
Presentan: Instituto Crandon Gastronómico
Apoyan: Alimentos Deambrosi y The Labb Coffee Roasters
Montevideo tiene en sus bares y cafés una de las expresiones más vivas de su identidad urbana. La palabra bar, heredada del inglés, comenzó a usarse a fines del siglo XIX para designar los mostradores de madera donde se servían bebidas rápidas, un espacio de paso y socialización.
En Uruguay el bar tiene un sentido más amplio: no solo es un lugar donde tomar café o un trago, sino también un sitio de encuentro, de conversación, de cultura popular y de pertenencia barrial. Hablar de un bar en Montevideo es hablar de un pedazo de historia compartida, de esquinas que marcan generaciones, de mesas que han sido testigo de amistades, conspiraciones políticas, romances y tertulias literarias.
Los bares más antiguos de la ciudad, muchos fundados entre los siglos XIX y XX, nacieron al calor de la inmigración europea. Italianos, españoles, armenios, gallegos, vascos y tantos otros llegaron con recetas de cocina, idiomas y músicas que pronto se mezclaron con los acentos y costumbres locales.

Esos bares fueron puntos de reunión de oficios, lugares donde se construyó comunidad y donde Montevideo fue tomando forma. Allí se compartían noticias, se tejían solidaridades, se transmitía la cultura oral y se conservaban sabores caseros que hoy son parte de nuestro patrimonio cotidiano.
De ahí que hoy hablemos de bares patrimoniales. No se trata solo de locales con muchos años de historia, sino de espacios que han conservado su esencia: la arquitectura original, el mobiliario de madera o de hierro, los rituales sociales de siempre, la hospitalidad de la barra, las historias del barrio. Son verdaderos reservorios de memoria urbana y cultural.
Al mismo tiempo, Montevideo se renueva. En los últimos años han surgido bares y cafés nuevos que reinterpretan la tradición y la actualizan: propuestas gastronómicas innovadoras, espacios de diseño contemporáneo, coctelería creativa, ambientes que dialogan con las tendencias globales pero que también reconocen la historia de la ciudad. La convivencia entre lo nuevo y lo viejo es parte del encanto de la capital: uno puede pasar de un bar histórico de la Ciudad Vieja, con su barra de estaño y fotos amarillentas, a un café recién inaugurado en Cordón o Palermo donde se tuestan granos de especialidad y se programan ciclos de jazz.
El documento presentado a la Junta Departamental propone algo clave: reconocer formalmente a los bares y cafés patrimoniales de Montevideo. Se trata de declarar su valor histórico y cultural, de ofrecerles apoyo concreto para sostener su actividad en un contexto difícil, y de integrarlos en circuitos turísticos y culturales que fortalezcan la identidad de la ciudad. No es solo un gesto simbólico: es una política para proteger un ecosistema único, que combina memoria, comunidad y desarrollo económico.

Existen tres bares merecen mención especial atención entre los patrimoniales:
- En Paraguay 1150, el Montevideo al Sur funciona desde 1930. Nació como almacén donde se fabricaba alcohol en el sótano para vender arriba, y hoy sigue vivo con platos típicos de la gastronomía local y un chivito memorable.
- El Bar Paysandú, abierto en 1910 en Rondeau 1549, fue la última parada de marineros y ferroviarios antes de embarcarse. Allí todavía se pueden probar embutidos, platitos y buena coctelería, y algunos días el tango se adueña del salón.
- Y en Ciudadela 1200, desde 1965, el Santa Catalina ofrece pizzas al tacho, empanadas, fiambres y hasta vitel toné, todo junto al aire de la Rambla. Tres lugares que, aunque todavía no cuentan con el reconocimiento oficial de “Bares Patrimoniales”, forman parte indiscutible de la memoria montevideana.
En La Sobremesa de hoy hablamos, entonces, de esa doble realidad: los bares nuevos que enriquecen la oferta gastronómica y cultural de Montevideo, y los bares patrimoniales que resisten el paso del tiempo y nos recuerdan que la ciudad se construye tanto con innovación como con memoria.
Invitados

Francisco Supervielle (Café Paraíso)
Francisco Supervielle nace en Montevideo, Uruguay. A los 18 años se muda a Francia con la intención de estudiar Derecho, pero muy pronto su curiosidad por la imagen y lo visual lo lleva por otro camino: se traslada a Bruselas para formarse en artes visuales, con un foco creciente en la fotografía.
En 2015 regresa a Uruguay y comienza a compartir su mirada como docente de fotografía en la Universidad Católica. Sin embargo, otra de sus pasiones —el café— empieza a ocupar cada vez más espacio en su vida. En 2018 co-funda junto a dos socios Seis Montes Tostadores, un proyecto centrado exclusivamente en la experiencia del café: tueste propio, degustación y bebidas, sin propuesta gastronómica.
Es la amistad con el cocinero Mauricio Olivieri lo que enciende una nueva chispa. Junto a él y a Gastón Labarthe, Francisco encuentra el equipo perfecto para concretar una nueva propuesta: unir café y gastronomía en un mismo lugar. Así nace Café Paraíso, un espacio donde la sensibilidad de sus tres socios se traduce en una propuesta cuidada y singular.
Mauricio Olivieri, cocinero (Café Paraíso)
Mauricio Olivieri se formó como cocinero en el Instituto Gastronómico Argentino y luego de realizar una pasantía en Rara Avis, inmediatamente, comenzó su carrera en Jacinto Restaurante, donde se desempeñó como jefe de cocina por 6 años. En paralelo, realizó pasantías en restaurantes referentes en la escena gastronómica, incluyendo Estela y Altro Paradiso en Nueva York, así como Gran Dabbang y Proper en Buenos Aires.
En la actualidad, Mauricio es uno de los socios de República Rotisería, donde recrean platos clásicos rioplatenses, poniendo foco en la calidad de los ingredientes.
Pedro Riveiro Lucero dueño y cocinero (Bar Las Cabras)
Pedro Riveiro es cocinero de formación y profesión. Gran apasionado de la gastronomía, con sus 25 años es dueño de la cafetería Las Cabras, una propuesta distinta con cocina rioplatense y de autor.
Este proyecto fue creado por su padre, Gustavo, que luego cedió las riendas del lugar a su hijo.
Junto a un sólido y ávido equipo, estrenaron este año su segundo local en Montevideo. Aquí cerquita en Ciudad Vieja, en las calles 25 de Mayo y Solís.
Además de servir rico café y distintas cosas dulces y saladas para desayunar y merendar, cuentan con un menú ejecutivo diario en el local de Ciudad Vieja y con “la tarta del día” en ambos locales.
Martín Carneiro (Bar Montevideo al Sur)
Martín tiene 48 años, trabaja como agente de viajes corporativo y estudió sociología, aunque no finalizó la carrera.
Es padre de una niña de 5 años, se considera melómano y es un apasionado por los bares, la historia y las anécdotas.









