Juegos Olímpicos de París 1924
Por Homero Fernández
Martes 25.06.2024
Aplausos para quien lo logra, ridículo para quien falla y cae al suelo como una bolsa despreciada de harina. La chilena es tan espectacular que merece calidad para ejecutarla. Eso lo sabía el acróbata que también jugaba al fútbol y que justificó el bautizo.
Unos dicen que proviene de Perú, los más que viene de Chile, y a juzgar por el origen del que la dio oficialmente a conocer podría ser vasca o española.
Lo cierto es que como en todas las cosas buenas la autoría se disputa sin tener en cuenta que puede ser simplemente una creación humana.
Sin embargo, en donde todos están de acuerdo es que la acrobacia del jugador suspendido horizontalmente en el aire, pendulando una pierna para potenciar la fuerza de la otra y pegarle a la pelota, provoca una emoción tan profunda como la espectacularidad que encierra.
Un recurso técnico de los futbolistas que han hecho más famoso y brillante grandes jugadores como Pelé, Rivaldo, Ibrahimovic. ¿Quién no recuerda acaso las piruetas goleadoras de Hugo Sánchez en el Real Madrid?
Los antropólogos del futbol dicen que habría nacido por 1914 en Chile, o tal vez en Perú, en El Callao como parte del aporte de los futbolistas afrodescendientes.
Pero, el que se llevó el bautismo de la prensa deportiva como creador fue Ramón Unzaga, un vasco nacionalizado chileno.
Aunque al jugar el primer sudamericano en Argentina en 1916, el entonces capitán chileno también habría hecho gala de esa jugada que practicaba comúnmente, fue durante el Campeonato Sudamericano de 1920 realizado en Chile cuando se patentó el término.
A partir de entonces en las páginas de los diarios y en las voces de las radios se comenzó a nombrar “la chilena”. Aunque en Perú mencionan que “la chalaca”, derivada del gentilicio del puerto de El Callao, es de su autoría y que desde allí habría pasado a Chile.
Algún periodista exagerado, de esos que no escasean, la llegó a denominar como “Trizaga”, por el valor triple que representaba ejecutarla jugando, además, con parte del apellido del autor.
También antes se había llamado “chorera” porque Unzaga solía practicarla en los partidos en el estadio de Talcahuano donde jugaba su equipo, Estrella del Mar, conocido como Escuela Chorera.
Amparado en su gran potencia física como lanzador de jabalina y atleta de salto alto, además de nadador y waterpolista, Unzuaga recurría a la “chilena” no para meter goles sino como un recurso defensivo.
Archivos de la época registran también unas declaraciones suyas a finales de 1918 defendiendo el recurso y marcando sus diferencias con el criterio de los árbitros de una manera un tanto peculiar.
"En dos ocasiones el árbitro me cobró falta por un salto de lujo que daba a fin de rechazar la pelota alegando que fouleaba al jugador contrario Del Río. Me vi obligado a observarle al árbitro su error, alegándole que reconocidos jueces no me la habían penado. Siguió después un cambio de palabras que trajo por resultado la orden del Sr. Beitia para que abandonara la cancha. Me negué a salir de la cancha, para arreglar cuentas. Lo hice y al lado, afuera de ella, tuve con el señor Beitia un cambio de bofetadas".
¡Ups!
Una visita del Santos de Brasil a las tierras adoptivas de Unzuaga en 1962, llevó a Pelé a jugar en la misma cancha y a intentar una chorera como homenaje al hijo pródigo.
Y como para “O Rei” eso formaba parte de su amplio repertorio, la chilena salió tan espontánea y espectacular que dejó la rúbrica en los archivos de Talcahuano. Allí seguían pensando otra cosa. “Unzuaga fue superior a Pelé”, escribió el periodista Francisco Wilson Ugalde.
La “chilena”, más allá de su identidad internacional, quedó para siempre fraguada en bronce en una escultura de más de tres metros frente a la cancha del club Estrella del Mar, que el chileno nunca quiso cambiar por otro.
Ramón Unzuaga, contador, futbolista, atleta, bombero. Era un verdadero ganador como lo muestra uno de sus retratos donde aparece con el pecho cubierto con por lo menos 50 medallas.
El mismo pecho galardonado que lo traicionó a los 29 años con un infarto
mortal.
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