
RA —Residiste 22 años en Argentina, y ahí trabajaste en la restauración del barrio porteño de Palermo, que ha cambiado muy significativamente en los últimos años. ¿Cómo fue esa experiencia?
OB —Yo me formé en la facultad de la Universidad de Buenos Aires y ahí tuvimos intervención en la revitalización de distintos barrios de la ciudad. Yo participé en una de las revitalizaciones de Palermo y cuando terminamos un profesor me pidió que acompañara en un emprendimiento privado en una serie de casas del Palermo Viejo. Ahí se notó un gran desarrollo arquitectónico, se recuperaron esas casas, pero faltó el acompañamiento del desarrollo urbano del barrio. Pasaron 15 años antes de que se empezara a revitalizar; entonces llegaron los intermediarios, las inmobiliarias, distintos comercios, distintas entidades que permitieron que realmente creciera. Lo que queríamos en este intento en el casco antiguo era conservar la esencia y el sol del barrio, no perder los residentes actuales. Entonces en Palermo hubo un gran crecimiento comercial que permitió revalorizar las propiedades que se estaban restaurando, pero se perdieron muchos residentes. Hoy Palermo es un barrio con mucho éxito, pero ha sufrido la pérdida del residente que protege el barrio, que participa en la lucha por mantener ese radio.
ROSARIO CASTELLANOS (RC) —A mí ese aspecto en particular me preocupa para la Ciudad Vieja también. La Ciudad Vieja hoy tiene menos de la mitad de los residentes, y en cuanto a la mezcla que tú señalabas, yo dudo bastante. Creo que potencialmente la Ciudad Vieja es un medio a explotar, pero me pregunto en qué medida tú estás comparándola con una ciudad que en cuanto a la calidad de sus habitantes es diferente de la nuestra, por cuanto creo que el porteño quiere a su ciudad, mientras que el montevideano la quiere muy poco, no hay una cultura de la preservación. ¿Cómo se maneja eso cuando hablás de Ciudad Vieja? Tú hablás de gente de barrio; ¿existe hoy la gente del barrio?
OB —Sí, existe. Hay varias comunidades, por ejemplo Vecinos de la Ciudad Vieja, somos un grupo de vecinos y comerciantes que trabajamos en conjunto para hacer distintos eventos para llamar a los residentes mismos, a gente del puerto, que están relegados y cada vez más separados del barrio, para incorporarlos y hacer distintas actividades. Uno de los eventos que se hacen anualmente es Ciudad Vieja Florece, un proyecto en el que colaboramos distintos actores, artistas, la Intendencia participa mucho, el municipio, haciendo distintas actividades de arte, juegos de ajedrez, música, bandas que recorren las calles, para que la gente valorice lo que es el barrio. Y apoyamos a los residentes permanentes, no solo a los que golondrinan de día y se van de noche.
RA —¿Qué características tiene Urban Heritage, la empresa desarrollista que ustedes han montado? ¿Qué tipo de negocios concentran ustedes en Ciudad Vieja?
OB —Hace siete años pusimos un pie en la Ciudad Vieja con la compra de edificios que están totalmente abandonados para restaurarlos al máximo y después buscar residentes permanentes, que es lo que hace falta en la Ciudad Vieja, para que el barrio realmente se apropie y apoye a los residentes actuales. En este momento los residentes actuales son la mayoría personas que han sobrevivido al abandono de la ciudad y que siempre han apostado a la Ciudad Vieja. Estamos tratando de repatriar a distintas personas, gente joven que está buscando estar en el centro de la ciudad, aprovechando los costos de los alquileres, que todavía son accesibles, etcétera. Entonces tratamos de hacer un programa mixto de vivienda más espacios comerciales.
RA —Están volcados a las dos áreas, la edificación de viviendas –en realidad restauración– y la parte comercial. ¿Qué características tienen los edificios con los que trabajan?
OB —Son edificios generalmente de principios de siglo, son arquitectura ecléctica, con distintos estilos. Lamentablemente muchas veces los encontramos en estado de abandono, sin techo, con fachadas muy deterioradas, entonces no logramos recuperarlos 100 %, porque el edificio ya está en estado de deterioro, recuperamos lo máximo de las piezas arquitectónicas. Generalmente los edificios de Ciudad Vieja son de dos o tres plantas, muchos propietarios de principios del siglo XX vivían en las plantas altas y tenían su comercio en la planta baja. Queremos recuperar ese estilo de vivir, para eso subdividimos las grandes superficies de las plantas altas en dos o tres apartamentos y mantenemos los espacios comerciales, revitalizándolos, dándoles distintos usos.
RC —¿Tiene algún ejemplo concreto de qué han hecho con determinado edificio, con determinada ubicación?
OB —Hemos hecho ocho edificios en la Ciudad Vieja. El primer emprendimiento nuestro fue sobre Sarandí entre Misiones y Zabala. Eran tres edificios contiguos en Sarandí 433, frente al Registro Civil. Para uno viniendo de Manhattan el fin de un barrio no se da en pocas cuadras, pero la escala de Manhattan es otra. Entonces nos sorprendió urbanísticamente ver que la calle principal del casco antiguo estuviese en estado de abandono a una cuadra de la plaza Matriz. Entonces adquirimos tres edificios, de los cuales se hicieron 2.000 m2 de restauración.









