EnPerspectiva.uy

Debate entre Teresa Herrera y Hoenir Sarthou, miércoles 1 de marzo

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

EC —Teresa señalaba recién una de las razones de esa movilización: acá hay un problema cultural de por medio.

HS —Sí, ese es otro aspecto. No es cierto, los motivos por los que ocurren los femicidios no son los que Teresa dice ni los que están en la plataforma de esta manifestación del 8 de marzo.

EC —¿Cómo que no son?

HS —No, no son. La idea esa de “la maté porque era mía” es un invento. Por razones laborales, he tratado muchas veces con personas acusadas o implicadas en episodios de violencia intrafamiliar, y jamás vi ese discurso. Generalmente lo que he visto en las personas proclives a la violencia, en sus relaciones afectivas, es una dependencia casi patológica de la relación con la otra persona, una sensación de que su vida no tiene sentido si pierden esa relación, una enorme frustración, una enorme sensación de impotencia absoluta, que termina en un episodio violento que generalmente, al menos en la concepción del asunto, involucra también la autoeliminación.

El problema del femicidio está mal diagnosticado por las ONG que trabajan en ese tema. Se lo presenta como un acto de propietarismo, lo cual es falso, nadie se suicida por destruir una propiedad propia, lo hace cuando cree estar llevándose por delante el mundo. Creo que los violentos en este tipo de situaciones tienen claro que están trasgrediendo una regla, no consideran que tienen derecho a hacerlo, saben que no tienen derecho y por eso deciden terminar con todo. Me parece que es una lectura errónea, que por eso no ayuda a solucionar el problema.

TH —Esa lectura errónea nosotras la compartimos con la academia, con todos los estudios internacionales y nacionales que se han hecho al respecto.

HS —Dentro del feminismo, porque la academia en materia de psicología no dice eso.

TH —La academia en materia de psicología también lo dice. Primero, todo el planteo de la perspectiva de género, la lucha de las mujeres feministas, que arranca hace un par de siglos y que en otras etapas tuvo otras reivindicaciones, tales como poder votar, manejar el propio dinero y otro montón de cosas, hoy en día significa ganar el mismo salario que los varones, tener buena participación política, que no tenemos, no seguir haciendo el 70 % del trabajo no remunerado de este país. Es todo un paquete que tiene que ver con las relaciones desiguales, lugares que ocupamos en la sociedad varones y mujeres.

Nosotras creemos –cuando digo nosotras estoy usando un plural al revés, porque si bien hay varones que acompañan este proceso, es cierto que somos mayoría mujeres las que estamos haciendo este proceso en el que intentamos que se cambie la situación de la mujer a nivel general en la sociedad– y no solo creemos, las estadísticas tanto de nuestro país, que son terribles, como las del resto del mundo, salvo excepciones, apoyan esto que estoy planteando en torno al desigual lugar que ocupamos varones y mujeres en nuestras sociedades.

Proceso que es histórico, proceso que no inventó el capitalismo, proceso que ha sido común a todas y cada una de las formas organizativas políticas que se ha dado nuestra sociedad desde que la conocemos. Las religiones tienen posiciones terribles sobre las mujeres, pero también las tuvo el socialismo real y también las tiene el capitalismo. En cualquiera de los sistemas las mujeres seguimos siendo ciudadanas de segunda y no de primera. Eso es lo que queremos cambiar, porque ese es el origen de que nos terminen matando. Porque cuando uno conoce un caso de violencia conoce todos, porque el proceso es siempre el mismo: el ninguneo, el aislamiento, el control; termina en el tiro, en la trompada, en la cuchillada, pero es un proceso idéntico siempre.

Además sentimos y creemos que hay un conjunto de leyes –y ni hablar de la ineficacia de las políticas públicas– que no favorecen, sino que, al contrario, desfavorecen esta situación. No tenemos una adecuada prevención de este tipo de situaciones, lo cual implica ese cambio cultural por el cual recién preguntaba Emiliano, el tema de la cultura. No tenemos un adecuado sistema de protección de las víctimas, se peregrina de noche con las mujeres que denuncian y sus hijos para ver dónde colocarlas para que no las maten; si no, tendríamos muchas más mujeres muertas.

La muerte de las mujeres es la punta del iceberg de una situación. Según las estadísticas más confiables –las hizo el Instituto Nacional de Estadística (INE), no las hicimos las feministas–, hay 175.000 mujeres víctimas de violencia en este momento en este país. Y no es una novedad.

HS —Tú estás recitando o reiterando la plataforma o el conjunto de nueve puntos por los cuales se convoca la marcha del 8 de marzo.

TH —No estoy recitando; entre otras cosas, soy una de las que la escribieron.

HS —Bueno, recitando es una palabra un poco extrema, metafórica. Tú sostenés que esos nueve puntos son ciertos.

TH —Por supuesto.

Comentarios