Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández
Sábado 06.07.2024
En los albores del fútbol sudamericano los que sobraban eran jóvenes corriendo detrás de la pelota, pero lo que no abundaban eran los que estaban dispuestos y preparados para ponerse en medio y hacerles cumplir las reglas.
En el primer campeonato que da origen a la Copa América, disputado en 1916 en Buenos Aires, no había árbitros suficientes y hubo que recurrir a un entrenador chileno y a un jugador de la selección brasileña de origen inglés.
En ese marco, al final de la década del 20 saltó al escenario en Argentina el hombre que se convertiría en el árbitro con más partidos dirigidos en la historia de la Copa América.
José Bartolomé Macías arbitró 25 partidos entre 1937 y 1946. Dirigió también 2 encuentros durante el primer mundial jugado en Uruguay en 1930.
Dentro de las estadísticas de la Copa América, Macías aparece también como el primer árbitro en expulsar a un jugador.
Fue durante el Uruguay y Chile del 10 de enero de 1937. El defensor uruguayo Juan Emilio Píriz debió dejar la cancha a 6 minutos del final que cerró la victoria chilena por 3 a 0 ante el campeón defensor.
José Bartolomé Macías fue juez porque como jugador de fútbol no pudo. Una lesión le cortó sus aspiraciones de defensa recio de un equipo de Buenos Aires. Aunque lo vocacional fue una virtud forzada, en 22 años dirigió 432 partidos.
Macías era tan estricto como polémico, especialmente en los campeonatos argentinos donde poco a poco se convirtió en el árbitro de referencia. Fue el de más presencias en los clásicos entre Boca y River.
Un árbitro capaz de centrar la atención en sus fallos, ademanes histriónicos y acciones no propias de sus responsabilidades.
Una vez en un partido de la liga rosarina tuvo mucha suerte. Un hincha sacó un revólver y le disparó. Macías se salvó por la mala puntería del agresor, pero un espectador recibió el balazo del indignado que era un dirigente de uno de los equipos.
Años más tarde el que le daría unos puñetazos sería el presidente de Huracán, el teniente coronel Tomás Adolfo Ducó, el mismo dirigente que para la Copan América de 1947 daría a los aficionados argentinos la posibilidad de elegir el plantel albiceleste.
En los registros de las decisiones llamativas de Macías está una que se produjo en un partido entre Ferrocarril Oeste y Atlanta. Porque entendió que no estaba realizando bien su trabajo expulsó… ¡al juez de línea!
En un juego entre Racing y Estudiantes, Macías sancionó nada menos que 6 penales. En eso, hasta se vio salomónico: tres para cada equipo.
Pero la incidencia que lo marcó para siempre ocurrió en 1938.
Jugaban San Lorenzo y Huracán. El partido estaba lleno de vértigo y emociones. La tribuna presionaba. Macías pasó por alto un penal evidente y cobró uno cuando no era. Un jugador de Huracán protestó el fallo insultando al juez. Expulsado.
Otro reclamó de la misma manera. Expulsado. Empezaron a llover piedras sobre la cancha. Macías pidió a los bomberos que mojaran a la parcialidad enardecida. No le hicieron mucho caso. El partido siguió, aunque las protestas no pararon.
Macías detuvo el juego. Volvió a exigir a los bomberos, como lo ignoraban atravesó la cancha y levantó una de las mangueras para dejar claro qué era lo quería. Entonces la tribuna empezó a cantar: ¡Árbitro
bombero! ¡Árbitro bombero!
Al otro día aparecía esa escena en las páginas deportivas con el título del público. En realidad, desde siempre la tribuna llamaba así a los jueces despectivamente, y ahora Macías lo retrataba,
Una crónica decía: “Amigos hinchas: hay en el hombre inclinaciones invencibles. Unos nacieron para poetas, otros para comerciantes, los de aquí para médicos, los de allá para peluqueros… ¡y los referees para ser llamados bomberos!”.
Después que dejó el referato, Macías se dedicó a la formación de árbitros porque desde 1948 hasta 1958 la primera división argentina sólo contrataba jueces ingleses.
Tenía José Bartolomé Macías 65 años cuando sus colegas decidieron hacerle un homenaje por sus aportes a la causa arbitral. Estaba claro qué él siempre había sido un hombre apasionado.
Aquel tributo fue tan importante que su corazón estalló en ese mismo momento y dejó de bombear para siempre en el hospital adonde lo llevaron.
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