EnPerspectiva.uy

Entrevista central, jueves 16 de febrero: Luis Romero Álvarez

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

EC —¿Y qué hacemos con los otros sectores de la actividad nacional? ¿Qué hacemos con el software, que se ha destacado tanto últimamente? ¿Qué hacemos con el turismo, que viene muy bien?

LRA —Tenemos que usar al agro como motor de base, porque lo puede ser y nos puede remolcar, y así lo ha hecho, golpeado y todo siempre lo hizo. Pero después hay otros sectores como los que usted menciona que están perfectamente posicionados para ayudar muchísimo al futuro del Uruguay. El software es un caso perfecto, no necesita una gran escala, no necesita una fábrica gigantesca, no necesita una tecnología inalcanzable. Las grandes empresas de software han empezado en un garaje con dos muchachitos medio barbudos sin afeitar. Esos mismos muchachitos pueden ser uruguayos y pueden crear productos de software o de toda la línea de la actividad informática que se vendan a todo el mundo, donde no hay aranceles, no hay fronteras, no hay nada. Ese sector me parece brillante para un desarrollo, no sé suficiente para entenderle los límites, pero sé que es un sector con un potencial gigantesco.

El turismo también. El turismo es la mejor manera de exportar la carne o el dulce de leche: que los coman acá extranjeros que paguen buena plata por ellos en los restaurantes o en los supermercados. En vez de 3 millones de turistas por año podemos recibir 6, 9, 12, nadie sabe cuántos millones podemos recibir y es un sector interesantísimo.

EC —¿Y los servicios más en general?

LRA —Ahí tenemos la discusión. Nosotros teníamos un sector financiero que ocupaba 60.000 puestos de trabajo y perdimos 50.000. Éramos una plaza financiera y la deshicimos. ¿Estuvo bien eso? ¿A cambio de qué? ¿Por qué?

EC —Esa es una posibilidad, es un rubro. Pero pienso en otros, por ejemplo los call-centers que han ido desarrollándose en Uruguay. En esta nueva onda de recuperar los puestos de trabajo para los países originales de las empresas, ¿no se desarma ese negocio?

LRA —Puede ser que haya una presión por atraer cualquier clase de puesto de trabajo. Pero por lo que uno ve del discurso de Trump, por ejemplo, no van por ahí los tiros. Porque en el call-center no hay un capital humano extraordinariamente valioso en la persona, la persona que va a trabajar a un call-center se entrena 15 días. Estoy hablando de personas que tienen dos, tres décadas de capital humano que les permiten unos sueldos excepcionales. Eso es lo que duele. El call-center también lo pueden hacer en Estados Unidos, y entre ser empleado de call-center y ser mozo de bar o tener otro puesto en un servicio los niveles de salario no son radicalmente distintos. Lo que ha generado esta onda de reacción bastante virulenta, que terminó en resultados políticos medio impensados unos años atrás, es la pérdida de trabajo en lugares donde había gran capital humano, el hombre cobraba US$ 20.000 y pasó a cobrar US$ 2.000 en el puesto que conseguía. Ahí era el problema. Ese era el hombre al que había que dejar terminar su vida útil en una globalización más gradual, más organizada.

EC —¿Cómo nos va a ir, o cómo deberemos plantarnos en el terreno de las inversiones, de la captación de inversión extranjera?

LRA —Ese es un tema que he estudiado toda mi vida, porque he tenido esta vocación por hacer lo mejor, pensar al país. Tuve oportunidad de estudiar los sistemas de promoción de inversiones de Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay y Argentina, tratando de entender cómo hay que tener –si es que hay que tener– un sistema de promoción de inversiones. Recuerdo que connotados economistas decían que no hay que tener un sistema de promoción de inversiones, hay que tener una economía estable, razonable, bien armada y que vengan las inversiones que tengan que venir, y no hay que darle premio a nadie. Y no economistas de izquierda, economistas de los partidos tradicionales pensaban así y me lo hicieron notar.

Después de mi estudio llegué a la conclusión opuesta: hay que tener un sistema de promoción de inversiones muy fuerte, por dos razones. La primera es que el propio Estado compite por las inversiones; si yo tengo US$ 10 millones y estoy pensando en invertir en una fábrica y dar 400 puestos de trabajo, al otro día de que firmé el primer contrato tengo impuesto al patrimonio, IVA, BPS, contribución inmobiliaria, Imesi, tarifas caras, un sindicato que me presiona, tengo cincuenta mil problemas. Pero si yo agarro mis US$ 10 millones y los pongo en bonos del Tesoro uruguayo, gano el 5 %, tomo mate tranquilo y nadie me llama por teléfono para molestarme. Entonces el Estado está compitiendo por esos US$ 10 millones, y si el Estado me da todas las exoneraciones en el zambullón tengo que exonerarle cosas al empresario para más o menos igualar los tantos. Eso es una realidad hacia dentro. La otra realidad y la otra razón por la que hay que tener sistema de promoción de inversiones es hacia fuera: los demás dan, nos parezca bien o nos parezca mal. ¿Está bien dar incentivos o está mal? Pero los demás dan.

Comentarios