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Entrevista central, jueves 12 de enero: Nelson Loustaunau y Juan Raso

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NICOLÁS BATALLA (NB) —En términos generales, ¿qué es lo que ha pasado en el mundo del trabajo y en los cambios en la modalidad de trabajo para que estemos hablando de esto, del derecho a la desconexión?

JR —Lo primero, que han llegado tecnologías extraordinariamente impactantes y de muy bajo costo, como son la tablet, el celular, la laptop. Eso nos provoca una nueva interconectividad con los amigos, en las relaciones familiares y también con el trabajo. Vivimos en una especie de condición de disponibilidad continua. Lo que decía Romina es absolutamente cierto, es absolutamente normal: te llaman, te exigen, te preguntan. Y la contestación tiene que ser inmediata. Si yo le mando una pregunta a un compañero de trabajo en facultad y ese compañero no me contesta en el lapso de una hora, como soy muy amigo, pienso “le habrán robado el celular, habrá desaparecido, ¿qué sucede?”.

RA —¿Les pasa entre ustedes que son compañeros en la Universidad?

NL —La delicada línea de los límites. Juan es de mandar muchos mensajes, por eso hace un alegato sobre esto. Pero la delicada línea de los límites; es cierto, mayor interconectividad, todo ese planteamiento. Pero también hay mucho de renunciamiento a la vida familiar. Esto tiene que ver con los viejos principios de la primera revolución industrial, aquello de ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar y ocho horas para el ocio. De alguna manera, ese paradigma se rompe en la medida en que mis tiempos no se limitan. Hay una imagen de las últimas conferencias de la Organización Internacional del Trabajo que es un cronómetro que se está derritiendo en cuanto a los límites del trabajo.

JR —Hay una cosa graciosa: el clásico obrero metalúrgico a las ocho horas de trabajo colgaba su overol, marcaba tarjeta y empezaba 16 horas de descanso ininterrumpido. Hoy eso es imposible.

RA —Ahí estaba clarísima la salida de la fábrica, se marcaba el reloj y ahí terminaba.

JR —Porque es cierto, todos invadimos con nuestro trabajo la vida familiar, pero también nos llevamos nuestro trabajo encima. Yo puedo sentarme en un café y preparar un informe, una consulta, no tengo que ir a mi oficina para hacerlo.

NB —¿Esa realidad no termina siendo una regresión en derechos por los que tanto se luchó y que los trabajadores habían conquistado?

JR —Con relación a la limitación de la jornada es evidentemente una pérdida de espacios, de derechos; es inevitable. Pero hay que ubicarse en la época actual. Si ustedes no me hubieran llamado ayer al celular, yo no estaría aquí presente para hablar de un tema que me gusta difundir, concientizar a la gente, en el bien y el mal. Creo que el peligro es polarizarse, decir “esto está bien” o “esto está mal”. Porque yo puedo hacer la desconexión completa, le digo a Romina “te saco el celular desde que termina la audición hasta mañana de mañana”. ¡Pobre! Romina queda fuera del mundo del periodismo durante 16 horas, algo que hoy no es tan bueno. El secreto es compatibilizar una nueva vida moderna, en la que las comunicaciones hacen parte de nosotros, y al mismo tiempo evitar los abusos, que provocan estrés, que provocan enfermedades, etcétera.

RA —Ese es otro componente, el estrés laboral que surge a partir de esto.

NL —Yo no estoy tan convencido de lo que dice Juan, de que es la consecuencia de la vida moderna. En principio creo que se trata de una suerte de regresión en las grandes conquistas. Es cierto, la modalidad de trabajo es diferente, el trabajo fordista, de fábrica, cada vez se ve menos. Pero también es real que uno no puede estar encendido, conectado a cualquier hora. Y no puede ser que en ese tiempo de ocio, de estar con la familia, también necesario para el ser humano, sea continuamente interrumpido. En el ejemplo inicial, el señor llega a su casa, está cenando con su familia y ve interrumpida su cena. Que no es solamente por mirar un WhatsApp, es por la preocupación que le implica la orden que le están dando en el WhatsApp o la duda que le está llegando de su trabajo en el WhatsApp.

Es una nueva modalidad, es imposible desconocerla, pero me parece que hay una delicada línea que se pasa. Una cuestión es que un colega de trabajo o un jefe lo llame a uno y le diga “mira, te falta tal cosa”, o está con un gran proyecto, lo está terminando y ese intercambio se estrecha. Otra cosa es que en algunos casos se vuelve casi un acoso el volumen de [mensajes de] WhatsApp, de SMS, de llamadas, de correos electrónicos, por esa casi demencia de la interconexión que existe en nuestro mundo moderno.

NB —Las innovaciones tecnológicas sin duda generan un ecosistema en el cual es mucho más permeable el espacio privado por las posibilidades de la tecnología. Pero ¿eso le da derecho al empleador, al jefe, a perforarlo, a utilizarlo? ¿Adquiere un derecho porque esos instrumentos están disponibles?

JR —En eso estoy de acuerdo con Nelson. Creo que hay que diferenciar el uso de las tecnologías conectivas. En determinadas circunstancias, estoy haciendo un informe, me falta conocer una ley o me falta un dato de un convenio colectivo, llamo a Nelson y le pregunto si fue aprobado o no ese convenio colectivo. Eso en el marco de una excepcionalidad. Creo que eso es legítimo, es el mundo moderno, es la realidad. En cambio me preocupa el uso abusivo, la invasión que transforma al trabajador dependiente en un trabajador subordinado a distancia, en una telesubordinación.

NB —No es lo mismo una consulta entre colegas o que nosotros lo llamemos para una entrevista que una relación de subordinación, cuando es el jefe el que perfora ese espacio.

JR —El subordinado está obligado a contestar.

RA —Usted lo mencionaba en el blog que escribió a propósito de este tema, algo así como una subordinación on demand.

JR —Exacto. Es un tema al que hay que ponerle barreras. Barreras no a lo que es razonable, sí al uso abusivo. Y las nuevas tecnologías permiten eso. Ese es el detalle, no es que ha empeorado la calidad de la empresa o del empleador. Antes el empleador, si quería saber algo del trabajador, tenía que trasladarse al domicilio del trabajador, era muy engorroso. Hoy levanta el celular, el trabajador probablemente está gozando de sus 15 días de vacaciones en la Costa de Oro, y lo interrumpe. Y le pone en la cabeza problemas que el trabajador en ese momento no quería tener, estaba en la playa para distender su mente, no para complicarla con nuevos insumos.

NL —Pero convengamos en que eso, en el marco de la legislación actual, al empleador hasta le puede acarrear algún problema. Porque podemos estar en una hipótesis de que podría hacerse un reclamo por horario extraordinario. En la medida en que esto no es ocasional, no es la llamada de Juan, no es esa llamada que se produce en el intercambio entre amigos o entre colegas, sino más bien la llamada del jefe al subordinado, en el contexto del derecho uruguayo, si eso es continuo, podemos estar en una hipótesis de reclamar horas extras, horario extraordinario. Si todos los días yo me voy a mi casa y estoy conectado hasta las 10 de la noche, eventualmente podría llegar a tener un tipo de problema. Ayer hablábamos con la producción de ustedes y comentaba que en algún momento, cuando yo ejercía, había tenido un caso de este tipo.

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