Entrevista con el sociólogo Rafael Porzecanski.
EN PERSPECTIVA
JUeves 07.12.2017, 08:35
EMILIANO COTELO (EC) —El presidente Donald Trump dio ayer un giro drástico en la política exterior de Washington hacia Medio Oriente cuando anunció el reconocimiento de Jerusalén como la capital del Estado de Israel.
(Audio Donald Trump.)
“Es tiempo de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel. Mientras que los presidentes anteriores han hecho de esto una promesa de campaña, han fracasado en cumplirla. Yo hoy estoy cumpliendo. Entiendo que este curso de acción favorece los intereses estadounidenses y la persecución de la paz entre israelíes y palestinos.”
EC —El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, celebró lo que consideró un día “histórico” para su país, pero la mayoría de los líderes mundiales condenaron la decisión, ya que a su entender no contribuye a alcanzar la estabilidad en la región.
¿Cómo se entiende esta resolución? ¿Qué implicancias tiene?
Vamos a conversarlo con Rafael Porzecanski, sociólogo, integrante de La Mesa de los miércoles, que en los últimos años se ha especializado en el conflicto israelí-palestino.
Antes de meternos en las consecuencias de la resolución del presidente Trump, vamos a detenernos en la ciudad de Jerusalén misma y cuál es su estatus administrativo y político.
RAFAEL PORZECANSKI (RP) —Si nos vamos a la historia, desde la Antigüedad hasta nuestros días, podemos hacer una maratón radial sobre Jerusalén, porque es una ciudad que recoge rastros humanos desde muchos siglos antes de Cristo, creo que hay evidencia de poblamiento humano allí de hace por lo menos 1.800 años AC. Y ha cambiado de manos, la historia es realmente riquísima, tuvo los reinados judíos por un lado, de David y Salomón, estuvo en manos del Imperio bizantino, de los griegos, de los romanos, tuvo 1.300 años de dominación islámica solo cortada por las cruzadas, luego derrotadas por Saladino. Esa dominación islámica finalmente devenida en otomana termina en el siglo XX. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial y el desmembramiento del Imperio otomano, entra el mandato británico, y luego viene en la segunda mitad del siglo XX, que tiene para mi gusto cinco o seis mojones claves en años.
EC —¿Cuáles serían?
RP —En 1947, ya con la cuestión de la independencia del Estado de Israel por venir –este año se cumplen 70 años de la aprobación del plan de partición de la ONU, que básicamente abría las puertas para la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe–, como Jerusalén tiene una diversidad de sitios históricos religiosos y es muy rica y única en el mundo, en la declaración de partición se la trató de forma separada, se declara que hay un régimen de corpus separatum y que debe ser administrada por una comisión internacional. Esto nunca se llevó a cabo. Primero la delegación árabe rechazó de entrada el plan de partición, luego se da la guerra de 1948 y después sucede una división de facto y la firma de un armisticio. Tras la guerra del 48 con Egipto, Sirio y Jornada, Israel firma un armisticio con los tres. Acá la cuestión clave es Jordania, que con el armisticio firmado –que no es un tratado de paz, es un armisticio– queda con la parte de Jerusalén Oriental, mientras que Israel queda con la parte de Jerusalén Occidental.
EC —De ahí en adelante se habla de esas dos partes en Jerusalén.
RP —Claro, pero luego hay otro mojón fundamental que es 1967. En 1967 Israel gana la Guerra de los Seis Días y se genera el famoso tema de los territorios ocupados o disputados. Allí Israel se apropia de Jerusalén Oriental y en 1980 el Parlamento israelí –Israel es un régimen parlamentarista– declara a Jerusalén ciudad unificada.
El de 1995 no es un mojón sobre el estatus de Jerusalén, pero sí sobre cómo Estados Unidos ve a Jerusalén. En 1995 el Congreso estadounidense toma dos decisiones. La primera es que el Senado celebra Jerusalén como ciudad unificada por unanimidad, 90 a 0 en el Senado. Y la segunda es que también en 1995 Estados Unidos vota a favor de mover la embajada.
EC —Esa es la resolución que ayer invocaba Trump.
RP —Se vota 93 a 5. Al presidente Clinton no le gusta mucho, estaba en pleno proceso de Oslo con Arafat y Rabin. Pero el Poder Ejecutivo estadounidense ha tenido la facultad de postergar esa decisión indefinidamente por seis meses cada vez, la va postergando, postergando, postergando.