
Vivimos en la era en que las guerras ya no se limitan a los frentes y a los tanques: se dan también en las pantallas, en los cables de internet, en las fábricas de opinión y en la infraestructura crítica. La guerra híbrida combina medios convencionales y no convencionales —desde operaciones militares tradicionales hasta ciberataques, presión económica, campañas de desinformación y operaciones encubiertas— buscando desestabilizar, dividir y lograr objetivos sin que siempre seamos capaces de identificar claramente al agresor.
Esas tácticas construyen las narrativas falsas, buscan paralizar economías o servicios esenciales con ataques digitales, y los actores estatales y paraestatales explotan grietas sociales para obtener ventaja estratégica.
La maquinaria de desinformación alrededor de Ucrania hasta ataques cibernéticos que afectaron suministros y comunicaciones, han servido para entender la lógica, las víctimas y las respuestas democráticas posibles
Informar, explicar y debatir sin sensacionalismo —para que la audiencia comprenda no sólo el “qué” sino el “cómo” y el “por qué” de estas nuevas formas de conflicto es difícil pero muy necesario









