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Entrevista central, jueves 9 de junio: Ernesto Talvi

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ROMINA ANDRIOLI (RA) —A raíz del anuncio del ajuste que propone el Gobierno para mejorar las cuentas públicas, la oposición y algunos analistas han señalado que ya en la Ley de Presupuesto que presentó esta administración el año pasado se llegaba desfinanciado, que los incrementos de gastos previstos no se correspondían con la evolución previsible de la economía nacional. Usted, en cambio, en la conferencia se alineó con la explicación del equipo económico en cuanto a que el contexto internacional se modificó drásticamente desde el año pasado, mucho más que lo previsible. ¿Puede explicar su análisis en ese punto?

ET —Hicimos un repaso exhaustivo de las opiniones de todos los economistas en julio-agosto de 2015. Basta con ver los componentes del presupuesto, las proyecciones que se necesitan para hacer el presupuesto. El crecimiento de la economía global, que nos influye, estaba en línea con las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que son las usamos todos. Las proyecciones de crecimiento regional estaban en línea con las proyecciones internacionales que usamos todos. Las proyecciones de los precios de las materias primas que producimos y exportamos estaban en línea con las del FMI, que son las que usamos todos. Las proyecciones de la evolución de los costos de financiamiento para pagar la deuda estaban en línea con las del FMI, que son las que usamos todos. Así que ahí no había ninguna diferencia, yo miro eso y digo que el Gobierno estaba usando supuestos sumamente realistas para lo que sabíamos en el momento.

Las perspectivas de crecimiento que usó el presupuesto, que eran 2,7 % para el quinquenio y 2,5 % para los dos años siguientes, estaban alineadas con las expectativas que toma el Banco Central del Uruguay (BCU); se dijo que el BCU no es muy representativo porque hay muchos que no contestan, pero El Observador tiene ahora un índice propio en el que contestan seis analistas más que en el BCU y tiene una relación casi exacta con la del BCU. Pero lo más importante es que revisamos lo que pronosticaban los bancos de inversión de Wall Street, de los cuales algunos tienen pronósticos propios y otros usan los pronósticos de los analistas locales cuyas opiniones toman, y era idéntico a las proyecciones del Gobierno.

Yo no digo que algún economista en particular no hubiera dicho “esto no es razonable”…

EC —Hubo también dirigentes políticos que dijeron “no es razonable este presupuesto, es demasiado optimista”. Eso se dijo en el Parlamento, existió ese debate.

ET —Sí, cuando se empezó a discutir el presupuesto. Porque el presupuesto se presentó en agosto, y hasta agosto todo el mundo estaba más o menos en línea, en mi opinión, con las proyecciones que estaba haciendo el Gobierno. En setiembre se producen dos fenómenos muy importantes: Brasil pierde el grado inversor, entonces las perspectivas para Brasil se deterioraron dramáticamente en ese mes, y se conoce el dato de crecimiento del segundo trimestre, en el que hubo una caída de 1,8 % completamente sorpresiva y mucho mayor de lo que los analistas esperaban. Y ahí muchos analistas empezaron a revisar hacia abajo. Creo que en el mejor de los casos lo que se puede decir con honestidad es en la discusión del presupuesto quizás se debieron haber hecho enmiendas para tratar de incorporar una realidad que estaba cambiando a medida que la discusión se instalaba. Pero cuando el presupuesto se presentó los supuestos eran realistas, y también el ajuste fiscal que ese presupuesto preveía, que era de 1 punto del producto.

EC —Eso es algo que me gustaría que explicara mejor, porque no se ha conversado tanto.

ET —No se conversó, pero estaba previsto y se hizo.

EC —¿A qué se refiere con un ajuste de 1,5 % del producto incluido en el presupuesto?

ET —El Gobierno incluyó un ajuste de 1 % del producto en el presupuesto. En su momento nosotros creíamos que tenía que ser de 1,5 %, pero el Gobierno lo hizo de 1 %. Fundamentalmente el ajuste iba a venir por la mejora del resultado de las empresas del Estado. Y efectivamente, lo que se hizo fue reducir la inversión de las empresas públicas en el año 2015 en 35 %, hubo una reducción brutal de la inversión de las empresas del Estado, y a principios de 2016 se subieron las tarifas públicas por encima de la proyección de costos, lo que hemos llamado el tarifazo. De no haber tenido que corregir el resultado de las empresas públicas no habría habido necesidad de aumentar tanto las tarifas. Eso que el presupuesto estimaba que iba a rendir 1,1 % del PBI ya se estima va a rendir 0,9 %, muy cerca de lo que estaba el presupuesto.

Y lo otro que se hizo, que no estaba previsto, fue que a fin de año no se permitió el ajuste por inflación de los activos para la liquidación del impuesto a la renta de las actividades empresariales (IRAE), y eso fue otros US$ 200 millones, 0,4 % del PBI.

Así que ya tuvimos un ajuste fiscal. Yo no quiero juzgar ahora la calidad, pero los supuestos que tenía el presupuesto en julio-agosto de 2015 y el ajuste que el presupuesto ya preveía, de alrededor de 1 % del PBI, para ir llevando gradualmente el déficit de 4 % a 2,5 % en el 2019, para como lucía el mundo en ese momento eran razonables. Por eso pedí en la conferencia que hiciéramos un ejercicio de imaginación: imagínense que el Gobierno que entró fuera de otro partido, ¿qué habría estado diciendo el Gobierno de otro partido? Que hemos tenido una pesada herencia del Gobierno anterior y por eso tenemos que hacer estos ajustes en el presupuesto para corregir el rumbo fiscal y no comprometer nuestro buen crédito. El Gobierno no lo puede decir.

EC —No lo dijo pero lo hizo.

ET —No puede decir “recibimos una pesada herencia”, porque hacia la interna del FA tiene que negociar con quienes le endosaron la pesada herencia. Pero recibió una pesada herencia y hubo que actuar en consecuencia. Y en mi opinión se actuó con la información de que se disponía en el momento, con prudencia.

Y ahora que la situación se deterioró mucho más allá de lo que estaba previsto en el presupuesto y todos los analistas, internacionales y locales, empezaron a ajustar las perspectivas hacia abajo, y las medidas tomadas no rindieron efecto, en el sentido de que el déficit siguió siendo alto, se siguió agrandando y se prevé que siga siendo alto, y las calificadoras de riesgo nos están diciendo “cuidado, que si este déficit sigue tan alto y siguen apilando deuda al ritmo que lo están haciendo, pueden comprometer su calificación crediticia”. Y eso es una cosa seria, porque un grado inversor como el que tiene hoy Uruguay quiere decir que si usted le presta al Estado uruguayo va a recuperar su capital con una gran dosis de certeza; en cambio, si perdemos la calificación de grado inversor, quiere decir que si usted le presta al Estado uruguayo es probable que no recupere en su totalidad su capital, entonces la gente nos deja de prestar, y eso sí que es un asunto serio. Entonces me parece serio que el Gobierno anuncie que, a la luz de las circunstancias, tiene que corregir de nuevo el rumbo fiscal e introducir otro ajuste, con el cual tenemos discrepancias de diseño pero no discrepancias respecto de la necesidad.

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