
DS —Y de Nardone hacia delante no hubo un gran movimiento ruralista que se expresara así ni electoral ni políticamente. Sí momentos muy críticos con movilizaciones importantes, como a fines de los 90, recuerdo a J. Corso en el Parlamento, después la fiebre aftosa, con la antesala de la crisis económica de 2002, cuando habló Delfi Galbiatti, manifestación de la que este fin de semana circularon videos con el Frente Amplio y el PIT-CNT apoyando. ¿Qué nos podés decir de la historia más reciente con respecto a estos temas?
AR —En el período de la dictadura se fue fiel a las directivas del Fondo Monetario Internacional, que básicamente afianzó la dolarización y mantuvo bajos los salarios. Sin embargo la dictadura no replegó totalmente al Estado, pese a que discursivamente era lo que la apuesta al libre mercado habría indicado. No replegó del todo a aquel viejo Estado batllista que creo que es lo que en el fondo está en discusión con todas estas cosas, hasta dónde el aparato estatal, que es el que se ha entronizado como epicentro del sistema, no tiene que revisar algunas de sus cosas. La dictadura tuvo algunos años buenos, el 82 fue bueno, el 76 fue bueno, y luego una picada grande de la que en el 85 intentó salir la Conapro. Pero en el 91 el Mercosur implicó toda una tentativa de actuar en la región y de operar como unidad mercantil en la región, que nos hizo absolutamente permeables a toda crisis de la región. Y en tanto no se corrigen esas tres limitantes, solo apostamos al puerto, al turismo y al agro, y no hay una cuarta pata que nos fortalezca, cada una de las crisis de la región nos encuentran con suma debilidad.
Entonces cuando uno mira el campo, que es de donde viene la riqueza más importante –Juan Grompone dice que no, que somos un país de servicios y que los servicios se brindan sobre todo desde la ciudad–, o que brinda una riqueza importante, este tuvo un crecimiento lento y de moribundo, un pico, un descenso, un pico, un descenso, y una lejanía respecto a los centros económicos del mundo, respecto a las tecnologías de punta, que se revirtieron en grande en los últimos tiempos.
Quizás esta queja del campo, así como en el 11 nos ligábamos con el mundo, en el 50 fue la radio, la dolarización, quizás hoy –además del papel importante de los medios de comunicación– sean los estertores de adecuar el cuerpo a la globalización. Porque nuestro campo ha tenido una transformación importante, ligarse con China, estar atento a la demanda de soja, la forestación impresionante que hemos llevado a cabo. Detrás de cada uno de estos cambios hay una transformación interna en el campo. Cuando Chicotazo actúa, detrás había una transformación lanera. Y 1 millón de hectáreas pasaron de la ganadería pura al trigo, al maíz, al lino, a la caña de azúcar, para alimentar la apuesta a la industrialización que hizo el batllismo, que colapsó y quedó a medio camino. Entonces quizás lo que tenemos hoy es un dolor general del cuerpo, hemos transformado el campo, ha habido una transformación productiva importante, les ha ido muy bien a unos, no muy bien a otros. El aparato estatal sigue siendo clientelístico y sigue siendo portador de angustias económicas bajo la forma del terrible impuesto. Creo que esas cosas están detrás de la queja.
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Transcripción: María Lila Ltaif









