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Entrevista central, jueves 23 de noviembre: Alejandro Klein

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EC —¿Sí? ¿Eso se da siempre? Porque también hablábamos de ese abuelo que tiene sus propias inquietudes, sus propias actividades, su círculo de amigos.

AK —Se da, pero de otra manera. Como dijimos, el abuelo de hoy no quiere ser como su abuelo de hace 80 o 100 años. El abuelo está, pero no está las 24 horas del día. Las investigaciones muestran que si los adultos mayores prefieren elegir, eligen vivir solos, y lo que hacen son actividades agendadas con sus nietos, muy llenas de afectividad, muy llenas de intercambio emocional, pero acotadas y sin que eso invada su vida privada. El modelo del abuelo sacrificado está agotado, no existe más.

EC —En tus trabajos destacas que no todos participan de este redescubrimiento de la vejez como una etapa de oportunidades. Haces una distinción entre los “viejos tradicionales” y los viejos “rupturistas”.

AK —Exactamente. Este es un campo altamente heterogéneo, pero a partir de esa investigación que tú estás mencionando he hecho otras investigaciones y lo que muestra la tendencia es que se va a imponer la perspectiva rupturista. De hecho, el único grupo etario de la sociedad que hoy en día tiene cambios profundos, radicales, estructurales en su identidad y en su personalidad son los adultos mayores. Fíjate una cosa muy curiosa y muy interesante, ¿cómo los llamamos?, ¿los llamamos ancianos? No, porque no son ancianos.

EC —Tenemos un problema de terminología. ¿Cómo les decimos?

AK —No hay nombre.

EC —¿Todavía no hay?

AK —No, no hay nombre, pero no solamente para los adultos mayores, no hay nombre para la mayoría de los procesos sociales contemporáneos. Porque los procesos sociales van mucho más rápido, de forma mutacional, que la capacidad que tienen las ciencias sociales o la propia sociedad o la ley para dar una nominación a lo que está sucediendo.

EC —¿Qué término preferirías tú por ahora?

AK —Yo pongo por ahí viejos no viejos o adultos posadultos, porque no hay una nominación, porque ancianos no son, no tiene sentido hablar de tercera edad, porque si estamos en centenarios va a haber cuarta, quinta y sexta edades.

EC —Un ejemplo clarísimo del problema para categorizarlos serían los Rolling Stones.

AK —Exactamente, ¿qué son los Rolling Stones?, ¿por qué no están tirando miguitas en la plaza? Y Paul McCartney, ¿por qué no está tirando miguitas en la plaza? Y va a haber un candidato a presidente que creo que tiene 85 años…

EC —¿Quién?

AK —Mujica.

EC —No, él dice que no va a ser, “este potrillo no corre” dijo esta semana.

AK —Pero la composición política uruguaya es muy de tercera edad, es muy gerontocrática, hay una presencia muy fuerte de gente de entre 70 y 80 años.

EC —También está lo que podríamos llamar el lado “amargo” de esta sociedad del envejecimiento o de los centenarios. Me refiero a la población adulta mayor que vive más, digamos, hasta los 90 o más años, pero que pasa mal esa última etapa de la vida, por ejemplo por una salud deteriorada, por diabetes, alzhéimer, párkinson, dificultades motrices debido a fracturas de cadera o de rodilla, problemas respiratorios… Esta gente no disfruta, necesariamente, de la prolongación de la vida, y, además, demanda servicios de alojamiento y acompañamiento especiales y costosos. Esa es una parte de esta realidad también.

AK —Totalmente.

EC —La gente que llegó efectivamente a una edad quizás mayor de la que se había imaginado, pero cargando con achaques.

AK —Obviamente ese es todo un problema, es una situación que el Estado debe encarar, pero acá en América Latina lo encaran en general las familias. Las llamadas casas de salud, no soy experto en el tema, pero por las referencias que tengo y lo que he podido investigar, son de pésima calidad en su inmensa mayoría.

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