
EC —Pero la gente lo votó, la gente compró ese mensaje, compró esa preocupación.
FA —Y ahora todos estamos pagando las consecuencias. Porque el asunto no es con México, la construcción de un hipotético muro, que es muy complicada, prácticamente nos está cercenando al resto de América de una economía que es muy importante, que son los Estados Unidos.
EC —Recordemos que Trump no pretende construir un muro desde cero en la frontera con México. En algunas zonas del estado de California ya existe un muro desde hace años.
FA —Y en Texas también.
EC —¿Qué ha pasado en esas zonas, concretamente? ¿Cuál es la historia?
FA —De repente tenemos una parte muy importante de ese muro en donde a ambos países les conviene que exista un muro para dar un poco de orden y viabilidad a los cruces fronterizos.
EC —¿Usted no rechaza 100 % los muros ya existentes?
FA —Vamos a partir de este evento. Los norteamericanos en su territorio tienen derecho a construir el muro que consideren, ahí no tenemos opción, no tenemos voluntad; como decía el poeta Pessoa, no tenemos voluntad donde nuestra voluntad no cuenta. Pero otras partes donde no hay muro son terrenos áridos, peligrosísimos para la migración. La migración ilegal, indocumentada, que actualmente estamos viendo en la frontera, está conformada por haitianos, hondureños, salvadoreños, ecuatorianos, nicaragüenses, guatemaltecos, que son la población fundamentalmente damnificada por estas restricciones a la migración. Repito, los mexicanos ya regresaron. En México, después de 25 años de tratado de libre comercio (TLC) –curiosamente aparejados con los que yo tuve como parlamentario, y como parlamentario tuve mucho que ver en la discusión del NAFTA–, ya hemos provocado y promovido una serie de oportunidades que ahora están aprovechando nuestros connacionales.
EC —Está buena esa puntualización: hoy el flujo migratorio irregular a través de la frontera de México con Estados Unidos no es mayoritariamente de mexicanos, sino de gente que viene de otros países de la región. Entonces, ¿cuál es la evaluación sobre esos muros que ya existen hoy?
FA —Esos muros están ahí desde hace muchos años. Son muros de metal, son algunas barras de metal –que no dejan de ser muy ofensivas–, con las cuales los norteamericanos han querido ordenar sus cruces migratorios, esos cruces que tienen que ver con muchas otras áreas. A los mexicanos también nos ha interesado cierto orden en esos cruces migratorios porque de Estados Unidos a México nos llegan dos cosas que nos agravian y nos lastiman mucho: armas y dinero en efectivo.
EC —¿Entonces, cuál es el problema de completar el muro? Una de las ventajas para México sería esa, se evitaría que ingresaran o se pondría un obstáculo importante a las armas, a los narcotraficantes, etcétera.
FA —Vamos a ponerlo en perspectiva. Se antoja muy difícil construir un muro en 3.150 kilómetros de frontera. No sé cuántos años llevaría la construcción y cuánto podría costar. El asunto del muro es más que todo ofensivo para México, porque estamos pensando en que más nos vale tender puentes, puentes comerciales, puentes de amistad, puentes culturales, académicos y de flujos migratorios ordenados y de una reforma migratoria que había venido avanzando mucho y muy bien en los Estados Unidos, porque la sociedad norteamericana ha acabado de entender que los mexicanos y su mano de obra le han dado a Estados Unidos una riqueza impresionante. Y de ahí vamos poniendo en perspectiva el asunto del muro.
Un muro es prácticamente inviable porque no conocen la orografía de la zona, porque el agua está del lado de México, porque hay fauna, porque hay flora y porque hay cuestiones ambientales que lo hacen inviable. Para nosotros hablar del muro es hablar de un asunto que no acaban de entender algunos sectores del gobierno de Estados Unidos.
EC —De todos modos, si Trump lleva adelante la obra dentro del territorio de Estados Unidos, que es lo que está en la mesa, México no puede hacer nada.
FA —No.
EC —Estados Unidos está en su derecho. El problema es que Trump pretende que México lo pague. ¿Es ahí donde salta México, por ese punto en particular?
FA —Evidentemente. Vamos a partir de un evento: el presidente Peña, el canciller Videgaray y el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo –que son los tres personajes, el primero jefe de las instituciones y los dos segundos, los ministros más involucrados, luego habría que ver los ministros que tienen que ver con seguridad interior– han dicho que las negociaciones con los Estados Unidos en esta nueva época se van a dar a partir de la dignidad, del principio de respeto a nuestra soberanía, un respeto que se traduce en hablar de igual a igual con ellos. Si nos quieren poner un impuesto, no estamos mancos ni tullidos, tendremos la política espejo. Si vemos que hay cierto maltrato en algunas cuestiones, pues también tenemos otros principios de colaboración con los Estados Unidos que a ellos les interesan mucho. El de seguridad, por ejemplo.
EC —¿Cómo pagaría México el muro, de acuerdo a lo que ha circulado desde el gobierno Trump? Una posibilidad es un arancel de 20 % a los productos de origen mexicano que ingresen a Estados Unidos.
FA —¿Y qué va a decir la OMC (Organización Mundial del Comercio)?
EC —Otra posibilidad: un impuesto a las remesas que los mexicanos que viven en Estados Unidos les envían a sus familiares del otro lado de la frontera, que son muy importantes y que para las familias que las reciben son relevantes.
FA —En estos últimos días los mexicanos allá han sacado sus ahorros y los han enviado a México. Y desde el punto de vista de los mexicanos, se harán varios esquemas de seguridad para nuestros migrantes, de tal suerte que las remesas lleguen a México sin problemas.
EC —La semana pasada, cuando se confirmó la intención del presidente Trump de ir adelante con el muro y además pasarle a México la cuenta, el presidente Peña Nieto reaccionó cancelando el viaje que tenía previsto realizar a la Casa Blanca, en el que iba a empezar a discutir los cambios en el TLC. ¿Qué más ha ocurrido desde entonces a nivel del gobierno de México?
FA —Han hablado por teléfono, la negociación se ha canalizado por conductos mucho más institucionales. El análisis del TLC a la luz de estas nuevas perspectivas tiene que ver también con la presencia de los particulares, de los empresarios en México. Hoy se anunció que viene la renegociación del TLC en 90 días, las consultas con los empresarios se están dando. México es el segundo destino de las [importaciones] de Estados Unidos, Canadá es el primero. Muchas partes de Estados Unidos sufrirían mucho con cambios drásticos en el TLC, y finalmente sería el consumidor final el que acabaría pagando los tributos que los Estados Unidos quisieran imponer a las importaciones mexicanas. Entonces hay muchas cosas que todavía tenemos que ver en el camino.
EC —Pasando en limpio: lo que podríamos llamar embestida de Trump contra México no es el muro nada más, está la renegociación del NAFTA pendiente y por otro lado están las reuniones, los contactos que ha tenido con compañías de Estados Unidos y también de afuera de Estados Unidos, por ejemplo automotrices, para que dejen sin efecto inversiones en fábricas que pensaban localizar en su país. De hecho, ya obtuvo resultados en ese sentido.
FA —De dos.
EC —Todo esto, además de las consecuencias directas, está teniendo consecuencias indirectas, está espantando a empresas que tenían planes de inversión en México.
¿Cómo maneja el gobierno esta parte del problema?
FA —Hay que ponerlo en perspectiva. El 90 % de las empresas continúan sus planes de expansión en México. Las automotrices alemanas, por ejemplo, han dicho que pueden fabricar en México con una mano de obra muy buena, donde tienen todas las autoparteras alrededor que en justo tiempo les proporcionan todos los materiales que requieren, y que van a exportar al resto del mundo. De [Carrier], que fue la empresa que cesó una inversión en Nuevo León, solo se fue el 50 %. Y Ford no va a abrir una de sus plantas, pero tiene en México varias plantas muy importantes que van a continuar, ya dijo que los planes de expansión en otras de sus plantas van a continuar adelante. Un automóvil pequeño de la Ford en México puede valer US$ 22.000, construido en los Estados Unidos vale US$ 30.000. Entenderemos que a la clase media norteamericana, que es la que va a adquirir ese automóvil, no le va a gustar el resultado de una política al respecto. Creo que todavía va a tener que pasar mucha agua debajo del puente para ver cuál es la real dimensión de este tipo de medidas. Y las instituciones tendrán que decir lo propio, porque la renegociación del NAFTA pasará por los congresos.
México ya estaba preparado y visualizado para una renegociación del NAFTA, fuese administración demócrata o fuese administración republicana. Porque hace 25 años no teníamos muchas áreas de la negociación comercial que hoy tenemos. Por ejemplo, el comercio electrónico, la privacidad de los datos personales, asuntos fiscales, asuntos que tienen que ver con la propiedad intelectual.
EC —Usted dice que México era consciente de que el NAFTA tenía que pasar por una renovación.
FA —Y además nos conviene a nosotros también.
EC —Pero ahora ocurre en otro contexto, con la otra parte jugando muy fuerte, amenazando.
FA —Lo vemos como una crisis que es una oportunidad para crecer. Porque en México hace 25 años no fabricábamos una serie de productos y enseres que ya fabricamos, tenemos la tecnología, las patentes, la mano de obra, la mecánica, etcétera, para hacerlo. No vamos a sufrir por falta de televisores, de automóviles, de textiles o de otras muchas. Será el momento para México y para América Latina, para el mercado argentino, el brasileño, el uruguayo –ahora podemos platicar de cómo estamos revisando y profundizando para bien el TLC con Uruguay–, hacer un mercado común latinoamericano que puede ser muy bueno.
EC —Esto me hace pensar en otra de las líneas de acción que el gobierno mexicano tiene en marcha, está dando pasos para mejorar sus acuerdos comerciales con Europa.
FA —Y con Japón y con China.
EC —¿Qué autocrítica hace México? ¿No perdió tiempo en estos años? El 80 % de sus exportaciones van a Estados Unidos. ¿No se jugó demasiado a ese mercado, no quedó demasiado Estados Unidos-dependiente?
FA —Sí, estábamos instalados en la comodidad. Y cuando digo “estábamos instalados”, somos todos, también una parte muy importante del empresariado y de las empresas que vinieron a México con la perspectiva de un mercado tan importante como el estadounidense y el canadiense. ¿Ahora qué tenemos que hacer? Ya empezamos hace tiempo con la Alianza del Pacífico, por ejemplo, con Perú, Chile y Colombia tenemos una alianza que pretende eliminar aranceles, visas, que los capitales fluyan, que la bolsa de valores sea común. Ya hemos abierto embajadas en común; la de Azerbaiyán, por ejemplo, es en común, algunas embajadas en África. Es una relación muy buena. Ahora Paraguay quiere entrar, Uruguay, ¿por qué no?, podría entrar, y otros países; Costa Rica tiene interés. Y empezar a formar acuerdos comerciales como el que está en ciernes con Brasil o como el que está en revisión con Argentina. Hay vida después de la vida.









