
EC —¿La ANEP tiene ya una opinión formada sobre la validez, la utilidad de las pruebas PISA? Lo pregunto teniendo en cuenta toda la controversia que ha rodeado a estos informes, para muchos dentro del sistema educativo, en sindicatos de la enseñanza e incluso dentro del propio oficialismo las pruebas PISA son una mala palabra. ¿Entonces? ¿Ahora qué pasa? ¿El Codicen, las autoridades las asumen, las validan, las toman en cuenta?
AP —Los países de la OCDE participan por ser países de la OCDE, son 35 países. Hay más países asociados para aplicar la prueba, que de hecho se aplica ahora en 72 economías. Es la investigación comparada más rigurosa y más extensa que existe hasta el momento, hay algunas otras que tienen otros enfoques, por ejemplo […], que son investigaciones que hace la Asociación Internacional de Evaluación. Pero lo que me parece interesante, primera cosa, es que uno participa porque quiere, nadie lo exige. Lo que ha pasado hasta ahora es que cada Codicen que ha habido desde el primero hasta ahora ha ratificado la importancia de participar.
EC —Repasemos lo que decía ayer el profesor Robert Silva, integrante del Codicen elegido por los docentes.
(Audio Robert Silva)
El país tiene que definir –ahora que parece que más o menos en líneas generales estamos en consenso de que las pruebas son una herramienta– si efectivamente va a constituirse como una herramienta auxiliar, una de las tantas, para eso que hablábamos del establecimiento de políticas o de medición de calidad del sistema educativo. Porque hasta ahora –a mi criterio, esta es una opinión estrictamente personal– estábamos en posiciones “vamos a hacerla, porque está mal que no las hagamos y hay un sector importante que opina que está bien hacerlas. Entonces vamos a hacerlas, pero no hagamos mucha ola porque generamos discrepancia en otros sectores que no están de acuerdo en que las hagamos”.
(Fin audio.)
EC —¿De algún modo pasaba esto, profesor Netto?
WN —En este tema me parece que hay que separar dos dimensiones de esta temática. Las autoridades de la educación, la sociedad toda quiere que sus jóvenes a los 15 años hayan desarrollado capacidades y habilidades tales que ante una situación nueva sientan tener elementos para abordarla e intentar resolverla. Queremos pasar de una sociedad en la que argumentamos sobre los problemas a ciudadanos que se involucren en la resolución de los problemas sociales, tecnológicos, productivos. Por supuesto que queremos. Entonces cada uno de los niveles que establece esta prueba lo que pretende es ver qué nivel de desempeño tiene un joven.
EC —Sí, pero se la ha criticado por ser una prueba que se ocupa o se preocupa por cuestiones economicistas, de mercado.
WN —Hay algunos elementos. Primero, cómo está conformado, cómo está establecido su directorio, quiénes participan en la dirección de la organización. Todo puede ser debatible. Pero creo que hay que separar: ¿queremos que nuestros jóvenes salgan de la educación tradicional, diríamos de carácter enciclopédico, de la resolución de un ejercicio, a tener formaciones estructurales, competencias claras de abordaje de situaciones nuevas? Creo que sí, creo que es innegable. Es dar más libertad y más oportunidades. El sistema educativo claramente tiene que apostar a eso, y además en función de conocimientos y habilidades culturales del mundo de hoy, no de los años 60 del siglo pasado.
Lo otro es la direccionalidad, dependiendo de las condiciones y los resultados, puedo predecir destinos. Hay trabajos hechos, por ejemplo algunos trabajos de Tabaré Fernández en los que hacía un seguimiento de aquellas cohortes que habían iniciado las pruebas PISA. Hay ciertos estudios que muestran que aquellos con mayor desempeño tienden a evolucionar mejor en el sistema educativo, laboral, social y económico. Son elementos que tenemos, el conocimiento es una herramienta clave de transformación y esos elementos tienen que estar.
Después hay discusiones de orden político, en el sentido de ¿esta dirección está bien, esto direcciona la educación hacia la economía? Son discusiones que están en otro orden. Hoy que desafiarnos para que los jóvenes de nuestro país, no a los 15 años, sino los niños en todas las edades, tengan un modelo educativo diferente en el hecho de no solamente reiterar conocimientos o dar muestras de información, sino con ello generar capacidades que les permitan abordar situaciones nuevas.
EC —Andrés Peri decía al principio que estaba pendiente un debate más rico, más profundo a partir de las prueba PISA. ¿En qué sentido?
AP —Me parece que si nos quedamos pruebas PISA sí o no, no avanzamos en cuestiones sustantivas. Yo invitaría a la audiencia a que entre al sitio de la ANEP y mire las actividades de PISA. Primero que traten de resolverlas y después en función de eso vean el carácter de los ejercicios. El carácter de los ejercicios no es el tradicional que uno ve en una clase. Por ejemplo, en este último ciclo hay simulaciones de situaciones para sacar inferencias. ¿Queremos eso para nuestros muchachos? Yo no tengo duda de que sí. Es difícil hacerlo en escritos.
Después la cuestión fundamental es aprender del ciclo. ¿Cuál es la lección aprendida? ¿Cómo logramos que el debate no sea PISA sí, PISA no ni la cuestión del ranking? Relativizábamos la cuestión del ranking porque el ranking depende de distintas cosas. No se hace política educativa en base a una prueba, la política educativa se nutre de una base conceptual mucho más sólida en la que esto es uno de los elementos. El sistema educativo finlandés no es peor porque bajó 10 puntos, no tenemos que reificar la cuestión del puntaje y verla como cuestión. Como bien planteaba el profesor Netto, la primera cuestión fundamental es el enfoque, porque si Uruguay no comparte los marcos de evaluación, que no participe.
EC —Otra pregunta mirando al futuro ahora, y ahí sí teniendo en cuenta puntajes. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó en su página web una serie de análisis sobre estos resultados del informe PISA 2015. Y allí incluye proyecciones para estimar cuántos años le demandará a cada país de la región alcanzar el promedio de la OCDE. Según ese análisis, mientras Perú necesita 21 años y Colombia 29, Uruguay ha mostrado un comportamiento según el cual la meta del promedio de la OCDE parece inalcanzable.
AP —Nunca vi un peor análisis de proyección que el que hace el BID.
EC —Ojo, no estamos solos en ese nicho: Brasil, Chile, Costa Rica, México y Uruguay no llegarían al promedio de la OCDE.
AP —Pensemos el ejercicio que plantea el BID. Lo que dice es: si Perú, que estaba muy bajo y creció 30 puntos, crece 30 puntos en los próximos ciclos, llegará al promedio de la OCDE; nosotros que estamos más altos y subimos 10 puntos… Es una visión lineal del futuro que no considera que una vez que se está arriba es mucho más difícil superar el punto marginal que cuando se está abajo. Por eso relativizaría esa cuestión.
Lo que me parece fundamental es qué le va a pasar al Uruguay en el ciclo 2018. Mi mayor aspiración es que se consolide una tendencia de crecimiento, que salgamos de la oscilación, que tengamos una tendencia de crecimiento, que este acompañamiento de trayectorias encuentre a más muchachos en el grado modal, que los enfoques permeen en las aulas y que aprendamos de esta cuestión para mirarnos para adelante como país que se desafía a mejorar.









