependiente de Estados Unidos. La economía daba indicios de lograr asociaciones ventajosas en el terreno energético. Los países del corredor euroasiático y del Caspio seguían siendo un área de influencia manejable.
Aquel discurso del 2007 se convirtió en el puntapié inicial de la doctrina de no alineación en el primer nivel de la pirámide y puja por el poder global del Kremlin. La Tercera Roma ocupaba su lugar en el determinismo de la historia.
Las raíces de la Geopolítica, su propia lebensraum y una inmensa biblioteca sobre el Hearthland abonaron un camino posible para recrear una identidad nacional.
Según Piotr Savitsky en 1925 “Rusia no es parte de Europa o Asia, sino una civilización única que se extiende entre ambos continentes y tiene geopolítica propia”
También Alexander Duguin aporta su granito de arena con su cuarta teoría luego del fracaso del liberalismo, el comunismo (socialismo) y el fascismo, rebelándose contra la modernidad. Ni el individuo, ni la clase sino una identidad dogmática propia sobre las columnas de la tradición y asunción de la ideología imperial zarista.
Putin está de acuerdo, pero no es un zar ni pretende recrear nada sino asumirlo como insumo de un nacionalismo conveniente y funcional a su permanencia en el poder.

EL CASO UCRANIA
El avance occidental en zigzag sobre la influencia rusa existió, y será nuestra decisión en que aguas navegaremos en este artículo.
Podemos atenernos a la lógica del Derecho Internacional Público. En este caso es cómodo el análisis. El artículo 2.4 de la Carta de la ONU bastaría para apagar cualquier debate y aún así se suman una variedad de normas jus cogens muy claras en significado y alcance.. La lógica de un camino de respeto a las normas y el poder coercitivo de las mismas indica que debió darse una retirada rusa, una indemnización, el sometimiento de Putin a los estrados internacionales y la libertad para Ucrania de poder sumarse a los acuerdos de seguridad y defensa que crea conveniente.
Eso no sucedió.
No se negó que explícitamente se desconocía ese camino. Se dijo en voz alta que otros intereses primaban por encima de la estructura legal de convivencia de la Sociedad Internacional.
Debemos entonces interpretar, no justificar. Debemos analizar el ser no del deber ser porque es evidente que la realidad tiene una agenda propia que desafía el pensar dentro de la caja tradicional del Derecho.
¿Por qué sucede?
Obviamente no hay una voluntad mayoritaria de los estados de inmolarse por el cumplimiento del Derecho Internacional.
No se trata solamente de una actitud provocadora y rupturista rusa sino también cierta coincidencia de los modos de pensar del poder en el mundo. Todos los gobernantes, en voz baja, piensan que en situaciones límites, en circunstancias de un peligro existencial, el Derecho tiene poco que decir.
Cualquier coalición decidida en Marzo de 2022 hubiera frenado el avance ruso, pero así como se extinguirán las revoluciones populares ahogadas en la comodidad del ser humano moderno, será improbable lanzarse masivamente a una guerra internacional a cualquier ciudadano habitante de un estado de bienestar.
Desde un primer momento todos sabíamos que no habría un pie de un soldado europeo en suelo ucraniano.
Recorriendo este camino “realista” (en el sentido coloquial del término) , no se cumplió la promesa de James Baker de que la OTAN no avanzaría una pulgada al Este, dada a Gorbachov. Occidente avanzó captando mercados, favoreciendo el acceso al poder de partidos políticos afines, colonizando económicamente el Este de Europa, rodeando a Rusia y propiciando un golpe de estado en Ucrania en 2014.
No digo nada que no se sepa. Bill Perry (Secretario de Defensa) y Bill Burns (Ex jefe de la CIA) han sido voces muy claras alertando contra un avance descontrolado sobre las áreas sensibles rusas.
En este terreno de frías conclusiones “realistas” (en el sentido doctrinal del término), Putin obedeció a su Historia y optó por la expansión como respuesta a un avance sobre su concepto de seguridad y defensa llevado al extremo del peligro existencial.
Recordemos, hablar con Putin es hablar con la Historia rusa.
Lo increíble de esto es que el resto del mundo está en la misma sintonía. Las respuestas pasan por apropiarse de bienes patrimoniales de ciudadanos rusos, forzar constituciones para romper con neutralidades, políticas de cancelación deportiva, cultural y política de todo lo ruso, desafiando muchas normas del mismo Derecho que se reclama cumplir.
Allí es donde nos hacemos la única pregunta fundamental. ¿Es Rusia una potencia a temer?
Si no lo fuera, Occidente quemaría las naves para poner pie en Ucrania y la enfrentaría sacándola a cañonazos de allí. Aún teniendo un arsenal nuclear, es discutible que de verdad creamos que lo usaría ante una guerra convencional que pierda.
Si creemos que sí lo es, automáticamente nuestro enfoque cambia y dedicamos energía a buscar caminos de entendimiento para no despertar al ogro.
Mi conclusión es que todo Occidente reconoce a Rusia como potencia de primer nivel y el miedo le gana a los principios.
Ucrania parece entonces un precio a pagar y Zelenski luce como un líder irracional que no entiende que perdió.
UN PASEO POR CHINA
China ha emergido como potencia desafiante. Tiene el secreto mejor guardado de la economía política como explicación de su crecimiento, desarrollo y despegue. Tiene escala.
Su mercado interno es capaz de ser el motor de cualquier evolución tecnológica. Su perfil cultural garantiza no tenerle miedo al esfuerzo sea en la construcción de motores nucleares o en la elaboración académica de destrezas innovadoras.
Lo haya elegido o no, su sistema político asegura la disciplina necesaria para ganar por cansancio a cualquier desafío que se le presente. Se ha mencionado mucho pero Confucio no es suficiente para explicar esa cultura espermatozoide donde de millones, solo llega uno.
En este nuevo reordenamiento global de la gobernanza es quien duerme más tranquilo, su rol como elefante en la habitación está asegurado. La pregunta es sobre los demás, no sobre ella. ¿Europa? ¿India, Turquía, Arabia Saudita? Serán la guardia pretoriana de alguna de las patas de la mesa.
No hay demasiado que decir hoy sobre China porque eso no es un misterio y está a la vista.
Ya ha superado a Estados Unidos en la mayoría de los rubros relevantes, salvo el espacial. Incluso su potencia militar se acerca mayor velocidad de lo que puede Washington producir.
No tiene más que los escrúpulos propios ni los controles que no quiera tener. Podrá, a contracorriente del concepto suicida occidental, aplicar la Inteligencia Artificial en la gestión militar.
Al dejar la voz alta a cargo de Occidente y no replicar demasiado, no estar exigido a explicarse, no intervenir decididamente en ningún conflicto, también crea una tierra de nadie preocupante.
¿Cómo gobernarían el mundo?
- No son una democracia, No se percibe transparencia
- No admiten un debate de valores, más bien los evaden.
- Declaran su integración al orden internacional de organismos multilaterales, dan el discurso correcto en el lugar correcto en el momento correcto. Pero siguen avanzando sin aclarar mucho más.
- Prefieren el lugar de la “incógnita amable”
EL PROBLEMA DE LOS TRES CUERPOS
En astrofísica, el problema de los tres cuerpos es el desafío de predecir el movimiento de tres cuerpos con cualquier masa que interactúan mutuamente bajo la fuerza gravitacional. Si tenemos sus posiciones y velocidades iniciales, se busca determinar sus posiciones y trayectorias y velocidades futuras.
¿Hay dificultad en esto?
Bueno, más bien al día de hoy es imposible. A diferencia de las predicciones sobre dos cuerpos, donde la dinámica sigue una lógica dependiendo de sus masas y movimientos, los tres cuerpos plantean un caos donde las fuerzas no parecen seguir un patrón. Además, los movimientos (incluido el de rotación) disparan eventos climáticos, geológicos y gravitatorios incontrolables e impredecibles
El escritor e informático chino Liu Cixin noveló esas dificultades en una trilogía cuya primer obra lleva ese título.
Al igual que sucede con los planetas, los países siguen sus movimientos de intereses por aparentes leyes que se pueden analizar atraídos muchas veces por la fuerza de gravedad de las influencias del poder de otros Estados.
¿Cómo se comportan los Estados cuando se jerarquiza la relación entre Estados? ¿Qué sucede cuando hay dominantes y dominados y abandonamos la idea de la mesa de billar?
Las relaciones entre ellos basados en un estudio bilateral abundan y son insumos de predicciones y análisis de todo tipo. Hay mucha bibliografía en ese plano y corrientes enteras del pensamiento de las Relaciones Internacionales basadas en una u otra interpretación. Las fuerzas de acción y reacción en general predicen casi todos los conflictos. El gran banco de pruebas de la Historia moderna fue la Guerra Fría, donde la bipolaridad nos marcaba las señales de nuestras predicciones. Antes, Roma y Cartago, así como Esparta y Atenas ya habían presentado casos de estudio.
Pero, ¿qué sucede en una tríada?
María Fernanda Arias, académica e investigadora de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) en Argentina, en su estupendo paper Trilateralismo y política norteamericana en la década del 80 : el caso de la administración Reagan, describió las complejas interacciones y cambios ideológicos dentro de ese triángulo de poder. Su enfoque destaca la complejidad de las relaciones entre grandes potencias en un escenario que no es puramente bilateral, reconociendo la interdependencia y la disputa política dentro de sistemas triádicos o multipolares.
Ya Robert Cox introdujo el concepto de hegemonía estructural para explicar cómo las potencias dominantes modelan el sistema internacional y Karl Deutsch estudió la estabilidad y el cambio en sistemas multilaterales, muchas de las veces en base a cooperación y entendimiento entre potencias.
Menos teórico y más adecuado al paladar actual, Lowell Dittmer (1978/81), analiza lo que llama Triángulo Estratégico utilizando la Teoría de los Juegos. Recordará el lector la referencia de Nixon/Kissinger explotando la rivalidad sino-soviética.
Es interesante ver cómo cómo cada relación bilateral se redefine por la tercera pata. Y ese parece ser el caso en la actualidad. Kissinger decía que el triángulo “funciona” cuando Washington mantiene vínculos mejores con ambos que los que ellos tienen entre sí
Pero, ¿es aplicable hoy utilizar tácticas para separar a un adversario de sus socios ofreciéndole selectivas concesiones (seguridad, comercio, control de armas)?
Donald Trump no es un académico, aunque tiene algunos cercanos en su equipo. Su mirada es intuitiva, transaccional y confrontativa apelando a su autoestima alta y predilección por el choque y la pelea en el barro.

Esa intuición hoy es más que suficiente para entender cuales son las opciones de futuro.
Hay un nuevo orden naciendo. Estados Unidos puede influir en parte en su diseño, pero también puede ser su víctima.
Las patas de la mesa determinarán el camino y sus características.
Se vive un momento histórico cuasi re fundador del orden mundial.
Ante todo se debe reestructurar las guías de acción. ¿Cuáles podrían ser? ¿La moral? ¿La Religión? ¿volver a la voluntad cuasi divina de los líderes? ¿El Derecho? Este último, aún cajoneado, seguirá siendo la mejor herramienta para gerenciar los problemas y conflictos menores y medios dejando a las potencias de primer orden la resolución de los casos sensibles.. Ese ha sido, siendo realistas, el rol de las Naciones Unidas después de todo.
Las políticas exteriores de los tres tienen soportes distintos.
Washington abandonó la estrategia para apostar al desafío transaccional como en una partida de poker. Moscú mantiene (sobre todo por la formación de Sergei Lavrov) el realismo clásico como brújula. Beijing juega un lento y paciente ejercicio de rodear al adversario y apostar a largo plazo.
Pero entre las patas de la mesa de decisiones futuras, el concepto de esferas de influencia sigue vivo y lucha.
Ucrania está en la esfera de influencia rusa y Trump comprende la preocupación de Putin, porque él tiene la misma con respecto a México y Brasil por ejemplo. Por eso mismo Ucrania no puede ser vista como algo distinto a una guerra regional europea encapsulada. Así debe quedarse y no merece la atención de una guerra mundial ni Trump comprende como no se firma la paz y se sigue adelante.
Esas esferas de influencia son la delimitación de fronteras entre los imperios y funcionan como reglas no escritas.
Es la mirada de Putin, es la mirada de Trump y en definitiva es la mirada de Xi.
Trump vislumbra que una nueva Guerra Fría con Estados Unidos siendo una pata de la mesa y conformando la otra con China y Rusia conviviendo y acordando es una muerte segura de la civilización occidental a mediano plazo. Yo estoy de acuerdo.
Trump necesita que sean tres patas. Trump necesita a Putin como tercera pata.
Tiene así un doble resultado. Separa a sus potenciales adversarios e introduce el caos propio del problema de los tres cuerpos.
Repito la pregunta; ¿es aplicable hoy?
Ante las previsibles oposiciones a esta idea pensando que es una ilusión convertir a Rusia en “occidental” debo aclarar que no es el enfoque. La dinámica del poder exige en la medida que crece, una mayor concentración en los intereses propios, un endurecimiento de las decisiones críticas y una percepción de debilidad si uno mismo se pliega siempre a las opiniones de otro Estado. La autoestima se vuelve una necesidad y ese “estado de alerta” se transforma en “desconfianza como método”.
Un Rusia empoderada y reconociéndose una esfera de influencia y escuchando su opinión en una mesa chica, dejará paulatinamente de verse a sí misma como un vasallo de China y genera una nueva dinámica en las comunicaciones horizontales.
Hay oposición a esta teoría. No hay que apresurarse subestimando la profundidad de la interdependencia económica y estratégica entre Rusia y China, así como la complejidad de las identidades y objetivos de cada actor. Su alianza tiene un porqué, Rusia viro a Oriente empujado por Occidente y eso no lo olvida
Para que esa cuña funcione, el “tercero” debe percibir beneficios creíbles y mayores que los de su socio actual. Hoy, Rusia y China publicitan lo que llamaron una “asociación sin límites” (4/2/2022) y mantienen interdependencia económica récord (2024 = 245 mil M USD). Eso eleva el costo de Moscú si quiere “desalinearse” de Beijing y reduce la palanca de Washington.
El Kremlin tiene su mirada. El corredor euroasiático , Oriente Medio, Latinoamérica y el Ártico son temas de discusión donde Rusia tiene mucho que decir sin que China se convierta en el árbitro de todo.
Nadie me puede convencer de que en el Kremlin no se teme a China.

También para ellos aparece como una potencia que se convertirá en amenaza en algún momento de su crecimiento.
El papel de China en Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán en 2022, sobre todo antes de la cumbre de Samarcanda en Setiembre, ejemplifica la asunción de potestades chinas en áreas que Rusia entiende sensibles y siembra luces amarillas en el Kremlin.
Rusia sabe que las asociaciones asimétricas con Beijing tienen un costo a largo plazo.
Repito que Trump no es un académico, pero percibe que si tengo un vecino desafiante y otro más débil y dependiente de mi adversario, mi tarea por empoderar desembocará en un diálogo de tres, más desordenado, pero preferible al esgrima dialéctico de una potencia y su desafiante que parece que estoy perdiendo. Una lucha entre tres me da ese río revuelto que como pescador me permite aspirar a tener una ganancia.
Tengo la sensación de que el problema de los tres cuerpos traerá cierto caos a este terreno de las Relaciones Internacionales. Creo que las mismas leyes físicas que colisionan en la Astrofísica, lo harán en esta área de realidad. Además, percibo que no hay una identificación tan diferenciada entre los intereses de los tres cuerpos, lo que garantiza de por sí zonas de superposición y esa colisión mencionada. La bibliografía parece decir que cualquier sistema genera más conflictos que una balanza entre dos, pero Washington percibe que esa balanza es el peor futuro sobre todo ante China.
Donald Trump en definitiva, puede tensar las costuras de la alianza chino – rusa sin romperla y una triada inestable es una apuesta mucho mejor que una bipolaridad asimétrica que se está inclinando en su contra..
“Quien determina el enemigo, determina el orden político.”
Carl Schmitt










