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Entrevista central, lunes 1 de agosto: Santiago Díaz

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NB —Y más allá de la hinchada de Defensor mismo en esos momentos.

SD —Por supuesto, Defensor no tenía 18.000 personas para ir al estadio.

NB —Te hacía la pregunta porque en el libro vas relatando cada una de las fechas del campeonato, y cada una comienza con un detalle pormenorizado de lo que estaba ocurriendo esa semana en el país, en la región. Y a veces cuesta llegar al momento del partido, porque todo lo anterior es muy crudo. Estamos hablando del asesinato de Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz, de la aparición de cuerpos por los vuelos de la muerte, era un contexto muy denso, y de repente llegar al fútbol era complicado.

SD —Totalmente. La visita de Stroessner, la visita de Pinochet. El contexto era tremendo y el fútbol sigue adelante. Eso también es interesante, cómo el fútbol sigue adelante, cómo van 15.000 personas a ver a Defensor, pese a que el país y la región se caían a pedazos y estaban viviendo un año especialmente trágico. Creo que es el año más trágico de nuestra historia reciente; si no es, pega en el palo.

EC —Y Defensor era de algún modo un símbolo de resistencia, pero tuvo flaquezas, dudas, presiones que no pudo aguantar. Lo digo a partir del capítulo 1, el caso del jugador Julio Filipini, ese joven que venía de la cuarta, que tuvo ese debut soñado contra Nacional en el Estadio Centenario, haciéndole un gol y recibiendo un penal, todo lo cual resultó fundamental para el 2 a 2, y que sin embargo, debido a esa dedicatoria que terminó haciendo por radio a su hermano y a los compañeros que estaban presos en el Penal de Libertad, se ve inmerso en una serie de hechos que tienen un resultado clarísimo: nunca más jugó en Defensor.

SD —Nunca más jugó al fútbol. Jugó ese partido, siguió en el plantel, pero ese año no jugó ni un minuto más.

EC —Ojo, no fue preso, pudo haber ido preso pero no fue. Sin embargo en Defensor no jugó más. ¿Qué pasó? ¿Defensor cedió, lo corrió a un costado?

SD —Siempre va a quedar la duda. Yo hablé con los dirigentes de aquella época que todavía están vivos y lo niegan. Incluso dicen que ellos lo defendieron a Filipini. Cosa que es cierta, porque los militares lo fueron a buscar a la sede y en Defensor lo arroparon. Claro, es raro que un jugador que debuta en el estadio, hace un gol y recibe un penal no juegue más. En ese año no es tan raro, porque él era suplente, Cubilla ya se había puesto en forma, Pichu Rodríguez se había recuperado, entonces le costó jugar. Pero que haya quedado libre es raro, y a él, al propio Julio Filipini, le quedó siempre la duda de por qué había quedado afuera. Muchos decían que tenía connotaciones políticas. Pero por otro lado, el perfil institucional del club nos hace pensar que no iba a ceder a las presiones. Tenía un técnico comunista, tenía un volante comunista al que habían metido preso, tenía un vicepresidente frenteamplista, tenía un presidente contrario a la dictadura. Pero eso sucedió y va a quedar la duda, porque en esa época todo estaba en duda y todo este tipo de acciones podían interpretarse como que había una presión política.

NB —¿Qué lecciones deja una gesta como la de Defensor del 76?

SD —Creo que muchas. De hecho, creo que fue el puntapié inicial para que otros equipos dijeran “esto es posible, se puede conseguir”. Y Defensor casi lo logra en el 82, en el 84 lo logra Central Español, con una campaña sin precedentes porque venía de la B, en el 83 jugó en la B y en el 84 salió Campeón, con un técnico que había jugado en el Defensor del 76, Líber Arispe. Después empiezan a salir campeones varios cuadros chicos, en el quinquenio de los chicos del 87 al 91, que inaugura […] Defensor, pero en el medio está Progreso, está Bella Vista, está Danubio. Y ahora hasta equipos del interior han dado también el zarpazo, como Plaza, como Rocha en su momento, con torneos cortos, me parece que siguiendo el camino que marcó Defensor. Eso desde el punto de vista futbolístico.

Del lado de la connotación, de lo simbólico, dejó mucho para mucha gente. No para todos, obviamente, pero me parece que hubo mucha gente perseguida, de izquierda, que se sentía agobiada, que vivió ese título con un color especial. En el libro hay dos o tres historias que marcan esa sensación y ese sentimiento de “esto es una lucecita de esperanza, es una pequeña victoria que me da la vida en un momento trágico y oscuro”.

EC —Pese a que faltaba mucho todavía.

SD —Muchísimo, en ese momento parecía que la dictadura no iba a flaquear, parecía que era imposible de derribar.

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EC —Terminamos con una anécdota que llega de la audiencia, de Ovidio: “En Florida, donde vivió su juventud el profe –Pepe para la gente, Ricardo de León–, hay una anécdota que pinta en algo su personalidad. Cierta vez en un reportaje en el exterior le preguntaron por el mejor jugador que había visto jugar. Y él contestó: ‘Vi a dos, Pedernera, el argentino, y el Pardo Valentín Luna’. El periodista, sorprendido, le retruca: ‘A Pedernera lo conocemos, pero ¿al otro quién lo vio?’. Y el profe responde: ‘Yo, lo vi jugar en Florida y para mí fue los mejores que vi. Usted me preguntó de los que yo había visto’”.

SD —Lo enloqueció. Siempre tenía esas contestaciones que dejaban al periodista medio mal parado.

Video de la entrevista

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Transcripción: María Lila Ltaif

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