
EC —Hasta ahora en Uruguay no se producen, no hay fábricas instaladas.
RC —Legalmente no están autorizados para su uso médico ni comercial, no hay nada legal que esté establecido. Hay varios proyectos en carpeta, hay proyectos presentados en el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca). Los productos que se importan hoy día son de origen norteamericano o de origen suizo-alemán, con distintos componentes de CBD y de THC, para distintas patologías. Es lo que estamos en condiciones de ofrecer a la persona. Una de las limitantes de estos productos obviamente es el costo.
EC —Esos productos importados son caros.
RC —Depende de para quién. En el entorno de US$ 250, US$ 300 por dosis puede no ser muy caro para algunos, pero no es para el común de la gente. Y es imposible hacer una investigación con 100 o 1.000 personas tratándose con productos con estos costos.
EC —¿Entonces qué posibilidades alternativas hay?
RC —Sabemos que mucha de la gente que nos consulta o que pregunta ya lo conoce o lo está consumiendo o se lo recomendaron y accede a través de la web, comprándolo por internet o en el puestito de la esquina o por un primo o un sobrino que se lo recomienda. Por una cuestión de costos, el paciente termina comprando en el mercado negro.
EC —O termina construyendo el medicamento.
RC —Esa es otra de las alternativas.
EC —¿Hay entonces medicamentos producidos de manera irregular, de manera clandestina?
RC —De manera artesanal. Con muy buena intención, como todo el mundo. Se está haciendo un relevamiento de los medicamentos a los que nuestros pacientes acceden, para tener por lo menos una base de datos y hoy o mañana poder estudiar su composición.
EC —Pero ¿hay gente haciendo negocio con esto, en el “mercado negro”?
RC —Por supuesto, lamentablemente. Es más, no solo haciendo negocio, sino incluso vendiendo falsas expectativas, en algunos casos jugando a ser médicos, y otros que te dan un producto que ni siquiera tiene una composición médica farmacológica terapéutica.
EC —También está la alternativa de quienes fabrican estos medicamentos en una especie de sistema cooperativo, ONG, para ayudar a los pacientes que los precisan, para que no caigan en esos negociantes.
RC —Estamos de acuerdo en que cualquiera puede estar dentro de la ley, cultivar su propia planta, fumar su propia planta, elaborar su propio aceite, pero las condiciones de calidad para consumo humano del producto terminado pueden no ser las más adecuadas.
EC —Allí aparece el inconveniente.
RC —Ahí aparece el inconveniente para nosotros como médicos.
EC —Los medicamentos cannábicos seguros disponibles hoy en Uruguay son los importados. Con respecto a eso existen todos los controles, todas las garantías. Todo lo demás entra en una zona de signos de interrogación.
RC —Y de repente el paciente refiere una mejoría tomando determinado producto que no sabemos qué contiene. ¿Qué le podemos decir? Si lo está tomando y le hace bien, siga tomándolo, pero no sé por qué le está haciendo bien, no sé cuánto tiene de una cosa y de la otra como para decirle baje la dosis, aumente la dosis. Y como decía al principio, esto puede tener efectos no deseados, entonces hay que tener mucho cuidado, porque por ejemplo a un paciente con alteraciones en el ritmo cardíaco el uso del aceite de cannabis le puede elevar la frecuencia cardíaca y disminuir la presión arterial.
EC —¿De qué depende eso?
RC —De la dosis, de los componentes. ¿Y qué sucede en un paciente con eventos cardiovasculares recientes? Entonces no es comprarlo o que cualquier médico diga “tomalo, te hago la receta”, como va a suceder ahora, que teóricamente cualquier médico podría prescribirlo.
EC —Otro detalle que tener en cuenta, según lo que he leído y escuchado, es que en estas producciones artesanales puede ocurrir que la materia prima tenga algún grado de contaminación, por distintos factores, por distintos motivos.
RC —Exacto: por el cultivo, por el tipo de tierra, por el tipo de fertilizante, por el tipo de agua que se utiliza, por contenidos de plomo, de mercurio, de otros fitosanitarios. El grado de pureza que tiene que tener la flor de cannabis para elaborar un producto medicinal no es el mismo que tiene la flor para ser fumada. Sería deseable que también para fumar fuera de primera calidad, pero en el caso del medicamento tenemos que cuidar esos aspectos. Y después está la composición química, que se obtiene con análisis de laboratorio que son bastante costosos, para determinar la cantidad y calidad de un producto o de otro, y la combinación con terpenos, que también hacen al momento de la terapéutica.
EC —La semana pasada se autorizó por decreto “la venta bajo receta profesional de las especialidades farmacéuticas elaboradas Cannabidiol (CBD) como principio activo, elaboradas a partir de extractos de Cannabis de variedades de Cannabis no sicoactivos (cáñamo) con un contenido menor a 1 % del THC cuyo registro y autorización de venta sean aprobados por el Departamento de Medicamentos del Ministerio de Salud Pública”. ¿Qué implica esto?
RC —Implica que en principio se utiliza solamente el cannabidiol como principio activo fundamental, pero es la planta entera lo que importa. O sea, los preparados puros de CBD tienen su indicación, pero la combinación con los otros componentes, sobre todo la combinación de CBD con THC y la proporción de esos dos, es lo que hace que los utilicemos para un caso o para otro. Por ejemplo, en casos de alteraciones neurológicas importantes, de insomnios rebeldes, de ansiedad importante, necesitamos una mayor concentración de THC, sin que tenga un efecto psicoactivo importante. Obviamente, si a la señora que tiene un dolor en la rodilla le damos unas gotas que la tienen colocada todo el día, la rodilla va a pasar a un segundo plano, pero no es la idea. La idea es que como médicos le demos la indicación y la dosificación adecuadas a cada paciente.









