
EC —¿Lo que pasó fue lo que relata la crónica de El País? ¿El delincuente le pidió a Florencia que abriera la caja, como la caja tiene un sistema por el cual se abre solo cuando se efectiviza la compra, la cajera se puso nerviosa porque la caja no abría y en esa circunstancia termina produciéndose el balazo?
GR —Ha corrido esa versión, pero desde la investigación misma no tengo confirmado ese detalle, no le puedo confirmar que haya sido de esa manera.
EC —Además le dispara cuando ya se estaba yendo.
GR —Claro. Un delincuente puede disparar por miedo, por temor, pero no parece ser la personalidad de este individuo, que parece actuar con frialdad y ya tener experiencia. Lo que sí hay generalmente y desgraciadamente en este tipo de cosas es la carrera contra el tiempo. Algunos sociólogos dicen que hay una “capacidad de negociación” –si se puede llamar negociación– mucho menor, porque el delincuente va al arma, lo único que quiere es lo que va a buscar, no le importa todo lo demás y corre una carrera contra el tiempo. Es decir, en un comercio situado en pleno centro, en una hora de mucha frecuencia de público y donde la transacción es absolutamente en segundos. Pero no parece ser un disparo o una repuesta de una persona que haya sentido temor y se haya puesto nerviosa como puede pasar en el ámbito de los adolescentes.
EC —O la frustración en medio de esa tensión. Porque ¿es correcto que se llevaba nada más que $ 2.000, o sea que todo ese desastre fue a cambio de $ 2.000, por eso eventualmente dispara contra la cajera, ya de espaldas, etcétera?
GR —Sí, aparentemente. Uno está tratando de encontrar en estas cosas alguna otra motivación, que es muy difícil encontrar, ver, porque muchas veces van a un botín, pero uno piensa que generalmente un supermercado a esa hora, con todos los retardos de caja que hay, con el dinero que se va retirando periódicamente de las cajas, grandes cifras en esas circunstancias no van a encontrar, generalmente es cambio corriente que los operarios están manejando con el público frecuente. Pero todas las […] sobre las razones que uno trata como ciudadano de encontrar a esto, que no tiene sentido, porque uno trata de pensar, yo razono como profesional y no corresponde que haga otra cosa que eso, pero también me sitúo en el ámbito de un ciudadano y trato de pensar por qué ocurren estas cosas.
Luego vienen los informes criminológicos, psicológicos, psiquiátricos que se le pueden hacer a la persona eventualmente y ahí los […] tratarán de dar una explicación, si es que la tiene, cuáles son las razones por las que operan esto. Además de ser un hecho desgraciado, lo que a uno más lo frustra es el no encontrar un sentido a las cosas, un sentido razonable; estas de cosas de hecho no lo tienen, pero mucho menos en estas circunstancias. Entonces uno queda también con esa frustración de no poder encontrar una razón a estas cosas tan violentas y tan desgraciadas cuando ocurren estas desgraciadas muertes.
EC —Más temprano entrevistaba al presidente de Cambadu y él sostenía que hechos como este son moneda corriente en almacenes, autoservicios, pequeños supermercados en distintos puntos de Montevideo, y que muchas veces la denuncia ni se hace si no hay víctimas, si no hay consecuencias serias. ¿Qué dice su experiencia como fiscal?
GR —Sí, realmente eso es mucho más frecuente de lo que uno quisiera pensar. Son hechos violentos, las rapiñas a comercios son eventos criminales que ocurren con frecuencia, ocurren todos los días y solo trascienden cuando cobran víctimas o en algunas ocasiones hay niños, menores o, como ocurrió en alguna situación, es cometido por infantos, por niños menores de 12 años o por adolescentes que ingresan en este tipo de eventos violentos porque es la manera que tienen de comunicar los actos […] en general. Ocurren, sí, pero a veces pasan sin pena ni gloria, quedan como un acto de violencia. No olvide que la rapiña no es más que un hurto con violencia, es “robarse algo” aplicando violencia. A veces la violencia puede ser moral, pueden ser gritos, amenazas, la gente queda intimidada, quieta, se llevan el dinero y pasa por esa. A veces son amenazas con un arma, que no se sabe si está cargada, descargada, si está enfundada, si es otro elemento que llevan oculto, pero también generan intimidación. Las víctimas –porque son cosas que suelen ocurrir todos los días– quedan allí, parapetadas, inmóviles. Pasan eventos así mucho más seguido de lo que uno quisiera pensar. Es moneda corriente, realmente. Pero cuando ocurren y nos convocan eventos así, que reúnen circunstancias tan particulares y violentas, uno queda absorto, impotente y frustrado ante la falta de explicación.









