
EC —¿El hecho de que su padre fuera negro lo marcó de alguna manera en la vida?
JB —Me marcó en el sentido de que conversamos mucho sobre Martin Luther King, por ejemplo, sobre lo que significa el trato igualitario, lo que significa la dignidad humana, lo que significa la comprensión, que frente a posibilidades de discriminación o de situaciones no ajustadas a la dignidad humana hay que responder con una sonrisa y con trabajo.
EC —¿Aparecían esas situaciones de discriminación en aquellos primeros años suyos?
JB —Esa es una pregunta para mi padre, no para mí. Yo en definitiva lo que he visto a lo largo de todos estos años es que a mí me forjó y me formó la dificultad. Me forjó y me formó tener situaciones que objetivamente podrían aparecer como difíciles y frente a eso nació una carga valorativa y un sentido de la trascendencia también de la vida. Creo que en mi personalidad y en mi forma de ver la sociedad, la vida, para qué vivo, el sentido de trascendencia es fundamental. Para mí la vida tiene un sentido muy distinto en la medida en que creo que hay un más allá y que eso me permite tener una actitud valorativa igual que cualquier humano, pero con una visión y una actitud de trascendencia que también importan a la hora de tomar decisiones.
EC —Usted se vino a Montevideo para hacer quinto y sexto en la escuela Noruega, y el liceo en el Seminario, con una beca.
JB —Ah, sí, el viejo la verdad tiene… Bueno, vos lo conocés…
EC —¡Claro! Lo traté mucho en la época de El Espectador, él era muy amigo de Luis de María.
JB —Exactamente, trabajó mucho con Luis de María. Es un luchador, un hombre que siempre busca la oportunidad, y trabaja, va y viene. Producto de esa circunstancia pudimos afrontar económicamente ir al Seminario, ahí hice de primero a sexto y ya tuve la opción de Derecho. En realidad más que derecho yo siempre quise ser penalista; evidentemente para ser penalista tenés que ser abogado, pero tuve muy claro de antemano, cuando entré a facultad, cuál iba a ser mi opción dentro de la actividad de la abogacía, y fue la que terminé abrazando.
EC —Se lo suele ver representando a argentinos con problemas en Uruguay. Por ejemplo el extitular de Leadgate Matías Campiani, Leonardo Santos indagado por una red de prostitución VIP, los padres de Lola Chomnalez en busca de su hija. ¿Por algo en especial se da esa casualidad?
JB —Sí, por una circunstancia, que es que entre 2000 y 2004 fui diputado por la Lista 15 y en el 2004, fruto de la circunstancia electoral y de una decisión de vida. Entendí que la actividad política partidaria había terminado para mí, en mi vida, a pesar de ser bastante joven para lo que supone el promedio de edad de legisladores, pero entendí que había un capítulo cerrado en mi vida y que para dedicarme de lleno a la actividad profesional tenía que perfeccionar mis estudios. Soy de los que creen que en cualquier actividad que uno realice el objetivo es la búsqueda de la excelencia, y para buscar la excelencia hay que perfeccionarse, hay que estudiar. Entonces no podía volver al ejercicio del derecho penal, pese a que me había recibido y entre el 93 y el 2000 había ejercido en la actividad penal. Habiendo estado cinco años fuera del mercado, porque no ejercí mientras llevaba adelante la actividad como diputado, me parecía que era importante para buscar la excelencia hacer una maestría y perfeccionar los conocimientos, abrir un poco la cabeza y tener más contacto con la doctrina penal que existía en el mundo.
Entonces me fui a Buenos Aires a hacer la maestría en Derecho Penal, fui alumno de la Universidad Austral. Estuvimos dos años, uno de ellos viviendo en Buenos Aires –el otro iba y venía–, el 2006, y muchísimos compañeros de clase de esa generación tenían estudios en Buenos Aires. Esa relación en los estudios de maestría me generó una red de corresponsalías que es la que tengo actualmente, entonces, claro, tú sos argentino, tenés tu abogado penal de confianza en Argentina y derivás normalmente el asunto a un estudio corresponsal en Uruguay. El hecho de ser corresponsal de muchos estudios penales argentinos ha llevado a que la mayor parte de mi clientela sea argentina.
EC —Mencionó al pasar su etapa de diputado. Usted es una especie de ahijado político del expresidente Jorge Batlle, él fue testigo del casamiento de sus padres y fue testigo de su casamiento. ¿Cómo se dio eso, cómo se dio el acercamiento al Partido Colorado (PC)?
JB —Jorge fue como un segundo padre para mí, lo quise mucho, tengo una gran deuda de gratitud hacia él. Como te decía, vine a Montevideo y estudiaba en el liceo, y si bien era muy chico, tengo muchos recuerdos de charlas con él antes de entrar a facultad. Yo tenía en ese momento 15 años pero recuerdo perfectamente el acto del Obelisco del 83, él tenía un apartamentito muy chico a una cuadra y media del Obelisco.
EC —El famoso apartamento de la calle Duvimioso Terra, adonde concurrían varios jóvenes que después terminaron trabajando muy cerca de Jorge, incluso en la presidencia.
JB —Una publicación nos llamó la “generación del pijama rojo”, porque Jorge nos atendía en pijama rojo. Íbamos a las 8.30-9.00 de la mañana a su casa a tomar mate, y la conversación podía ir desde Tácito, la historia de la Segunda Guerra Mundial, los principales estrategas y el barrio Marconi que le faltaban dos caños, y a su vez pasabas enseguida a Tupambaé, que tenía dos caudillos y tenía que conversar con ellos. Eran jornadas maravillosas. Ahí forjé mi amistad con quien es un hermano de la vida, Leonardo Costa. Neco el otro día me recordaba que en el año 87 salíamos de la casa de él, porque él fue senador y vivía en ese lugar, y me decía “¿te gustaría algún día ser presidente?” y le dije “la verdad, lo que me gustaría algún día es ser presidente de Peñarol”. Se lo dije en el 87, saliendo de la casa de él.
Esa era la relación con Jorge, tengo una gran deuda de gratitud. Me prestaba muchísimos libros, tenía una biblioteca fantástica –la hija Beatriz me dijo que todavía la conserva–, y me hacía leer. A veces se enojaba porque yo se los subrayaba, tenía la costumbre de subrayar para retener las ideas centrales. Así formó parte de una matriz cultural y sobre todo de una forma de organizar la cabeza en cuanto a ideas económicas, organización de la sociedad. Realmente es imposible no agradecérselo. Y como creo que es de bien nacido ser agradecido, con Jorge tengo un gran cariño.









